Gonzalo Fernández Sanz, cmf: “El nuevo paradigma digital no altera la sustancia de un estilo de vida que representa el de Jesús de Nazaret”
“Los consagrados, en el contexto digital, estamos llamados a ser hombres y mujeres buscadores (no solo cartógrafos), consagrados (no solo entretenidos), unidos (no solo enredados) y servidores-testigos (no solo consumidores)”, enunció el vicario general de la Congregación de los Misioneros Claretianos.
A las puertas de Pentecostés, comenzó el último día de la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada organizadas por el ITVR de los Misioneros Claretianos. Y lo hizo con una conferencia que llevaba por título ‘Espiritualidad de la vida consagrada en la sociedad de la información’, brillantemente expuesta por el vicario general de la Congregación, el misionero Gonzalo Fernández Sanz, cmf, que animaba a los consagrados con estas palabras: “Es probable que, en cierto sentido, nuestras comunidades y grupos de personas consagradas se parezcan a veces al cenáculo de Jerusalén, que permanece con las puertas cerradas “por miedo a los judíos”. También nosotros podemos experimentar una especie de miedo escénico ante este cambio de paradigma que supone la sociedad de la información, del conocimiento o digital. Nuestra tentación es permanecer recluidos, viviendo una espiritualidad a la defensiva, acentuando una y otra vez los riesgos y amenazas que supone. Pero Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo siempre quiere una Iglesia extrovertida, en salida, que abandone el cenáculo y aprenda a expresarse en las nuevas lenguas de la gente”, animó.
Espiritualidad, vida consagrada y sociedad de la información
En el título figuran tres conceptos que, debido a su amplio campo semántico, necesitan una mínima clarificación: espiritualidad, vida consagrada y sociedad de la información. Y a ello se dispuso el P. Fernández Sanz al inicio de su charla. Y además, “para sintonizar con el momento presente, tendríamos que añadir un cuarto elemento que no es solo coyuntural: la pandemia de Covid-19 y su cohorte de efectos colaterales”, añadió.
El primer término vino de la mano con un interrogante: “¿Estamos viviendo hoy, como señalan muchos especialistas, un renacer espiritual?”, de respuesta afirmativa, pues “son muchos los indicadores de este despertar espiritual”, concedió. Sobre el concepto de vida consagrada hay también numerosos enfoques, pero en pocas palabras, podemos definirlo como una forma estable de vida que representa el estilo de vida de Jesús. Respecto a la sociedad de la información, podría ser definida como “una sociedad que crece y se desarrolla en torno a la información y contribuye más a la creatividad intelectual humana que a la producción de bienes materiales. Los factores que impulsan esta nueva sociedad son el conocimiento, la innovación y el uso intensivo de las tecnologías de la información y comunicación”.
Una vez trazado el marco, tuvo lugar la pregunta que orientó la reflexión: ¿Qué rasgos principales podrían caracterizar la espiritualidad de los hombres y mujeres consagrados en este este nuevo contexto digital? Y para ello, el ponente dividió su reflexión en cuatro apartados. El primero de ellos, “buscadores, no solo cartógrafos”.
De la indiferencia a la búsqueda
“El verbo ‘buscar’ está muy ligado a la experiencia espiritual” afirmó el vicario de la Congregación de los claretianos. “La búsqueda de Dios no es la aventura de quien, partiendo del vacío, se interesa por un posible ser supremo, fundamento de todo, sino la de quien, atraído por su gracia, quiere conocer a Aquel que se ha insinuado como atracción, pregunta, anhelo, nostalgia o incluso angustia. No buscaríamos si, de alguna manera, no hubiésemos sido ya encontrados”. Sin embargo “en la sociedad digital, el verbo ‘buscar’ ha adquirido otro matiz. Se aplica, sobre todo, a la tarea de indagar y encontrar información en Internet a través de los llamados ‘motores de búsqueda’. Acostumbrados desde hace años a buscar de este modo casi todo lo que necesitamos, es impensable que este hábito digital no haya influido en nuestra concepción de la búsqueda espiritual”. En este punto, Fernández Sanz se cuestionó “¿Se puede encontrar también a Dios por esta vía y de este modo?”
