La consideración de la persona consagrada como un ser abierto y relacional ha sido el motor que ha impulsado el tema principal de cada una de las cinco últimas Semanas de Vida Consagrada que organiza nuestra Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid. Sin embargo, en la construcción de este pequeño edificio, en el que emerge un contexto eclesial que propone la sinodalidad como praxis, aún faltaba una piedra angular, la del corazón, en cuanto «fuente y raíz de las fuerzas, convicciones y pasiones del ser humano» (DN 9). “En esta ocasión -anunciaba el P. Antonio Bellella, director de las jornadas de este año, al inicio de la intervención que presentaba esta 54º edición- queremos ponerlo en primer plano respondiendo a la interpelación de la encíclica Dilexit Nos (2): «Necesitamos recuperar la importancia del corazón”.
Así, y tal como estaba previsto, la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada comenzó en la mañana de hoy congregando a un nutrido grupo de consagrados que fueron llenando desde primera hora las casi trescientas butacas del Aula Magna de la Universidad San Pablo-CEU, en Madrid; y, de igual manera, como en años anteriores, también los cientos de salones virtuales que pudieron seguir tantas otras comunidades inscritas a través de la modalidad online. De tal modo, bajo el título ‘Lo afectivo es lo efectivo. Fuerza y drama de la afectividad en la Vida Consagrada’, la sesión de apertura arrancó con los saludos institucionales que corrieron a cargo de Mons. Bernardito Auza, del Card. Aquilino Bocos -que por razones de cargo no pudo hacerse presente, pero envió sus palabras-, el P. Adolfo Lamata, la Hna. María José Tuñón, Don Román Ángel Pardo, Hno. Jesús Miguel Zamora, y el mismo director del ITVR, P. Antonio Bellella.
Antes de oír sus alocuciones, la sala se unió al luto por el reciente fallecimiento del papa Francisco, ofreciendo un responso por el eterno descanso del sucesor de Pedro. Un sentido momento tras el cual se hizo memoria de las palabras que Bergoglio envió cinco años atrás a la Semana Nacional del año 2020, cuando el pontífice pedía a la vida consagrada discernimiento, coraje apostólico y oración. “Os reunís para buscar juntos y no andar perdiéndoos en ideologías, miedos y diálogos que dejan fuera al Espíritu Santo”. “Al contrario, pónganse a tiro del Espíritu Santo”, exhortaba Bergoglio. Y, a continuación, como viene siendo habitual, se hizo una pequeña oración preparada por los alumnos del instituto de Vida Religiosa, como inicio de las sesiones del día.
Seguidamente tomó la palabra Mons. Bernardito Auza, quien desde el mes pasado recibió la encomienda de Nuncio de su Santidad ante la Unión Europea, pero que hasta el próximo 20 de mayo continuará residiendo en nuestro país. Así, en el que seguramente sea su último saludo a estas jornadas que organizan los Misioneros Claretianos, “a quienes tanto cariño guardo”, Auza pidió a la vida consagrada “recuperar la poesía”, y leyendo los números décimo y decimoprimero de encíclica ‘Dilexit nos’, continuaba recordando que “cuando no se aprecia el corazón, se pierden las respuestas que con la sola inteligencia no podemos darnos”. La última encíclica del papa Francisco fue también protagonista en la intervención del Card. Bocos, leída por el P. Gonzalo Fernández, quien como superior de la comunidad religiosa donde vive el prelado tomó la palabra para poner de manifiesto la importancia del tema y del programa elegido. Y así, tal y como dejó escrito Bergoglio, advirtió del riesgo que corre el hombre contemporáneo trastornado, dividido, casi privado de un principio interior capaz de generar unidad y armonía en su ser y en su obrar. “En esta problemática también nosotros nos hallamos inmersos, y por ello urge una respuesta que con competencia los ponentes sabrán formular”, concluía.
A renglón seguido, saludó a la asamblea la Hna. María José Tuñón, responsable de la Secretaría de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, y tras ella Don Román Ángel Pardo, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca desde el pasado mes de noviembre. “Amo, luego existo”, explicaba el sacerdote burgalés, “pues de no ser así, no saldríamos del solipsismo”. Por su parte, el Hno. Jesús Miguel Zamora, FSC, secretario de la Conferencia Española de Religiosos Españoles, constató que “estas jornadas nos sitúan frente a uno de los temas que más nos importan”. Finalmente, el P. Adolfo Lamata, superior mayor de la provincia claretiana de Santiago, pronunció unas palabras que vincularon el afecto a todas las dimensiones de la persona, es decir, “a nuestros vínculos y al universo de nuestra vida, y también de nuestra fe” que, no olvidemos, “es una fe encarnada”.
