“Revisemos nuestro equipaje para que sea ligero”, exhortó el misionero, actual obispo de la diócesis de León
Tras la sesión de apertura y la presentación de estas jornadas, llegó la primera conferencia de esta 50º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada de la mano del claretiano Luis Ángel de las Heras, actualmente obispo de León. Una disertación que llevaba por título ‘La vida consagrada al paso del Pueblo de Dios’, que presentada por el misionero Carlos Martínez Oliveras, anterior director de esta casa, y que abundó en el ser más profundo de la Iglesia, que es Cristo mismo, camino indicado por el Padre por donde transita la Iglesia que peregrina en este mundo. “Abrámonos, esta tarde y siempre a los caminos de la vida y la comunión, más de obra que de palabra, para ensancharlos y para explorar otros nuevos por la senda del discernimiento y la sinodalidad”, comenzó el anterior presidente de CONFER.
Una conferencia estructurada en torno a tres apartados que fueron precedidos de un vídeo con un poema de Pedro Casaldáliga, llamado en el pasado mes de agosto a la casa del Padre, que introdujo cada el tema. Finalmente el misionero invitó a revisar el equipaje necesario para recorrer este sendero, procurando que sea ligero, preparando para ello hatillos misioneros. “Somos camino, somos misión”.
Vida consagrada en camino
Como parte de la Iglesia, la vida consagrada se comprende caminando. “Y se nos ha dado un espacio holgado para contribuir a la marcha de todo el Pueblo de Dios”, aseveró de las Heras, al tiempo que advertía seguidamente que “la imagen del camino para nosotros, los religiosos, no es una imagen de autocomplacencia, sino de donación generosa y gratuita. Debemos hacernos conscientes de que estamos en camino nosotros con el resto del pueblo de Dios, con hermanos y hermanas de otros carismas y formas de vida consagrada, con los seglares y con los pastores”. Y desde ese punto, la conferencia giró en torno al interrogante principal: ¿Qué modos de caminar o de compartir camino hoy contribuyen a la comunión e impulsan la marcha del Pueblo de Dios? A su juicio, tres. El primero, la misión compartida, “dejando a los laicos ser laicos y a los consagrados ser consagrados”, apuntó el obispo de León. Otro modo de caminar de vida consagrada que contribuye a la comunión es cuanto tiene la característica de la interacción y con ello se refirió a la interculturalidad, a la convivencia intergeneracional y a la intercongregacionalidad. “No podemos descuidar este camino adelantado de fraternidad universal”, apostilló al respecto. Como último modo de compartir camino, el prelado mencionó los esfuerzos de reorganización estructural, es decir, las uniones de provincias, cierres de comunidades y casas, o apertura de nuevas comunidades y proyectos. “Todo ello es muestra clara de que la vida consagrada siempre está en camino”.
Cristo es el camino
“Es importante resaltar la centralidad de nuestra vida, Cristo como camino, pues contribuimos a la comunión con el pueblo fiel de Dios aportando los rostros de Cristo contemplados por nuestros fundadores y fundadoras”, comenzó en la segunda parte de su conferencia “El camino vocacional de un cristiano ha de ser una continua vuelta al amor primero […] Y recorrer este Camino con el resto del pueblo de Dios es beber en la fuente y vivir cara al futuro, abrirse a la novedad y despertar a una nueva esperanza”. “Caminar por Cristo, como bien canta Casaldáliga, es dejarle ser a Él”, finalizó.
Camino de la casa de los pobres
El tercer punto de la conferencia versó sobre una vida consagrada en salida, que es samaritana en todos los carismas. “Caminar por Cristo hacia el Padre nos ha de llevar siempre a la casa de los pobres […] El Cristo-Camino que han recorrido nuestros fundadores nos lleva, como a ellos, a todas las pobrezas”. Por eso, “la vida consagrada que recorre el camino de Cristo ha de peregrinar por las periferias, sin acomodarse a ninguna. Es un servicio en marcha, bajando a las cunetas a buscar a los apaleados”. “Cuando nos descubrimos en otras casas, lejos de los pobres, debemos revisar nuestro corazón”.
“Como canta Casaldáliga en el poema que hemos escuchado al comienzo de este apartado, todos los corazones laten igual que el tuyo, como hermanos, peregrinos. Todos nos encontramos en el camino heridos de vida y quizá de muerte”, reflexionó. Este modo de caminar nos hace «conflictivamente hermanos / tiernamente compañeros» con los pobres, con los de la propia comunidad, con todos los miembros del pueblo de Dios.
Hatillos misioneros
A modo de despedida, el misionero claretiano invitó a tomar el hatillo “que significa partir y andar el camino”. Lo primero que se debiera coger entonces es, a juicio del religioso, el del discernimiento, pues tal como afirma también el papa Francisco “para saber si algo viene del Espíritu la única forma es el discernimiento”. Y en este sentido, la vida consagrada puede albergar y ofrecer “experiencia y sabiduría de discernimiento personal y comunitario, orante y reflexivo. Un discernimiento que libera de la rigidez, que crece en la paciencia de Dios y de sus tiempos, que no anestesia las conciencias y nos abre generosamente”, afirmó.
El segundo hatillo misionero “que podemos renovar” es el de la misericordia y la misión samaritana “que ha sido y es tan viva y rica en la vida consagrada”. “Un hatillo misionero bien provisto para caminar centrados en Dios y en la humanidad sufriente, de la que formamos parte”, concedió de las Heras.
Por último, quiso terminar con el hatillo misionero de la alegría y la esperanza. “Que sea una alegría que surge del encuentro con Cristo en la vida consagrada, del camino de configuración con Él; una alegría que contagie vida”.
“Que la vida consagrada sea escuela de futuro esperanzador para quienes se queden sin razones para esperar. Que crezca como camino de corazón abierto al mundo entero, estando en las fronteras y derribando fronteras. Que brille como luz de esperanza y valiente ternura en medio de la noche de la humanidad, que merece un amanecer de justicia, paz y abundancia, como Dios quiere y esa es su gloria”, abundó.