Con las conclusiones a esta 53º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, y tras el hermoso concierto-oración que nos ofreció la Hna. Glenda, comenzó el último día de estas jornadas, primer sábado de esta Octava de Pascua. Así, con una brillante exposición de la síntesis de lo vivido estos días, pronunciada, como en años precedentes, por el misionero que está al frente de esta casa, el P. Antonio Bellella, los asistentes hicieron memoria de todo lo vivido desde el miércoles, ayudados por la imagen propuesta por el conferenciante: un árbol cuyo tronco representa el cuerpo de un hombre, cuya rama central evoca el rostro de una figura indefinida mientras las ramas laterales dibujan unos brazos alzados en actitud orante; y cuya copa está constituida por cinco hojas aciculares, puntiagudas en sus extremos y romas en su centro. “Es el logo cuyo diseño hemos elegido para presentar estos encuentros. Aquel tronco alude a Cristo Resucitado, centro y cimiento de la comunión y modelo de la fraternidad”, inició el religioso. “Ninguna de las ponencias de la Semana era expresamente de contenido cristológico, pero como ocurrió en el huerto y en el cenáculo, el Resucitado se ha aparecido sin pedir permiso y sin avasallar”, completaba.
“La comunión y la fraternidad consiguen mezclar el rostro de Cristo con el de nuestra pobre humanidad de personas consagradas, hasta crear una realidad distinta, transformada según el designio y la voluntad de Dios”, proseguía el experto. “El Espíritu nos confiere así cinco rasgos que nos constituyen sin que nos demos cuenta y que hemos desarrollado en estas Jornadas: somos Iglesia — somos camino — somos comunión — somos fraternidad — somos construcción”. Y deteniéndose en cada uno de ellos, fuimos recorriendo a través de las palabras de Bellella la inmensa grandeza de la teología con la que se nos ha enriquecido y ensanchado el corazón.
“Somos Iglesia porque a imagen de los primeros cristianos estamos llamados a ser capaces de sentar a comer en la misma mesa, la de la fracción del pan, a los contrarios y, en esto, nos distinguirán de otros grupos”, explicó.
Seguidamente, recalcó el P. Bellella, “somos camino como aquel que recorrieron con los discípulos de Emaús, una senda que se hecho alegórica pues transita del silencio vacío a la conversación iluminadora, de la desilusión a la alegría, de la cerrazón de mente a la apertura de corazón”. “Los de Emaús ya conocían a Jesús, pero no lo habían reconocido”; y celebrando una feliz coincidencia, el religioso celebró que “varios ponentes hayan subrayado la importancia del reconocimiento, proponiendo una vida cristiana que se transforme en camino de reconocimiento, que apueste por un futuro imperfecto, que se resitúe sin tener necesariamente que desaparecer”.
En tercer lugar, y para hablar de la comunión, el religioso hizo referencia al lenguaje, llamando la atención sobre la palabra comunión, y cómo ésta “ha resistido el embate de la evolución semántica postcristiana, pues tiene un gran significado profundamente religioso y se refiere primariamente a la participación en el sacramento de la Eucaristía”. “Es interesante, al tiempo que profundamente acorde con la vida de fe, que el pueblo una comunión y Eucaristía, Eucaristía con sacramento de la entrega y el amor de Dios sin límites que se plasma en el amor fraterno. Cada vez pues que participamos en la Eucaristía estamos reclamando la coherencia cristiana de la comunión”, añadió.
De la cuarta clave en la que quiso detenerse el conferenciante, “somos fraternidad y sororidad”, fue especialmente subrayada “la reproducción del camino de Cristo en el Evangelio: un proyecto común que consistía en pasar haciendo el bien, procurando mostrar un nuevo rostro del Maestro y reconstruir la Iglesia desde una nueva propuesta de vida, cimentada en las obras de misericordia”. Finalmente, “somos construcción”. “no todo está hecho, ni está dicho, estamos invitados a hacer algo propio, no con afán de ‘narcistear’, sino con la conciencia de la gran dignidad de cada persona y la gran responsabilidad que cada uno contrae con Dios, con los hermanos y consigo mismo”, recordó dando por terminada su conferencia.
A renglón seguido, en la misma capilla del colegio Jesús-María, donde tuvo lugar la jornada de hoy, se celebró la eucaristía presidida en esta ocasión por Mons. Jesús Vidal, obispo auxiliar de la diócesis de Madrid. En su homilía, el prelado animó a “acoger el encuentro con Jesús, reconociendo que nuestro corazón se endurece en la defensa de nuestros propios principios”. Pero recordándonos al mismo tiempo que “Jesús aparece para empujarnos a anunciar el Evangelio”. “Él confía en ti pese a tu fragilidad y confía en el que está a tu lado”, concluyó exhortándonos a huir de todo juicio y seguir construyendo puentes en esta tarea eclesial que es la comunión fraterna y sororal.