En efecto, tal y como recordó el P. Bellella para cerrar la sesión de apertura de esta Semana Nacional para la Vida Consagrada, “la urdimbre de nuestro ser son los afectos”, y por ello la afectividad se vuelve un tema central en la vida consagrada. “La sensibilidad de la vida consagrada ha cambiado tanto que casi nadie niega la congruencia de la expresión «lo afectivo es lo efectivo», descubriendo en la complejidad del mundo afectivo tanto una fuerza como un drama”. Ahora bien, “muchos sienten aún una cierta incomodidad ante la relativa volatilidad e inseguridad que, de algún modo, evoca todo aquello que se basa en la subjetividad y la afectividad”. “Se sigue mirando con cierta desconfianza a quien pone en primer plano el complejo mundo afectivo de la persona; se sigue pensando que es posible construir la persona y acompañar su proceso, prescindiendo o relativizando su dimensión afectiva”. Y precisamente aquí́ radica la pertinencia de reflexionar sobre este tema. “Formar la afectividad es una ardua tarea de vida; no formarla es caminar hacia el abismo”, concluyó.
La jornada de esta mañana concluyó con la eucaristía de inauguración de esta 54 semana de vida consagrada. Fue presidida por don Vicente Martín, obispo auxiliar de Madrid, en la cual agradeció la presencia de la vida consagrada en la iglesia y, especialmente, en la diócesis de Madrid, animando a que los consagrados y consagradas sigan siendo expresión del amor afectivo de Dios
David Cabrera, SJ: “Solo podremos hablar de lo afectivo desde lo que somos, y no de lo que hacemos”
Tras el descanso, el P. David Cabrera, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, pronunció una hermosa conferencia que llevaba por título ‘Fuerza y drama de la afectividad de la vida consagrada’. “Tengo la impresión de que llevamos años hablando de este tema”, comenzó el religioso jesuita, ofreciendo la ponencia marco de estas jornadas, abordando el mundo afectivo desde la óptica de la vida consagrada. “Hay algo elemental que no podemos olvidar, y es que nuestra vida afectiva tiene sentido si está centrada en Jesucristo”. Por ello, “solo podremos hablar de lo afectivo desde lo que somos, y no de lo que hacemos”, exhortaba en los primeros compases de su alocución.
“Quizá no nos resultará fácil distinguir la emoción del sentimiento”, explicaba el profesor. “La primera es una reacción que se manifiesta conductualmente. Las emociones nos predisponer a adaptarnos a nuestra peculiar forma de vida, a nuestra consagración”. El sentimiento, por su parte, “es subjetivo, puesto que lo que a uno le hace feliz a otro, no”. Por eso, “hablar de sentimiento es hablar de interpretación”. “El sentimiento se aprende y la emoción es innata”, reflexionaba. De ahí que para poder gestionar el mundo afectivo “deberíamos aprender a mirar nuestra historia”. Lo que hemos vivido nos ha configurado afectivamente, y así, “si quieren madurar, conozcan bien su historia”, interpelaba Cabrera.
Por tanto, la madurez afectiva es un tema complejo “pues tiene que ver con la capacidad de dar y recibir afecto”. “Pensemos en nuestras familias carismáticas, -proseguí el religioso jesuita-, porque ahí es donde podemos configurarnos para vivir una madurez”. Así, “la persona entra en la vida consagrada tal y como le han enseñado a amar, pero en la familia carismática se le enseña otra manera de amar en base a otra norma”. “Y lo más sabio es saber conjugar las dos maneras, dotando de sentido la relación entre el instituto y la persona”.
Para concluir, Cabrera nos dejó una provocativa reflexión: “Una vida plena y en abundancia, sin Dios no se puede vivir”. Y es que “nuestra vida afectiva, sin fe, es invivible; pero, en la persona de Jesucristo, nuestra vida afectiva es una vida pascual”.
