“Quien pida muestras de esta fidelidad creativa, que salga a la luz y vea”, dijo Luis A. Gonzalo Díez, conductor de este coloquio, “porque siempre, y especialmente en la pandemia, son las mujeres quienes alimentan las esperanzas de nuestro pueblo”
Bajo el título ‘Esta generación pide un signo’, se reunieron las religiosas Liliana Franco, Teresa Maya y Xiskya Valladares en el coloquio de la tarde del segundo día de esta 50º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. Tres mujeres que están dando a luz signos nuevos de cuidado.
Liliana Franco: “El cuidado produce transformación”
Comenzó Lilana Franco, presidenta de la CLAR, con una conferencia en torno a la cultura del cuidado. “El cuidado es un arte que requiere de unas actitudes vitales. Paciencia, desvelos, atención a la vida. También supone habilidades relacionales y capacidad de proyección de los valores del Evangelio. Pero fundamentalmente surge de reconocer la existencia del otro”, afirmó. Por eso “Solo en la salida de sí mismo se puede dar el entrenamiento en el arte de cuidar”.
“De lo que se trata es de poder soñar juntos gracias a la cultura del cuidado que posibilite el cuidado de la vida”, añadió la superiora de la compañía de María “pues viendo cómo la trinidad es la primera comunidad de cuidados, podemos afirmar que al comienzo de todo está la relación. Y desde este principio, el estallido de la vida”.
Antes de finalizar, la religiosa colombiana quiso enumerar diez puntos para la cultura del cuidado. Diez opciones que se inician desde el reconocimiento de la presencia como lugar de gracia. “cuidar requiere estar”, afirmó. Además de estar, acompañar, “porque somos convocados con el encuentro del otro”. Como segunda opción del decálogo, la escucha, “actitud vital que nos ubica en el lugar del otro”. Seguidamente, optar por la palabra, “que es poner nombre a lo que se vive y hacer de la narración, terapia” y al mismo tiempo optar por la Palabra, con mayúscula. Quiso continuar enumerando la opción por el discernimiento, al ritmo del Espíritu Santo, ya la opción por abrir procesos ante la esterilidad de algunas de nuestras acciones. Finalmente, buscar siempre la dimensión comunitaria –“contemplarnos fraternalmente” – y salir de los sillones de las salas de televisión: “La salida misionera es el camino, pero con entrañas de misericordia. Siempre en función de los ecos de la realidad”. Ya en las periferias, la siguiente opción es la interioridad, “configurarse con Jesús en su mística del cuidado”. Por último, optar por la casa común como lugar de la manifestación de Dios. “Y este cuidado no da tregua. A todos nos compete empeñarnos en esta tarea. El rostro de la humanidad es cada vez más universal en la casa común”.
Teresa Maya: “Creemos en el futuro de la vida consagrada y la única manera de cuidarla es la colaboración”
El siguiente turno en el coloquio fue para Teresa Maya, expresidenta de LCWR –Conferencia de Liderazgo de Religiosas [Leadership Conference of Women Religious] por sus siglas en inglés–, que comenzó hablando de las conclusiones que acaban de publicar en la confederación de religiosas norteamericanas sobre las experiencias de colaboración que experimentan: “Dicen que las hermanas hablan con facilidad de la colaborar, pero no lo llevan a la práctica si no hay un fuerte liderazgo”. “E inicio así porque la colaboración en Estados Unidos es un proceso que sigue en camino. Sigue siendo un reto pasar del dicho al hecho, pasar a momentos y experiencias donde la colaboración se haga vida”, advirtió.
Para reconocer que la colaboración es el futuro, Maya echó la vista atrás e hizo memoria de distintos momentos históricos en los cuales cooperar fue crucial. En primer lugar, por las raíces históricas de la vida consagrada en Estados Unidos. “La vida Religiosa en Estados Unidos es vida religiosa de fronteras y tuvo que colaborar para sobrevivir”. No en vano, aseguró esta Doctora en Historia que ,“nuestras archivos congregacionales hablan de que en algún momento, otra congregación distinta a la nuestra nos ayudó frente a la amenaza protestante o frente al reto de la profesionalización de nuestros hospitales o universidades”. Del mismo modo, también trajo a la memoria aquella colaboración fraguada en la tensión que la vida religiosa femenina vivió con la jerarquía eclesiástica. “En parte, por esta causa, en los últimos cuarenta años se creó un frente común de solidaridad”. Tras unos años de vivencias tensionadas, a principios del siglo XX, la respuesta de la confederación de religiosas, basada en el diálogo contemplativo comunitario, fue una “verdadera lección de humildad. Algo que individualmente no podríamos haber visto nunca, pero que en cambio, juntas, fuimos capaces de intuir como un camino nuevo que entonces nos estaba abriendo el Espíritu”.
Finalmente, Maya quiso hablar de colaboración y cuidados mutuos poniendo un ejemplo de estos días. “Yo lo llamo colaboración desde la vulnerabilidad”. Y es que “llevamos años en que no dejan de acusarnos de un cierto suicidio carismático, frente a la escasez de vocaciones”. “Y si esto es cierto, nosotras aceptaremos la muerte confiadas en el Dios de la vida, que es lo más cristiano que podemos hacer. Preparase para morir con sentido es reconocer que la vida se transforma en Cristo”.
“Ahora bien, yo digo que creemos en el futuro. Lo movemos, buscamos e invertimos en él. Es cierto que cuidamos de sus semillas y brotes, y ya vemos señales de vida, por ejemplo, la intercongregacionalidad. Juntas sabemos que sí se puede”
Xiskya Valladares: “Hablar de red pertenece a nuestro ADN religioso”
Por último, tomó la palabra Xiskya Valladares, religiosa de la Pureza de María y cofundadora de iMisión, encargada de hablar de la de la cultura en red. “Eso es hablar de nuestros orígenes. Se trata de realidad antigua, pero cultura nueva que nos supone cultura nueva para los consagrados. Somos red y lo somos desde antiguo”, inició.
La cultura en red no debería extrañarnos sabiéndonos relacionales como somos, pero ¿qué características tiene? ¿Y qué retos supone? “Las redes son procesos compartidos de una realidad que es compleja, pero que precisa de apoyo mutuo, donde imperan las conexiones que rebasan las fronteras físicas”. Además “en la red, todos podemos aprender y enseñar. Sumando, conseguimos influencias y eficiencia del conjunto”. Por último “son redes oblicuas. No son verticales. Y son ‘digitalógicas’, es decir, lo analógico deja de tener sentido si no es conviviendo con lo digital. Son territorios híbridos”.
En cuanto a los retos para la vida consagrada, “exigen un cambio de mentalidad”, el cual, “debe estar presente en todas las etapas de formación”. También exigen “discernimientos comunitarios” y “estructuras sinodales”. Por último, Valladares, reflexionó que “si nuestro servicio es evangelizar, en el planeta digital tenemos ya otro espacio. Ahora, ¿cómo queremos estar en las redes? ¿Solo hablamos para dar a conocer nuestro carisma o buscamos poner en práctica nuestro verdadero servicio al mundo?