Bonifacia Rodríguez Castro, S.S.J., (Salamanca, 6 de junio de 1837 – Zamora, 8 de agosto de 1905) es una santa española que fue cordonera y religiosa. El 23 de octubre de 2011 fue canonizada por el Papa Benedicto XVI.
Bonifacia Rodriguez Castro era la hija de Juan Rodríguez y María Natalia Castro, la mayor de seis hermanos. Tras los estudios primarios, aprendio el oficio de cordonera, siendo necesario que comience a trabajar a los quince años debido a la muerte de su padre.
De sus cinco hermanos solo sobrevive Agustina, quien se casa en 1865. A partir de este momento Bonifacia junto con su madre se dedica a trabajar y a una vida piadosa llegando a formar la Asociación de la Inmaculada y San José, llamada después Asociación Josefina, mediante el cual enseña a jóvenes sin recurso el oficio de cordonera.
Bonifacia se sintió llamada a la vida religiosa. Su gran devoción a María hacia que su corazón fuese acariciando el proyecto de hacerse dominica en el convento salmantino de Santa María de Dueñas. Pero un acontecimiento de trascendental importancia va a cambiar el rumbo de su vida: el encuentro con el jesuita catalán Francisco J. Butiñá, que llega a Salamanca en octubre de 1870 con una gran inquietud apostólica hacia el mundo de los trabajadores manuales.
Bonifacia se pone bajo su dirección espiritual. A través de ella Francisco J. Butiñá entra en contacto con las chicas que frecuentaban su taller, la mayor parte también trabajadoras manuales. Y el Espíritu Santo le sugiere la fundación de una nueva congregación femenina, orientada a la prevención de la mujer trabajadora, valiéndose de aquellas mujeres trabajadoras.
Bonifacia confia a Francisco J. Butiñá su decisión de hacerse dominica, pero el le propone fundar juntamente la Congregación de Siervas de San José, a lo que Bonifacia accede con docilidad. Con otras seis chicas de la Asociación Josefina, entre ellas su madre, da inicio en Salamanca, en su propio taller, a la vida de comunidad el 10 de enero de 1874, momento muy conflictivo en la vida política del país.
A los tres meses de la fundación Francisco Butiñá es desterrado de España con sus compañeros jesuitas y el 16 de enero de 1875 el obispo Lluch i Garriga es trasladado como obispo a Barcelona. Bonifacia se ve sola al frente del Instituto a tan sólo un año de su nacimiento.
Aprovechando un viaje de Bonifacia a Gerona en 1882, efectuado para establecer la unión con otras casas de las Siervas de San José que Francisco Butiñá había fundado en Cataluña a su vuelta del destierro (mas tarde se convertirán en la Congregación Religiosa Hijas de San José), otros miembros de la Congregación promueven su destitución como superiora y orientadora de las Siervas.
Entonces Bonifacia propone al obispo de Salamanca, D. Narciso Martínez Izquierdo, que le permita fundar una nueva comunidad en Zamora. Con el permiso de los obispos de Zamora y de Salamanca Bonifacia junto a su madre parte hacia Zamora el 25 de julio de 1883.
Durante su estancia en Zamora, la casa de Salamanca se desentiende de Bonifacia llegando a modificar la constitución original, e incluso el 1 de julio de 1901 cuando el Papa León XIII concede la aprobación pontificia a las Siervas de San José fue excluida de ella la casa de Zamora. Incluso cuando Bonifacia acude a Salamanca para limar asperezas se le niega el recibimiento.
Finalmente fallece en Zamora el 8 de agosto de 1905. Sus restos mortales se encuentran en la capilla del Colegio de las Siervas de San José, en Salamanca.