“Nuestra experiencia espiritual, fruto de muchos años de aprendizaje, nos ha mostrado que para buscar a Dios se requieren algunas actitudes que parecen contradecir las que usamos en el mundo digital. Son, sobre todo, la humildad para aceptar algunas mediaciones (Dios no es inmediato), la paciencia para saber esperar (Dios no está al alcance de un clic) e incluso el sufrimiento (Dios es un ausente/presente). Si renunciáramos a vivir y compartir este aprendizaje, estaríamos privando a los internautas de la sabiduría que necesitan para buscar a Dios”, respondió. “Por otra parte, el gran desafío es suscitar la actitud de búsqueda cuando, por una parte, domina la indiferencia (sobre todo, en las sociedades muy secularizadas) y, por otra, se percibe un anhelo de espiritualidad que no siempre apunta a Dios, sino a la necesidad de encontrar un sentido a la vida”. “Pero los consagrados no estamos llamados a ser, en primer término, maestros de espiritualidad, sino buscadores de Dios”. Por ello, “lo que debería diferenciarnos en cuanto consagrados de los meros cartógrafos que dibujan mapas para los demás es la experiencia personal y la capacidad de discernir las señales e interrelacionar estos tres libros: el de una sensibilidad especial hacia la naturaleza, convirtiéndola de este modo en pedagoga en la búsqueda de Dios; el libro de la humanidad porque, por nuestro seguimiento de Jesús, somos “expertos en humanidad”. Y por último, el libro de la Palabra de Dios, brújula que nos acompaña en esta espiritualidad de la búsqueda”. Sobre este último, el claretiano concedió que “disponemos de enormes posibilidades formativas y orantes en el mundo digital. Podríamos decir que la red se ha convertido en una nueva ‘escuela de la Palabra’ y en ‘púlpito’ para su proclamación.
Consagrados, no solo entretenidos
“La espiritualidad implica, en primer lugar, una sana relación con nosotros mismos. Este autoconocimiento es imposible sin un viaje desde la superficialidad en la que vivimos a la profundidad de nuestro corazón, de nuestra interioridad”. Pero en este viaje, advirtió el religioso, “nos enfrentamos a una disyuntiva”. “Por una parte, la sociedad digital nos pone el mercado de ofertas al alcance de un clic. Cada vez que el aburrimiento llama a nuestra puerta, el mercado nos ofrece una gama infinita de formas de entretenimiento para divertirnos; es decir, para desviarnos de nuestro camino”. Frente a ello, “tendríamos que incluir en la ascética moderna formas regulares de ayuno digital”. “Por otra parte, somos conscientes de que la auténtica espiritualidad implica un viaje al interior, una transición de la superficialidad a la profundidad. Este viaje es imposible sin silencio, lo cual resulta arduo en una sociedad ruidosa como la nuestra”.
“La sociedad de la información ─ y, más concretamente, el mundo de Internet y de las redes sociales ─ permite y estimula la construcción de nuestra imagen digital-social. Dentro del giro copernicano hacia el yo, hemos pasado del subjetivismo moderno al egocentrismo posmoderno y ahora al narcisismo digital. Quizá por eso ya hay algunos que reivindican una vida ‘offline’”. Pero, por otra parte, bien es cierto también que “durante los meses de la pandemia, los consagrados nos hemos visto obligados a suprimir capítulos, asambleas y encuentros de diverso signo. O, en muchos casos, a sustituirlos por encuentros digitales telemáticos, donde estamos siempre viendo nuestro rostro, sobre todo cuando nos toca hablar y hemos escogido la opción “vista del hablante”. Este espejo permanente, aparte de desempolvar preocupaciones de tipo estético, nos convierte en destinatarios de nuestro propio mensaje”.
¿Cómo tomar conciencia de estos fenómenos y procesarlos espiritualmente desde nuestra experiencia de ser hombres y mujeres consagrados a Dios y, por tanto, con una clara identidad de hijos e hijas? “El sabernos consagrados significa que nuestra identidad proviene del hecho de que Dios Padre pronuncia sobre cada uno de nosotros las mismas palabras creadoras que sobre su hijo Jesús”. “Es decir, la espiritualidad de la vida consagrada nos empuja a valorar y agradecer lo que realmente somos desde la profundidad de nuestro ser, no desde la superficialidad de nuestra imagen digital”.
