Partiendo de la definición que describe Benedicto XVI sobre la actual crisis de fe, - “sobre todo, una crisis de la esperanza cristiana”-, el profesor Mariano Delgado (Universidad de Friburgo, Suiza) comenzó la última conferencia de la tarde de hoy advirtiendo de que en un diálogo con el hombre de hoy “hay que ser sincero, reconociendo que esperamos más de lo que sabemos por propia experiencia, pero que estamos invitados a creer en la palabra de Jesucristo, que no es un embaucador, sino un maestro de doctrina y vida”.
Para Delgado, en la línea marcada por el Concilio Vaticano II, “la Iglesia no ha elegido el camino de la doctrina dogmático-moral y de la crítica con respecto al hombre contemporáneo”, sino el del “diálogo con él”, que quiere practicar “con la voz dulce y amable de la caridad pastoral”, para “escuchar y comprender”, y con el fin de “servir”. Así, “el conocimiento de Dios y el conocimiento del hombre, el amor a Dios y el amor al hombre son inseparables”.
A renglón seguido, el erudito profesor pasó a hablar primero de la esperanza contrafáctica de un mundo mejor que se rija por los valores mesiánicos, porque “a pesar de la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Jesús como Hijo eterno e imagen visible de Dios-Padre, el mundo no parece estar aún salvado, y la dura batalla contra el poder de las tinieblas durará hasta el día final”. “Por eso debemos esforzarnos constantemente para acatar el bien, así como por mantener viva la esperanza contrafáctica de que en la dramática lucha de la historia el Cordero será finalmente más fuerte que el Dragón”.
Una nueva época
“Desde el Concilio nos encontramos también en el umbral de una nueva época de la Iglesia”, aseveró el profesor. Y así también “hoy es muy importante implorar al Espíritu Santo para que nos guíe cada vez más a la verdad plena”, pero también “para que la Iglesia sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios” y “para que se despida claramente de la forma medieval, como dejó entrever el Concilio”. Para Delgado, “el anhelo de un mundo y una Iglesia mejores ha estado y está bien presente en la Historia de la Iglesia […] Y ahora tenemos un Papa con el que parece haber vuelto la confianza en el hombre y el sueño de una Iglesia de los pobres”.
Finalmente, el profesor -tres veces doctor- trató la esperanza en la resurrección y seguidamente abordó unas reflexiones sobre el Juicio Final como mensaje de esperanza. “El tema del Juicio Final no está hoy tan omnipresente como en otras épocas de la Historia de la Iglesia”, inició Delgado. “Los sociólogos de la religión lamentan la reducción al lado luminoso y bueno que se ha producido desde la Ilustración". Y algo queda todavía, a juicio del conferenciante: “la pérdida del recto temor de Dios”, que, lamentablemente, “será reivindicado, a su manera, por grupos fundamentalistas”. Sin embargo, “el mensaje del Juicio Final como conclusión de la historia es una fuente de esperanza subversiva contra toda esperanza en el Dios justo y misericordioso”. De tal modo, citando a Bartolomé de Las Casas, Delgado aseveró que “el Juicio Final es un acto liberador que promete una esperanza imperdible a todas las víctimas que sufren la injusticia”. Esa debería ser nuestra esperanza, “la de un pastorcico, fuente de todas las gracias, que quiere salvar a todos, también después de la muerte”.
El Reino de Dios en este mundo, la vida eterna gracias a la victoria de Cristo sobre la muerte y el Juicio Final como último acto salvador del amor y de la misericordia de Dios son razones que nos mueven a la esperanza, “nuestra esperanza, de la que siempre hemos de estar dispuestos a dar razón”, advertía Delgado. Por ello, “conviene velar, para que no se seque el manantial de la esperanza”, labor es tarea de todos los cristianos, “aunque atañe especialmente de la vida consagrada”, concluyó.