“Quisiera profundizar en el sentido del tiempo en nuestra historia cristiana y en nuestra consagración”, comenzó animando el profesor Ricardo de Luis Carballada, responsable de impartir la primera conferencia de este viernes, tercer día de la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. El religioso dominico y anterior prior de San Esteban, añadió: “Nuestras relaciones no son accidentes, son algo que nos constituye. En mi caso, mi vocación dominica, en primer lugar, y el haber nacido en León, por supuesto”, afirmó creando un ambiente distendido para con la sala, repleta, como en los días anteriores, de cientos de religiosos, muchos de ellos jóvenes.
Así, en la charla, que ha llevado por título ‘La peregrinación: una categoría para entender y vivir la misión de la vida consagrada’, el experto ha defendido nuestra condición peregrinante en el tiempo. “La peregrinación es una aproximación a lo sagrado, a Dios, en cuyo itinerario se desarrolla un proceso de transformación personal, que puede ser presentado como un proceso de santidad o purificación”, definió.
El profesor de teología de distintas universidades españolas, entre ellas la Pontificia de Salamanca, subrayó el ser nómada de Abraham, nuestro padre en la fe. “Abraham peregrinó por la tierra prometida como por tierra extraña, habitando en tiendas, pues esperaba la ciudad construida por Dios”. “Creo que no hay mejor texto para explicar nuestra vocación de consagrados, y así estoy convencido de poder cambiar el nombre de Abraham por cualquiera de los nuestros”.
La lectura de nuestro ser cristiano como peregrino que sabe hacia dónde camina, hacia Jesús, conlleva también emprender un itinerario del cual desconocemos los contornos últimos. “Si cuando yo fui novicio me hubieran llegado a decir la cantidad de encuentros gozosos que me han sorprendido estos años, ni me lo hubiera imaginado”. “La vida consagrada es una vida abierta”, resolvió.
Por otra parte, la fe nos pone en situación de provisionalidad. “En ningún lugar de la tierra podrá encontrar el creyente acomodo. Fijaos que ni en la tierra prometida encontraremos asiento, y, es más, ningún logro deberá ser tomado como estación de llegada. El cristianismo nos propone una vida en tiendas de campaña”. “¡Ojalá demos la misma forma de la tienda del encuentro a nuestras habitaciones y celdas!; ¡Y también, con más razón, a nuestros corazones!”
Y la razón para esta vida nómada no es insatisfacción pueril. Tampoco es deseo posmodernos de acumular nuevas experiencias. “La verdadera razón se encuentra en el contenido de la experiencia cristiana, es decir, en la esperanza cristiana, un lugar más allá de la realidad conocida; más allá de la realidad que nos puede ofrecer el mundo”, definió De Luis. “Buscamos una realidad que todavía no ha sido constituida en la tierra”, exhortó. “Pero, ojo, no es ninguna huida de la realidad histórica, sino que se trata más bien de encontrar un destino al que conducir nuestra historia, pues nuestra esperanza es transformadora para nuestra realidad, es esperanza activa”.
El director adjunto de la editorial San Esteban también quiso tratar el tema de la relación del cristianismo con el tiempo citando al teólogo alemán Johann Baptist Metz. “La vida cristiana es atracción por el futuro, mas no por el pasado, pues la memoria cristiana es el polo de atracción a un futuro nuevo”, expresó. Así, “del contenido de la esperanza cristina tenemos una expresión difusa, solo en la lejanía. Si tuviéramos esto más claro, nos ahorraríamos muchos disgustos en la vida consagrada, pues si hacemos caso al texto de la Epístola a los Hebreos, nunca alcanzaremos del todo los ideales de nuestra vida comunitaria, y este es el motivo y dinamismo que hace que cada día nos esforcemos más en llegar a la plenitud”. “El tiempo del cristiano es el que se da entre la llamada primera y la llegada de la plenitud, un entretiempo en el que todos seremos transformados”, animó. “Vivimos como peregrinos en el tiempo de la transformación: transformación personal y transformación histórica de nuestro mundo”.