Nació en La Carlota (Argentina) el 3 de abril de 1822. Era una mujer de carácter dulce y afable, siempre ecuánime y sencilla. Dos amores se le habían pegado al alma: el amor a Jesús Eucaristía y a los pobres.
Permanecía arrodillada durante largas horas ante el sagrario, y le gustaba verse rodeada de niños huérfanos, a los que amaba con ternura maternal. Ambos amores los quiere también en las religiosas pertenecientes a la congregación por ella fundada: Siervas de Jesús Sacramentado (21.XI. 1876). Solía exhortarlas con estas palabras: “Que las hermanas se ocupen siempre, siempre, siempre en el ejercicio de la adoración perpetua del Santísimo Sacramento”. Del pan eucarístico recibía fuerzas para emprender los trabajos diarios y hacer frente a las dificultades. Si se refería a los pobres, su exhortación sonaba así: “A los pobres, hijas, a los pobres, buscad siempre a los pobres”. María Benita así lo hizo. No conoció la vanagloria, ni la vanidad, sino que todo se lo atribuía al Señor: “Todo es obra de Dios; no he hecho más que seguir su inspiración, ayudada por mis hermanas”.
Murió el 25 de septiembre de 1894. Está incoada su causa de beatificación.