
Nació en Arenys de Mar (Barcelona) el 5 de mayo de 1819. A finales de 1829 la familia Ravell-Barrera se traslada a Mataró (Barcelona). Aquí transcurrió la adolescencia y juventud de Ana, marcada por las secuelas de la desamortización y consiguiente exclaustración de 1835.
Casi cinco lustros después las circunstancias son propicias para iniciar la aventura de restaurar la vida religiosa. La iglesia y la sociedad catalana de mediados del diecinueve demandan la “educación cristina de la juventud”, la asistencia a los enfermos y la dedicación a otras obras sociales. Como respuesta a esa demanda funda el Instituto de Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción, en La Garriga (Barcelona), el año 1859. El lema de sus fundaciones era: “Toda fundación religiosa empezada con sencillez y santa pobreza tiene segura su firmeza”.
La paz y el bien del saludo franciscano sonaron, durante la ida de la fundadora, en diez casas diseminadas por la provincia de Barcelona y en otra dos abiertas en Marruecos. Se anunciaba de este modo una determinada forma de vivir el evangelio.
Falleció en Argentona (Barcelona) el 4 de junio de 1893 con la misma sencillez con que había vivido.