“Quisiera que nos revolviéramos en nuestros asientos y que saliéramos de aquí movilizados para ir a lo esencial de nuestra vocación”, comenzó la religiosa jesuitina Silvia Rozas en la tarde de hoy, al inicio de su conferencia en ‘Los Jueves del ITVR’. Una charla brillante con la que continuamos explorando los dinamismos que inspiran la vida consagrada. De su mano pudimos adentrarnos en el dinamismo evangelizador.
“Nuestra misión esencial como consagrados es la misión de Jesús”, a saber, “anunciar el Evangelio, evangelizar”, definía Rozas, coordinadora de áreas y departamentos de la CONFER. Aun siendo muy consciente de que “en la sociedad actual, la evangelización se enfrenta a desafíos significativos”, la profesora esbozó la pregunta clave que al cabo dio título a su conferencia. “Es crucial que cada uno de nosotros se pregunte ‘¿A quién estoy anunciando hoy?’”. “La polarización y la fragmentación de las creencias y valores dificultan la tarea de llevar el mensaje de Jesús a todos los rincones del mundo”, constataba. Pese a todo, en el horizonte, una mirada de esperanza: “La vida consagrada es una respuesta valiente y radical a la polarización y los desafíos de la sociedad actual”.
Radiografía de nuestra sociedad
Seguidamente, Rozas pasó a formular la cuestión de dónde y a quién evangelizamos, “pues nos movemos en un suelo líquido …o gaseoso”. Así, “frente a la persona del siglo XXI que no sabe quién es, no sabe lo que quiere y no sabe a dónde va, la propuesta de nuestra particular forma de vida ofrece identidad.
Del mismo modo, mientras que nuestros coetáneos mantienen “una huida del compromiso”, nuestro ser cristiano nos lleva a “caminar con sentido, sabiendo que nuestra meta es el Señor, la plenitud”. Finalmente, “mientras que el hombre, caracterizado por el individualismo, rinde culto a una definición de amor vertebrada sobre la simple satisfacción inmediata […] nosotros podemos proponer la relación a fuego lento, la seducción y el proceso que el Señor va haciendo en cada uno de nosotros”.
La polarización, también en la Iglesia
“Pese a saber que lo católico une, ¿no andamos un tanto divididos?”, formuló Rozas, sabiendo que, en ocasiones, “en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo”, lamentó. Con todo, el mayor de los peligros de tal actitud es, sin duda, “el volvernos rígidos, encerrados, puestos en actitud de combate”. El remedio: volver a Jesucristo, “a su escucha, a su misericordia”. Y también, parafraseando al papa Francisco, Rozas enunció una genial advertencia: “Cuidado con la uniformidad, ya que ésta mata a la Iglesia”. “La riqueza de un pueblo es la pluralidad, no podemos ser todos iguales”.
Volver la mirada
“Damos vueltas sobre nuestra identidad y sobre nuestras instituciones de vida consagrada porque hay algo que está cambiando”, señaló Rozas al borde del final de su charla. “Tengamos en cuenta que la vida religiosa que luchó más fieramente por su supervivencia acabó muriendo”, refirió. Por tanto, “mantengamos el centro de atención de nuestros institutos en el mundo y en sus necesidades, y seremos bendecidos”.
“Mientras estemos en el pasado, no avanzaremos porque no podemos, a la vez, retener lo que tenemos y recibir los nuevos regalos de Dios”. “Es cierto que hay que ayudar a afrontar la pérdida, pero no podemos instalarnos en lo que ya no es”, exhortaba la religiosa al tiempo que remitía a un valioso texto sobre la identidad de la vida consagrada escrito por nuestro director, el P. Antonio Bellella.
“Dios sigue llamando y su melodía sigue sonando porque nosotros somos instrumentos, simplemente instrumentos y Él, el director de la orquesta”. “Él nos está desmantelando para que salgamos de nuestros sepulcros, abramos los ojos y evangelicemos en el siglo XXI”, concluyó.