El pasado día 24 de mayo tuvo lugar la presentación del libro «Comentario filológico a los Salmos y al Cantar de los cantares», escrito por el catedrático del ITVR, Dr. Ángel Aparicio Rodríguez, y publicado por La BAC. Componían la mesa presidencial los directores del ITVR y de La BAC, el catedrático Dr. Bonifacio Fernández García y el Dr. Carlos Granados; los hebraístas Dr. Domingo Muñoz León y el catedrático de la UPSA Santiago García-Jalón de la Lama; D. Domingo como presidente del comité técnico de traductores de la BCEE y el Dr, García-Jalón en su condición de catedrático de filología. Presidió el acto académico el autor del libro. El director de la revista «Vida Religiosa» y profesor del ITVR, D. Luís Alberto Gonzalo Díez fue el coordinador.
El profesor Gonzalo ambientó la presentación como uno de los jueves del Instituto y brindó a los asistentes una primera valoración del libro y de la editorial. Del libro dijo que destila sabiduría, y «también tiempo y dedicación y, por supuesto, amor a la Palabra». Si el «Comentario filológico» ha de tener un sitio «en las bibliotecas universitarias», juzgó que era una acierto el hecho de que La BAC publicara también la traducción de los Salmos, con el título «Los Salmos, oración de cada día», que ha de estar entre los «libros de uso de todo creyente». A continuación anunció el orden de intervenciones.
Las primeras palabras corrieron a cargo del director del ITVR; felicitó al autor del libro y expresó su deseo de que la Biblia sea «la fuente, el alimento y guía de nuestro comino espiritual». Para alcanzar esta meta, sin duda que ayudará el libro de Ángel Aparicio, catedrático del ITVR.
Tomó la palabra a continuación el director de La BAC. El libro que presentamos, dijo, es «un estudio filológico muy serio». El norte de la presente traducción del salterio es la «Hebraica Veritas». Es un «excelente complemento de la versión litúrgica», añadió, aunque por motivos convencionales no tenga cabida en la «versión litúrgica que leemos a diario en las celebraciones». Todo, lenguas antiguas y modernas, como también la traducción castellana que «está muy bien trabajada», todo está al servicio de la «Hebraica Veritas». Finalizó el Dr. Carlos Granados dando su juicio como editor: «Es uno de esos libros que ‘hacen catálogo’ en el sentido fuerte de la palabra».
D. Domingo intervino como director del comité de traductores de la BCEE. El libro que presentamos, dijo, es «una obra de madurez, resultado de un largo trabajo y de una dedicación concienzuda». En relación con la BCEE, recordó cómo Ángel Aparicio aceptó traducir los Salmos desde el hebreo. Fue el primer tema que se trató en la reunión de traductores. Los ejemplos ofrecidos por el Dr. Aparicio motivó que alguien dijera: «si tal es el estado de la actual traducción litúrgica, se impone una revisión del salterio a fondo y realizada desde el hebreo». Si en la primera reunión de traductores hubiera pre-valecido el criterio de tocar lo menos posible el Salterio, «o ni siquiera tocarlo, el Dr. Aparicio no se habría encargado de retocar los Salmos», afirma D. Domingo. Porque no sucedió así en la primera reunión de traductores, el autor del libro que hoy presentamos «en los años siguientes hizo un trabajo exhaustivo y de primera mano…, un trabajo concienzudo como lo muestran las notas científicas que avalan la presente edición».
La colaboración del Dr. Aparicio con la BCEE no se circunscribe a distintos ámbito del Salterio (introducción, notas, aparato científico, etc.), sino que alcanza también a otros libros: Cantar de los cantares y los dos libros de Crónicas. La traducción, las notas y las introducciones de los tres libros son de Ángel Aparicio. Si el Cantar «es la perla del antiguo Testamento…, las introducciones y las notas [de Crónicas] son un arsenal de ciencia bíblica». El Dr. Aparicio fue el revisor técnico de 12 libros del antiguo Tes-tamento, así como el revisor literario de todo el antiguo Testamento. «Así mismo es su-ya la Introducción General a los llamados Libros Históricos y a las Narraciones».
Completado el listado de actividades, D. Domingo expresó su gratitud tanto a la BAC como a los Claretianos. A la BAC porque el libro que presentamos «es un regalo inestimable a la cultura española; a la Congregación Claretiana por el «empeño que ha tenido en formar excelentes profesores y concederles el tiempo y los instrumentos necesarios (como la Biblioteca) para poder preparar obras de tanta excelencia científica, teológica y Pastoral como supone este volumen dedicado a los Salmos y al Cantar de los Cantares» Finalizó D. Domingo con las siguientes palabras llenas de unción: « San Antonio María Claret … sigue, a través de sus hijos e hijas, guiando a los fieles por el camino de la Pala-bra divina, el camino de la Oración (los Salmos) y el camino esponsal del amor a Cristo (Cantar de los Cantares).
