“Dejémonos modelar por el Espíritu según el proyecto de Dios. Permitamos que vayan grabándose en nuestro ser las marcas de Jesús”, exhortó ayer la teóloga y periodista Margarita Saldaña, pronunciando una honda conferencia que llevaba por título “Orar con los santos” dentro del ciclo ‘Los Jueves del ITVR’. Así, encuadrando estas palabras en las pocas semanas que restan hasta finalizar el Año de la Oración, el Instituto Teológico de Vida Religiosa dedicó la jornada de ayer a hacer resonar una vez más el deseo del papa Francisco para el hoy de toda la Iglesia. Vincular la oración con la llamada a la santidad, encarnar la santidad en el contexto actual con sus riesgos, desafíos y oportunidades, fue una idea subrayada tan solo con una preposición: “La palabra ‘con’ marca el tono, porque nos saca del posible ámbito de culto a los santos que hubiera sido ‘orarles a ellos’ para situarnos en una frecuencia de onda distinta, que tiene que ver con la presencia de la Iglesia triunfante como compañera de camino”, explicaba Saldaña.
Orar con los santos, por tanto, es saber que ellos son personas que “traen una buena noticia para todos”. En primer lugar, porque si repasamos sus biografías, “caeremos en la cuenta de que no siempre fueron personas que capaces de mostrar sus virtudes en grado heroico durante toda su vida”. Más aún, “los santos son personas paradójicas”.
Personas centradas y ex-centradas –“pues su centro se encuentra en el proyecto de Jesús, y no su propio amor, querer e interés–, personas habitadas y ex-propiadas, –“conscientes de su radical pertenencia a la persona de Jesús y de ahí que se dejan desposeer, interrumpir y molestar–, personas humildes y exageradas, –“que se conforman con lo que son y precisamente por eso no se guardan su propia vida”–, personas entrañadas y extrañas –“porque se sienten parte de la realidad, pero cuando están en ella, amándola a fondo, se vuelven también extraños para el mundo”– y personas, finalmente, comunes y extra-ordinarias –“porque su objetivo no pretende distinguirse del resto, pero en ese ser común, su calidad de entrega alcanza una calidad fuera de lo corriente”–.
Orar con los santos, infería la teóloga, es “situarse junto a ellos en este camino que es la vida”, sabiendo que esto no es posible si solo los miramos desde un plano inferior. “Bajémosles de las peanas, reconociéndoles como compañeros de nuestro propio camino”, animaba Saldaña. Orar con los santos es invocarles, “pedirles que nos ayuden a seguir a Jesús como ellos lo hicieron”. Es comprometernos, como ellos, en la transformación del mundo, es cultivar una relación cada vez más íntima y más auténtica con Dios. Es, al fin, nutrirnos de su propia oración. “¿Podemos seguir el rastro de su oración?”, interrogó la experta antes de citar los ejemplos que a ella más le inspiran: Carlos de Foucauld, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Pedro Poveda, Fracnisco de Asís y la beata Odette Prévost. “Somos fruto de una nube de testigos, y al mismo tiempo, todos somos eslabones de una misma cadena que busca pasar el evangelio a las siguientes generaciones”, concluyó.