“No puede afirmarse que este medio siglo [el tiempo que va desde la clausura del Concilio Vaticano II hasta el tiempo presente, y en cuyo centro cronológico se sitúa la Exhortación ‘Vita Consecrata’] haya pasado en vano, pues la historia reciente abunda en lecciones imposibles de ignorar. Los tiempos críticos han sido siempre fecundos, y han puesto de relieve, de manera casi descarnada, los elementos sustantivos: lo imprescindible. Por este motivo, la coyuntura actual de la vida consagrada se recordará como una época fecunda de su secular trayectoria. Una especie de punto de confluencia entre un pasado muy rico y un futuro desafiante”. Con estas palabras se expresaba el director del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid (ITVR) en el ciclo de conferencias que comenzara hace tres semanas, y que se ofrecerán puntualmente cada jueves, hasta el primero de diciembre, en versión presencial y ‘online’.
Así, Antonio Bellella, cmf, doctor en Historia de la Iglesia, hilvanó una charla que, bajo el título ‘Una historia que recordar, una historia que construir’, recorrió el antes, el durante y el después de la publicación de ‘Vita Consecrata’, un documento fundamental para entender la compleja y desafiante situación que ha atravesado la vida consagrada en las últimas décadas.
Y comenzó el religioso inspirándose en la experiencia de Elías en la cueva del monte Horeb para así evocar las características de este momento singular en la vida de los consagrados y su peculiar modo de ser Iglesia. “El texto habla primero de un viento fuerte que, aplicado a nuestro tema, puede aludir a los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando cundió la desorientación, hubo un número de abandonos desalentador y se experimentó una pérdida progresiva de relevancia social”. “Simultáneamente, -continuó el religioso- el fuego fue consumiendo las fuerzas y quemando a muchos durante lustros de polémicas espirituales e intelectuales”.
“En los años 90 del siglo XX y en nuestro siglo XXI, el terremoto llegó cuando los noviciados se vaciaron y arrastradas por la corriente de los pesares, muchas ilusiones se derrumbaron”. A propósito de este tema, quiso el claretiano matizar la dureza de algunas críticas de personas afines a la vida consagrada, “hasta el punto de utilizar algunos giros de palabras que sonaban a antiguas maldiciones, como si Dios retirase su favor a los consagrados, los castigara abiertamente y los condenase a la desaparición porque habían tomado una deriva claramente contrastante con su tradición y con lo que la Iglesia esperaba de ello”. Críticas que, a la postre, “han terminado por hacer mella en la sensibilidad de las personas consagradas. Hoy en día, en cualquier reunión informal de consagrados, no es extraño encontrar unas cuantas personas incapaces de oponer resistencia al pesimismo y superar la pesadumbre”, lamentó.
A renglón seguido, y retomando la experiencia de Elías, el religioso expresó cómo “el profeta cambia de actitud cuando, gracias a la brisa, hace caso a una voz que le pide que salga de la gruta porque va a pasar el Señor”. Así, “al igual que Elías, los consagrados también hemos visto o intuido leves señales que nos invitaban a abandonar todas las cuevas. Ha crecido así nuestra sed de autenticidad, de esencialidad, de calidad evangélica; es decir, los deseos de ir a lo sustantivo”, interpeló.
Y es que para el director del ITVR, “aún en medio de una precariedad creciente, la tentación de resignarse y resabiarse no se ha impuesto en un porcentaje alto de consagrados”. “La crisis ha generado además una actitud de humildad, de serena transformación y de aceptación del anonimato. Hoy, incluso, se ha llegado a aceptar con ánimo sosegado la posibilidad de diluirse o desaparecer” incidió.
Lo que queda patente es, por tanto, que “las búsquedas y el diálogo abierto se han intensificado”. Siguiendo con este razonamiento, para explicar en qué han consistido aquellas búsquedas, el claretiano hizo referencia al “durante y al después de la exhortación de san Juan Pablo II”.
Una valoración serena
“’Vita Consecrata’ hizo una valoración serena”, comenzó Bellella. “Se partía de la constatación de que, en menos de treinta años, la vida consagrada había perdido efectivos y seguridades, pero también estaba discerniendo sobre lo que es fundamental para su modo de vida en la Iglesia, esforzándose por encontrar respuestas comunes a problemas de todos”. Por tanto, para el claretiano, la exhortación, “se convirtió muy pronto en un punto de referencia, a la vez que una plataforma de salida desde la cual las personas consagradas afrontaban el nuevo milenio”. La mejor prueba para sostener su afirmación se infiere del hecho de que “estos veinticinco años que han pasado desde entonces no han visto como los consagrados asistían impasibles a una cotidianidad cada vez más desafiante, sino que los ha encontrado dinámicos, creativos, realistas y esperanzados”, puntualizó.
De tal modo, ya en el tercer punto de su conferencia, el P. Bellella quiso presentar sintéticamente los resultados de este cuarto de siglo de búsquedas y discernimientos realizados por los consagrados. “El primero de ellos puede englobarse dentro de la palabra ‘refundación’, que a juicio del religioso se trata de una “fidelidad dinámica y creativa que concreta la renovación sin romper la estructura, pero sí modificándola en lo necesario”. A la refundación siguió el gran movimiento de ‘reorganización organizativa’, “pues el mapa europeo y americano de las congregaciones cambió en pocos años y las congregaciones con implantación internacional hubieron de reconocer el peso real de sus instituciones”. Seguidamente, el claretiano subrayaba que “el debate sobre la adaptación y renovación se replanteó en los diez últimos años con ocasión de la creciente reflexión sobre los ‘nuevos paradigmas’ y la innovación”. Así, “la propuesta de innovar conforme a la nueva realidad social es un capítulo más en el eterno empeño, propiamente cristiano y característico de los consagrados, de responder al dogma fundamental del cristianismo: el de la encarnación”.
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Para Bellella “el cambio más significativo de la Vida Consagrada en los últimos años ha sido el humano”, pues “las congregaciones han experimentado un florecimiento vocacional en lugares donde la nueva realidad de la vida consagrada está cada vez más presente y trae consigo una serie de cambios”. A ojos del religioso, éstos son términos muy presentes en diversos documentos pontificios y en conversaciones entre consagrados. “Hablo de la ‘sinodalidad”, ‘intercongregacionalidad’ e ‘interculturalidad’”. “Hoy la Iglesia se vive y aprende con los lenguajes de cada cultura”, subrayó.
Por último, esta serie de tres discernimientos finaliza cuando hablamos de los elementos antropológicos, sin duda los más importantes, pues “no existe el futuro sin las personas”. Así, en primer plano nos encontramos con la ‘humanidad’. “La parábola del Buen samaritano y el lavatorio de los pies han sido cruciales para crear una nueva identidad de los consagrados”. Seguidamente, la ‘proximidad’, que es “pasión por la humanidad”. Por último, la ‘proactividad’, pues la vida consagrada necesitaba “tomar el control de forma activa y decidir qué hacer en cada momento”, finalizó.