“Hagamos por un momento el ejercicio de aparcar el lenguaje académico, olvidando el bisturí de los conceptos, las categorías, los análisis, las deducciones, los pequeños resúmenes y las grandes síntesis, para dejar que fluya, como se decía a sí mismo Don Quijote, la razón de la sinrazón”, invitó el P. Antonio Bellella al término de la 51º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. El misionero claretiano y director del ITVR, o dicho de otro modo, la persona sobre recayeron todas las felicitaciones por la buena organización y elección de las conferencias que tanto bien han hecho a los más de dos mil religiosos durante estos cuatro días, animaba a contarnos primero a nosotros mismos y luego transmitir a los demás aquello que hemos visto y oído en estos cuatro días intensos “¿Por qué no despertamos nuestra capacidad de asombro y, renunciando por un momento a meter el dedo en la llaga, como exigía el apóstol Tomás, intentamos sintonizar con los momentos, los hechos, las situaciones que desde el pasado miércoles han avivado la fuente del deseo profundo que nos motiva, han tocado la vivencia interna que nos sostiene y han dado aliento a la experiencia que articula nuestra cotidianeidad?”, preguntó. Y a renglón seguido, respondió él mismo diciendo que “He visto un pantone, el otro icono de esta 51ª Semana, un abanico de relaciones, una paleta de colores desplegada, sostenida por unas manos (me gusta pensar que son las de Dios) y abierta para que todos puedan contemplarla: distintos colores, distintas tonalidades, distintas mentalidades, distintos enfoques, distintos efectos y distintas dimensiones… Todas relacionadas entre sí”.
“No me duelen los oídos de haber oído muchas veces la primera persona del plural del presente de indicativo del verbo ser: somos. Somos de Cristo, somos relación, somos en relación, somos hijos e hijas, somos hermanos y hermanas, somos peregrinos y peregrinas, somos cuidadores y cuidadoras, somos adoradores y adoradoras. ¡Qué bien suena decir somos! ¡Qué importante es subrayar el sentido de pertenencia! ¡Qué grande es vivirse en vinculación!”, expresó al mismo tiempo que se alegraba al constatar que esta 51º Semana ha sido la de los jóvenes, “donde casi el 50 % de los asistentes a nuestra Asamblea tiene menos de 35 años”.
“Es verdad que no hemos tratado monográficamente el tema de sinodalidad en este encuentro, pero ciertamente salimos de él con la conciencia clara de lo que la sinodalidad significa y con las claves para entender mejor qué supone y significa el camino de la Iglesia en siglo XXI. La sinodalidad no puede ser un maquillaje, o un contorno de ojos que camufle las arrugas del rostro; solo si somos relación y somos en relación caminaremos juntos en participación, comunión y misión”, exhortó.
“Hemos empezado a construir caminos. ¡Cuánto nos queda pendiente de reflexionar! ¡Cuánto nos falta por aprender! Pero, al mismo tiempo, permitidme una pequeña metáfora, nos llevamos una semilla de luz, el fermento interno de la conciencia renovada de la transversalidad de la relación. Es como si en el centro de esta aula se hubiera roto un espejo y cada uno, cada una, se llevara una esquirla de la luz de esa verdad relacional que es el espejo integro, y que nosotros, solo caminando juntos, en relación profundizada y enriquecida, continuando la reflexión, podremos contribuir a recomponer para volver a mirarnos en él”.
“También he aprendido el que el anuncio del Evangelio es fundamentalmente una propuesta relacional, y que la relación con Dios y con su hijo Jesucristo, en el Espíritu, posibilita la evangelización; que solo con concienciarnos de que somos hijos e hijas, hermanos y hermanas, peregrinos y peregrinas, cuidadores y adoradores ya estamos evangelizando, ya estamos haciendo una nueva propuesta de vida, ya estamos proponiendo reformas de estructuras y colaborando en la construcción de un mundo. Porque para evangelizar no basta con llenar las iglesias, ni noviciados. Evangelizar es amar, y amar es vivir una relación nueva, la que nos descubre la Pascua que estamos celebrando”.