«Cuando en el Código de Derecho Canónico se pide que el superior ejerza el servicio de su potestad gobernando a sus súbditos como a Hijos de Dios, téngase en cuenta que si el que gobierna ocupa el lugar de Dios, el que obedece será para él imagen de Jesucristo; y si le maltratara, maltrata a Jesucristo. Y si abusara de su conciencia, abusa de Jesucristo». En estos términos, con rigor teológico y exhaustividad, se pronunciaba la profesora Nurya Martínez-Gayol en la primera sesión de la 2ª Jornada de estudio sobre abuso de poder y de conciencia, que celebró el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid el pasado sábado. Así, aclarando conceptos y ofreciendo herramientas teológicas a los cerca de 300 inscritos, la experta abordó la diferencia entre un sano ejercicio de autoridad y la perversión del poder.
La iniciativa respondió a la prolongación de la Jornada que sobre este mismo tema se tuvo el curso pasado, y cuyas dos sesiones fueron celebradas justo hace un año. Con aquella propuesta, nuestro instituto se sumaba a una inquietud y a un desafío eclesial y social imposible de obviar, «y al que queremos seguir contribuyendo con la apertura de este espacio de reflexión específico», incidía el director del ITVR, el P. Antonio Bellella, en sus palabras de inicio. «Queremos abrir caminos para crear entre las personas consagradas una sólida conciencia crítica sobre cualquier tipo de abuso», completaba.
De tal modo, tras las palabras de presentación de fray Jesús Díez Sariego, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), comenzó Nurya Martínez-Gayol, profesora de Facultad de Teología de la Universidad de Comillas, ofreciendo el marco de su ponencia, tratando el objeto y los límites que suponen la obediencia trinitaria. «Dios fía todo a su Hijo, vaciándose de sí, y el Hijo lo acoge todo en un movimiento de obediencia que solo se puede entender desde el paradigma del amor». «Esta disponibilidad al encargo nos permite entender la obediencia como respuesta», explicaba la religiosa de la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Seguidamente, la profesora continuó abundando en profundos fundamentos teológicos, y pasó a desmenuzar la obediencia religiosa enfocándola como una incorporación del sujeto a la obediencia del Hijo, pues «el consagrado ha de vivir en esta disponibilidad, la de no se haga mi voluntad, sino la Tuya», proseguía. «La obediencia acoge las mediaciones, y el consagrado se pregunta por la voluntad del Padre, porque quiere dejar que sea Cristo quien viva en él». Y es que «la vida religiosa desea configurarse con Cristo obediente», pero en este punto ya se perfilan las primeras dificultades. «La obediencia a los superiores es más segura, y las personales son más susceptibles a equivocaciones, pero el superior no es Dios, claro está», respondió.
Proceso compartido
«Cumplir la voluntad de Dios se torna en un proceso compartido de discernimiento donde el sujeto es invitado a buscar a Dios, sabiendo que de antemano Dios nos busca a nosotros eternamente». Y aterrizando este mismo esquema en la vida ordinaria de nuestras comunidades se visualiza el primer gran reto, el de «cómo implementar en nuestra vida ordinaria estructuras que permitan la búsqueda participada para hallar la voluntad de Dios». Así «la relación autoridad-obediencia es un doble diálogo en paralelo, primero del superior con Dios; y también del que le obedece con Dios». «Un doble movimiento imprescindible para preparar la disposición interna de los dos sujetos». «Si esto faltara, no habría obediencia religiosa», interpeló, pues «¿Acaso Dios habla solamente en el corazón de los superiores, o lo hace en el de todos».
En la última parte de la jornada, la correspondiente a las preguntas que fueron abriendo un espacio de diálogo con religiosos que las formularon tanto desde puestos de gobierno como desde otros ámbitos, Martínez-Gayol fue detallando más hondamente las posibilidades de vivir el servicio de autoridad desde un clima de escucha, de respeto al Espíritu Santo y de participación. «El abuso de poder no tiene que ver con el gobierno y su capacidad de tomar decisiones», explicó. «No quiere decir que cuanto más se mande, más se abuse». «El abuso existe porque se manda mal. O porque, directamente, no se manda y se deja hacer».
En definitiva, «el abuso se dará cuando el gobierno se ejerza alejándose del ámbito del poder de Jesús, que es el de significar, es decir, poder de crear situaciones que abren nuevos horizontes de valoración, de encuentro con el Padre que es todo bondad, todo amor». «El poder de servir es el poder del hijo amado, es el poder de autolimitarse para no sacar beneficios de su condición de Hijo», concluyó.