El catedrático García-Jalón inició su intervención con «una reflexión teórica acerca del arte de traducir». «La tarea de traducir es contradictoria», afirmó. ¿Cómo transportar de un código lingüístico a otro, del original a la lengua receptora?, se preguntó, para añadir enseguida: «traducir es expoliar y ejercer tal expolio sobre un objeto, el texto, que el traductor ama especialmente». El buen traductor confesará al «avisado lector» los criterios a los que se ha atenido su labor. Entender esos criterios «equivale a entender en qué ha consistido» la tarea de traducir. García-Jalón ambientaba de este modo el libro que se presentaba. La minuciosa anotación es signo de una «dibujada prudencia» y del afán de Ángel Aparicio por la «Veritas Hebraica», el gran empeño de san Jerónimo. Por lo demás, es imposible trasvasar los múltiples significados de una palabra o expresión del hebreo al español. Pese a la dificultad inherente al hecho de traducir, vino a decir García-Jalón, el libro que presentamos esta tarde, además de ser una afortunada traducción, debe considerarse un excelente status quaestionis». Poco después añadió: «Estamos ante un caleidoscopio de traducciones, ante un sumario que congrega diversas versiones, las coteja y calibra con acierto». Alabó el buen hacer de la editorial (La BAC) y tuvo unas palabras conclusivas para el libro se presentaba. De suyo no es «insuperable», afirmó, para añadir enseguida el vaticinio siguiente: «No será superada en mucho tiempo, en décadas quizás». Reservaba la última palabra para el autor: «Mi enhorabuena y mi agradecimiento al autor. Su leal perseverancia en la tarea nos permite a muchos atajar y hacerlo no por trochas ni veredas, sino, como prefería Gerardo Diego, por un camino real».
El autor del libro habló a continuación. Ante todo, confesó sus dudas: ¿Cómo titular mi intervención: –se preguntó–: «Las torturas del traductor» o «La prolongada y por momentos sinuosa génesis del libro»?. Las torturas son inherentes al traductor, conforme al dicho italiano: «traduttore traditore». El traductor tiene el extraño sentimiento de ser infiel a la «Veritas Hebraica» y de no acertar a decir con precisión lo que lee en el texto hebreo. Se trata del intento imposible de castellanizar la palabra hebrea, huyendo tanto del cultismo como del vulgarismo, alejándose simultáneamente del tecnicismo.
El texto tiene su historia peculiar y particular. Antes de reunirse los traductores, la Conferencia episcopal española ya había fijado el criterio siguiente concerniente a los Salmos: «Lo mejor sería no tocarlos» bien porque no pocos fieles se los saben de memoria o bien porque no poco han sido musicalizados. No obstante, si hubiera que retocar algún salmo, el revisor (que no traductor) ha de atenerse a la Neovulgata.
En la primera reunión de traductores, después de haber examinado algunos ejemplos, se llegó a la conclusión de pedir a la Permanente de la Conferencia episcopal que se hiciera una revisión a fondo del libro de los salmos; es decir, que fuera nuevamente tra-ducido desde el texto hebreo, no desde la Neovulgata. Con esta condición, confesó el autor del libro, el profesor Aparicio aceptó la traducción. Dicho con sus palabras: «Entendí que se me pedía no un mero retoque de algún verso sálmico, sino una revisión a fondo, equivalente a una nueva traducción».
El traductor quedaba convertido en un san Cristóbal, un «experto en ambas orillas». En la orilla de allá le espera al traductor del salterio un libro escrito en hebreo. La orilla de acá pertenece a la jurisdicción del español. Intentar «castellanizar la palabra hebrea» tal es el pecado original del traductor, según aquel adagio italiano: «Traduttore, traditore». Es que no todo es transportable en el arte de la traducción. Pese a todo, la firme adhesión a la « Hebraica Veritas», confiesa el autor de la traducción, «ha sido el gran principio que ha sostenido el trabajo contenido en el libro que estamos presentando». Para ello el catedrático Aparicio ha tenido que recurrir a las lenguas semitas afines al hebreo (ugarítico fenicio y eblaíta). La gran obsesión del traductor es entender el texto, para trasportarlo posteriormente a la otra ribera: la a lengua receptora; en el presente caso, el español.
El lector del libro encontrará frecuentemente «las distintas posibilidades que ofrece el texto», múltiples «status quaestionis», advierte el autor del «Comentario filológico…». Ángel Aparicio finalizó su intervención invitando a leer la traducción española de los salmos a todo aquel que le parezca «largo, difícil y complejo» el libro que ha sido presentado. «Me refiero, agregó el autor del «Comentario filológico a los Salmos y al Cantar de los cantares». «Me refiero, añadió el profesor Aparicio, a «Los Salmos, oración de la comunidad», publicado también por la BAC. Un conjunto de notas pastorales ayudarán al lector a orar con los Salmos.
Finalizó la presentación con un «muchas gracias» del presentador, no sin recordar el hermano menor publicado también por la BAC; es decir, la traducción de los Salmos, sin anotaciones filológicas, bajo el título «Los Salmos, oración de cada día». Si la filología ha de tener un puesto en la mesa de estudio, la oración deberá acompañarnos en el oratorio. El aplauso de los asistentes fue la última palabra.