Nació en Cremona (Italia) a finales de 1502. Su madre, viuda de 18 años, se entregó por completo a la educación de su único hijo. Siendo aún niño, dio su manto de terciopelo a otro niño que temblaba de frío y pedía limosna. A los 18 años se trasladó a la universidad de Padua para terminar sus estudios, después de haber dejado a su madre todos sus bienes.
A los 22 años regresaba a su ciudad natal con el título de médico. Simultaneó el ejercicio de medicina con la acción apostólica. “Vamos a escuchar al Ángel de Dios”, se decía la ciudad entera que acudía al joven médico. Dios le quería sacerdote y reformador.
Accedió al sacerdocio el año 1528. El estudio del epistolario paulino, el amor a Cristo crucificado y el culto privado y público de la Eucaristía fueron los pilares de su vida y ministerio sacerdotal. Se congregaron en torno a él hombres y mujeres decididos a perderlo todo para lanzarse “locamente”, como él decía, en la aventura divina. De esos grupos nacieron los Clérigos Regulares de San Pablo y las Angélicas de San Pablo.
Murió el 5 de julio de 1539. Llevaba tan sólo 10 años de sacerdote, pero dejaba tras de sí obras que desafían los siglos. Fue canonizado por León XIII el año 1890.