Nació en Corró de Val (Barcelona) el 13 de enero de 1827. Su padre murió cuando María Ana contaba 7 años. A los 14 pierde a su madre.
La joven María Ana marcha a Barcelona, a la casa de su madrina que sueña en un futuro prometedor para su ahijada. Pero María Ana tiene otros ideales: Dedicar su vida a la enseñanza de niñas pobres en la vida religiosa. Inicia su vida religiosa en Ripoll (1850). Al año siguiente la vemos al frente de la misma. Sus dotes de gobierno, la capacidad de organización, la tenacidad en el trabajo, la preparación cultural, la confianza y abandono en la Providencia dan como resultado que la fundación de Franciscanas Misioneras de la madre del Divino Pastor se extienda por otros muchos lugares, dentro y fuera de Cataluña.
La vida de María Ana puede resumirse en el mandato evangélico: “Amaos”. En los umbrales de la eternidad dijo a sus hermanas: “Hijas mías, amaos unas a otras como yo os he amado, y sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. ¡Amor y sacrificio!”.
Murió en Fuencarral (Madrid) el 3 de julio de 1886. Fue declarada Venerable por Juan Pablo II el 15 de diciembre de 1994 y beatificada el 6 de octubre de 1996.