(fuente: claretianos.es)
“La centralidad de Jesucristo en el cristianismo se proyecta sobre la centralidad de Jesucristo en la vida consagrada. Desde lo que somos, desde lo que hacemos, la vida consagrada no tiene otro centro que Jesucristo”. Esta fue la principal reflexión que quiso compartir el reconocido teólogo Ángel Cordovilla en la conferencia pronunciada en la tarde de ayer en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid dentro del ciclo ‘Los Jueves del ITVR’.
Sus palabras, nacidas en la cuna de la reflexión, pretendieron desentrañar la más difícil de las encrucijadas sobre las que pivota la vida religiosa, es decir, la crisis de la identidad. Una encrucijada estrictamente teológica que ahondó en torno a la pregunta del quiénes somos y que el experto profesor, doctor en teología por la Universidad Gregoriana de Roma, desmenuzó en tres dimensiones, “diferenciadas, pero en profunda unidad”.
Así, en primer término, comenzó abordando la centralidad ontológica, “es decir, la que tiene que ver con nuestro ser cristiano”, que parte de Jesucristo. “Él es el centro del ser cristiano y desde este centro hay que entender la vida consagrada”, alertó. Y parafraseando al sacerdote y académico Romano Guardini, expuso que “El cristianismo no es una interpretación de la vida. Su esencia está constituida por Jesús. También su existencia, su obra y su destino. Es decir, está constituido por una persona histórica. No hay doctrina, ni actitud religiosa, ni orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y luego decir que es cristiano. Lo cristiano es Él mismo y la relación que el hombre tiene por Él con Dios”. Seguidamente, Cordovilla pasó a especificar las diferentes formas de vida cristiana: ministerio apostólico, vida laical y vida consagrada, para detenerse en nuestro modo singular de seguimiento. Así, “si el carisma del servicio presbiteral se centra en el partir del pan y el de la vida laical, en poner la mesa y disponer el servicio, el de la vida consagrada anticipará la mesa del último día”, continuó. “la vida consagrada es aguijón escatológico. Es radicalización de la consagración bautismal”, proseguía relacionando el sacramento con la emisión de profesión. “La consagración religiosa y su relación con la consagración bautismal se expresa en términos de íntimo fundamento”.
En segundo lugar, el profesor y teólogo pasó a desgranar lo que él denominó “la centralidad existencial, es decir, la que tienen que ver con cómo se desarrolla la primera a la que me he referido”. Así, “la ineludible centralidad de Cristo aparece en la forma de vida concreta que expresa la consagración bautismal”. De tal modo, Cordovilla se refería al seguimiento de Cristo y la aceptación de los consejos evangélicos como realidades que expresan y determinan la vida consagrada. “Ser cristiano es ser seguidor de Cristo, pero también es ser ‘en Cristo’ por el bautismo, y participar de su misterio pascual. Esto que se expresa en términos ontológicos y sacramentales, ha de ser vivido en términos de seguimiento, de camino”.
“Todas las actividades de la vida consagrada, sus obras y apostolados son mediaciones derivadas. No debemos ‘funcionalizarnos’”, advirtió. “No perdamos la raíz. El cristianismo es Cristo, porque nadie se consagra a una idea, ni a un proyecto ni tan siquiera a una misión. La vida consagrada tiene sentido si está unida a la persona de Cristo, porque esa persona antes me ha amado y se ha entregado por mí”.
Finalmente, “la centralidad misionera”. “La consagración es para la misión; y la misión es esencial para entender la vida de Jesucristo y de sus discípulos, o sea, la nuestra. La existencia del consagrado se manifiesta en su acción y en su misión” comenzó explicando la centralidad de Cristo en cuanto a esta perspectiva misionera y escatológica. ¿Y cuál es la misión fundamental de Jesús?, planteaba. “Que Dios ha comenzado a ejercer su soberanía”, respondió, aunque advirtiendo al tiempo que “la misión de Jesucristo se prolonga en la obra de recapitulación de toda la realidad, por eso la consagración es apertura al futuro”. “Aquí la vida consagrada encuentra su vocación más específica”. El profesor quiso abundar en este punto exponiendo que “la recapitulación apunta al misterio de encarnación, al misterio pascual y a la obra definitiva. Encarnación porque es comunión. Misterio pascual porque el Hijo realiza la obra de reconciliación, separando la muerte de la vida; y finalmente tanto la encarnación como el misterio pascual son anticipación de la recapitulación definitiva, cuando Cristo sea Todo en todos”. En esta última sentencia es “donde encuentra su anclaje la vida consagrada”, pero a renglón seguido consideró preciso aclarar que “la escatología no tiene nada que ver con el fin, sino que remite a la persona de Cristo como la plenitud de la criatura, a ese estado de consumación al que está llamado la creación. No es obsesión por el futuro, sino la plenitud que nos ha sido descubierta en Jesucristo”. “Así, la vocación a la vida consagrada otorgará al mundo la esperanza desde la cual pueda exclamar ‘Maranatha’”.