Tres cantos a la evangelización: desde la escuela que educa y aporta cultura, desde el quehacer ordinario de los hospitales que curan y cuidan y desde el encuentro cercano para el anuncio de la Buena Nueva
Ahí donde está la vida se encuentra la Palabra de Dios, donde se promociona lo humano a través de la enseñanza, o donde se cuida de la vida y se curan las heridas. Y este fue el trasfondo del coloquio de la tarde del viernes en la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, y al cual fueron invitados los religiosos Pedro J. Huerta, Jesús Díaz Sariego y la hermana Carmen Mora Sena.
Comenzó tomando la palabra el trinitario, Pedro J. Huerta, recientemente nombrado secretario general de Escuelas Católicas, institución que engloba a los titulares de más de dos mil centros escolares de inspiración cristiana. Su conferencia fue abordada desde la experiencia del cargo donde ha sido llamado a servir. “La vida consagrada actualiza su misión construyendo un mundo mejor desde el Evangelio”, inició. “Y una manera patente ha sido la labor de la Iglesia a través de la enseñanza. Desde sus orígenes, la Iglesia se hizo escuela”.
Pero hoy es constatable desde diversos ámbitos que “estamos viviendo en un cambio de época, al cual los últimos pontífices nos invitan a reflexionar”. Y en lo relativo a la educación y la enseñanza, el papa Francisco, más concretamente “nos ha invitado a un Pacto Educativo Global, que ha de desarrollarse en dos elementos clave: evangelización y solidaridad”.
Efectivamente “este nuevo paradigma que pide el Papa exige más sentido a nuestra misión y en nuestras instituciones”. Por eso “es necesaria la vuelta al Evangelio, desde el programa de las bienaventuranzas”. “Pero fijaos, nos llega cuando más débiles somos. Hay institutos que se ven obligados a cerrar colegios y es notable la disminución de nuestros números”. Por ello desde este punto, el religioso se atrevió a apuntar tres desafíos urgentes. El primero, la intercongregacionalidad, pues “el desafío del trabajo debe incorporar la colaboración en ámbitos de todo tipo. Tenemos que buscar nuevos medios y hacerlo en comunión”. Y añadió “Dice el Papa que ‘corramos el riesgo de ir al encuentro con el otro, en un cuerpo a cuerpo’ ¿Por qué no podemos decirnos esto a nosotros mismos?”, cuestionó. El segundo punto fueron las relaciones, es decir, “poner a la persona, al alumno, en el centro”. “Nuestras escuelas no pueden ser sospechosas de elitismo social”. Y el tercer desafío, “invertir en la misión”. “No estamos para invertir dinero o religiosos novicios, pero sí podemos misionar para las personas que trabajan con nosotros en valores compartidos. Y pasaremos de una pastoral lineal a una circular, más al servicio del Reino y menos autorreferencial”.
El siguiente turno fue para Carmen Mora, superiora general de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que ofreció una breve charla que pivotó sobre la necesidad de cuidar y dar calor a los corazones, labor encomiable que sale al encuentro de cuerpos rotos por pandemias de todo tipo. “Curar hoy es una respuesta a las necesidades de las personas de nuestro mundo”, inició. “Nosotras, como todos los bautizados, estamos llamadas a ofrecer la mejor vida posible. Y para ello, nos necesitamos mutuamente, trabajando en red y en conexión con Dios”. “Apoyados en nuestras fuerzas nos quemamos o rompemos”, confesó.
“Actualizar la misión supone acogida incondicional de cada persona, tal como es y como está; mirando la cercanía humana que permite captar lo que no se sabe expresar”. “También necesitamos escucha atenta y sin prisas, centrada en el otro. Actitudes todas de Jesús, que contribuyen a sanar nuestras relaciones. Tendríamos que hacernos chismosos de ‘lo bueno’.”
“Aunque y aunque se haya dicho mucho en estas jornadas, voy a repetirlo: para que se actualicen y prolonguen nuestros carismas es esencial nuestro testimonio de vida y de humanidad”, finalizó.
Finalmente, llegó el turno del último panelista, el P. Jesús Díaz Sariego, prior provincial de la provincia de los frailes dominicos de Hispania. “Hay bastantes prejuicios cuando se oye la palabra ‘predicar’”, comnezó. “Tiene acepciones el diccionario tales como reñir o regañar, pero la experiencia cristiana es mucho más rica a la hora conjugar este verbo”, apostilló. “Predicar conlleva a decir, ‘anunciamos lo que hemos visto y oído’, porque es un bien para los demás. Por eso predicar es dar crédito a esta experiencia de fe: que un Dios se hace carne y por eso curamos, enseñamos o predicamos”.
“Pero si profundizamos un poco más, predicar es ante todo escuchar. Saber escuchar es saber prestar el oído para percibir cuál es la voz del Señor en el rostro humano, y favorecer nosotros un intercambio en el que sepamos hacer llegar a Dios el hermano que escuchamos”. “Ese intercambio es el esfuerzo que deberíamos hacer todos como predicadores”
“Un fraile dominico decía que predicar es poner rostro a la palabra de Dios, y yo, también desde CONFER, veo diariamente cómo la vida consagrada pone su rostro y su voz a la Palabra en conversación con el mundo; y ese diálogo con el mundo es crucial. Es un gran desafío para todos nosotros porque ahí se pone en juego la credibilidad de la propia Iglesia”, advirtió Díaz Sariego. “En las reflexiones más recientes de la Iglesia vamos descubriendo que la verdad se encuentra en el prójimo, en la proximidad. En la medida en que logro aproximarme al otro con la ternura que lo haría Jesús, encontraremos la verdad de Dios en el mundo”, finalizó.