La primera conferencia del último día corrió a cargo del sacerdote agustino Santiago Sierra Rubio. El filósofo pronunció una magistral ponencia que bajo el título ‘Ordenar el corazón. Orden y desorden en las edades de la vida’, se centró en la doctrina de san Agustín, que en su vida experimentó la dispersión y el desorden existencial y que se fue recuperando desde la interioridad y el empeño por poner orden en el amor y los deseos.
Así, a fin de ofrecer un diagnóstico de algunos de los problemas actuales de la vida religiosa, el profesor se valió de la figura del santo considerado «Doctor de la Gracia» para detectar causas y conflictos de carácter antropológico que golpean nuestras comunidades. “No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende”, enunció parafraseando al santo de Hipona.
Introduciéndose en el núcleo de su charla, el profesor Sierra Rubio entró a definir el sintagma que da título a su charla, “ordenar el corazón”, no sin antes deteniéndose en la importancia debida al primado del amor, “porque valorar el corazón es interesarse por lo afectivo”, explicaba. “Para Agustín, el primado del amor es fundamental; amar y ser amado es uno de los anhelos más profundos”, -proseguía el religioso dictando ‘Confesiones’-, pero sabiendo a la vez que “es Dios mismo el que, habiendo hecho cada corazón, lo ordena hacia la unidad”.
Podemos afirmar entonces “que poner orden en el amor es tarea principal de la vida cristiana”, y a la vez, “que todas las virtudes, que son el camino de la felicidad, se reducen al amor”. Y de ahí se infiere que “si las virtudes son amor, Agustín deduce que la virtud es amor ordenado, o mejor, el orden en el amor”.
Que el hombre no puede vivir sin amor está claro en la espiritualidad agustiniana y en una sana antropología: “No existe nadie que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama”, razonaba Sierra Rubio. Por tanto, no se nos invita a no amar, sino a elegir lo que vamos a amar. “Pero ¿qué vamos a elegir, a no ser que antes seamos elegidos nosotros? De hecho, no amamos si antes no somos amados”, concluía.
Para concluir, el filósofo pasó a definir el modo en que ordenar el corazón estableciendo la diferencia entre ‘usar’ y ‘gozar’. “Gozar es adherirse a una cosa por amor a ella misma, mientras que usar consiste en dirigirse a la consecución de lo que se ama, si merece ser amado, aquello de que nos servimos”, distinguía. Y desde esta diferenciación podrán entenderse los conceptos, “fundamentales en su pensamiento”, de la amistad y la comunidad. “La amistad -razonaba el conferenciante- creo que debe entenderse como unidad de almas que exige la unidad de pensamiento, de corazones y de quereres. Como vemos desde la amistad alcanzamos la caridad fraterna como en un proceso natural. Agustín sigue hablando de la amistad, y creo que es legítimo hacerlo, pero sabiendo que esta amistad es en Dios y desde Dios, que es el autor de toda amistad y es el que puede ordenar toda clase de amor”, refirió abriendo la puerta al concepto agustiniano de caridad. “Si Dios es el primero en nuestra escala de valores todo adquiere armonía y belleza”, concluyó.