Por otra parte, ¿cómo nos presentamos en las redes? “construir una imagen digital a la medida de nuestros valores, deseos, expectativas y necesidades, lejos de ser un problema, constituye una oportunidad única, desafiante, para preguntarnos quiénes somos en realidad, de qué manera nuestra vocación de consagrados unifica y da sentido a las diversas “identidades” sociales y, sobre todo, cómo podemos codificar esta identidad de manera inteligible en el mundo digital”. “Así, el entorno digital constituye un fuerte reclamo a la autenticidad de nuestra vida consagrada precisamente porque se multiplican las amenazas y tentaciones”
Unidos, no solo enredados
“En tiempos de pandemia, el Papa insistía en la importancia de estar juntos, no solo comunicados, y La tecnología se puso al servicio de la comunicación”. “La comunicación digital se ha vuelto ubicua (podemos hacernos presentes en cualquier lugar) y sincrónica (pasado, presente y futuro confluyen en un momento), pero ¿nos está llevando la comunicación a una nueva y más profunda experiencia de comunión? ¿Está conduciéndonos la “revolución digital” a esa fraternidad universal?”. “Para no perdernos en puras teorías, es bueno aterrizar la reflexión en el marco de nuestras comunidades religiosas o en los ámbitos en los que nos movemos como personas consagradas”
Y respondió a su planteamiento con estas palabras: “Es verdad que en la red se pueden tejer relaciones personales con los distantes y que hay formas nuevas de “fraternidad digital” , pero paradójicamente, mientras se agranda el espacio social con los lejanos, se encoge con los cercanos. Entonces, ¿cómo vivir una verdadera espiritualidad de la comunión que nos permita salir del egocentrismo digital para encontrarnos con los demás?, pues si los consagrados somos “expertos en comunión”, esta experiencia tiene que traslucirse en nuestra manera de situarnos ante la red y en la red. Cabe, pues, una espiritualidad “en-red-ada”, de las siguientes características principales: la primera es pasar del “egocentrismo” que hace girar todo alrededor del yo al “ecosistema” en el que nos sabemos integrados en unidades mayores; la segunda, celebrar nuestra vocación de cuerpo, de comunidad global, y la posibilidad de hacer visible esta comunión en el espacio digital con otros miembros de nuestros institutos o de la Iglesia. Por último, mostrar con naturalidad nuestra condición de consagrados.
Además, puede añadirse que “deberíamos ensanchar el mundo de nuestras relaciones, creando espacios nuevos de dialogo, privilegiar la comunicación con quienes por su soledad o fragilidad (ancianos, enfermos, etc.) necesitan sentir una presencia amiga”. También, se debería “evitar que el excesivo consumo digital impida las relaciones con los miembros de la propia comunidad y cuidar mucho la cortesía digital en tiempos en los que se ha convertido en normal no responder los mensajes recibidos, interrumpir unilateralmente la comunicación, etc.”
Servidores, no solo consumidores
“La sociedad digital estimula la creatividad hasta el punto de que todos podemos ser al mismo tiempo receptores y emisores. Y bien es verdad que es un horizonte desde el que transmitir esperanza. En los meses duros de la pandemia muchos sacerdotes se sintieron “obligados” a transmitir las misas de su parroquia o a hacer vídeos sobre la liturgia dominical, pero con todo, a pesar de este boom creativo, el riesgo de limitarnos a ser meros “consumidores” sigue siendo muy alto. Entonces, ¿qué espiritualidad necesitamos para ser “servidores” y no meros “consumidores” de productos elaborados? ¿Cómo pasar de una actitud resignada a una nueva creatividad evangelizadora en este inmenso areópago?”.
En este punto, el P. Fernández Sanz, trajo cuatro indicaciones: “Frente al peligro de hacer una información de “corta y pega”, preconfeccionada, necesitamos un enfoque narrativo que parta de la experiencia vivida”, resolvió en primer término. En segundo lugar, “Para evitar el riesgo del consumismo espiritual, necesitamos cultivar una espiritualidad de la cercanía”. El tercer punto, precisa tener en cuenta que la espiritualidad de la vida consagrada evita, como por instinto, la mera acumulación de estímulos. Finalmente, “Los consagrados, presentes en todo el mundo, a menudo en lugares periféricos, podemos ser artesanos de paz, justicia, reconciliación y trabajar por la casa común de una manera más global y eficaz”, abundó.