En la tarde de ayer 27 de noviembre, el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) ha ofrecido la primera sesión de la jornada de estudio dedicada al abuso de poder y conciencia; una sentida preocupación en el seno de algunas órdenes y congregaciones. Un tema interpelante que precisaba de esta reflexión, para así poder conversar sobre esta realidad tan desafiante y seguir construyendo una más sólida cultura de cuidado y de integridad vocacional en la vida consagrada.
“La idea tiene su origen en el compromiso del Instituto Teológico de Vida Religiosa por la protección de menores y adultos vulnerables”, comenzó presentando el Prof. Antonio Bellella, director del ITVR. El claretiano se refirió así al Curso de Protección de Menores que dicho centro ofrece en acuerdo con la Universidad Pontificia Gregoriana; una iniciativa que refleja el esfuerzo del Instituto por una cultura de protección del menor. Con la iniciativa de este sábado, el ITVR ha querido ampliar este compromiso al campo del abuso de poder y conciencia en nuestros institutos religiosos, “y en diálogo con Jolanta Kafka, presidenta de la Unión de Superioras Generales (UISG), vimos la necesidad de aunar esfuerzos en la tarea de interpelar a la sensibilidad de los consagrados, haciéndoles caer en la cuenta de la existencia y gravedad de este tipo de abusos, analizándolos y ofreciendo criterios para afrontarlos y evitarlos”.
“Nuestra jornada formativa se inscribe por tanto en este triple proyecto de revisión, reflexión y concienciación eclesial”, -proseguía Bellella-, tratando también de invitar a la toma de decisiones adecuadas para garantizar que cuando, en nuestro entorno, se detecte una distorsión especialmente grave de algo tan sacrosanto como la conciencia de la persona, se pongan de inmediato los medios para evitarla”. En este sentido, el objetivo de este primer día ha sido ofrecer herramientas para detectar esta realidad tan dolorosa y desafiante. Así, la profesora Ianire Angulo se encargó de presentar una descripción tipológica de los elementos que favorecen en la vida consagrada la aparición de estas conductas. Pero antes tuvo lugar la comunicación de sor Anabela Carneiro, superiora general de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y miembro del Consejo Directivo de la UISG.
Sano ejercicio de gobierno
“El tema de la autoridad y el liderazgo ha estado presente en muchas ocasiones en la UISG”, comenzó enunciando Carneiro, que en la primera parte de su intervención buscó la raíz de este tipo de conductas abusadoras en el ejercicio de gobierno, yendo más allá de simples cuestiones de inmadurez, de personalidades torcidas, de deformaciones personales o de visiones erradas sobre la vida consagrada. “La manera de comprender el sentido y la práctica de la autoridad ha sido tratado como objeto de estudio y de reflexión, dedicándole incluso toda una Asamblea General, la del año 2013, que llevó por título ‘No sea así entre vosotros’, y desde entonces ha seguido estando presente en muchas ocasiones”. Carneiro reconoció que frente a estas duras realidades, “sentimos vergüenza, frustración y escándalo. Pero, sobre todo, dolor por aquellos que sufren las consecuencias del abuso”, al tiempo que reconocía que “no siempre hemos tenido la mente suficientemente abierta para examinar y reconocer cuánto nivel de responsabilidad tenemos en ello”.
“¿Cuál es nuestra comprensión evangélica en el momento en que asumimos la responsabilidad de acompañar y cuidar a nuestros hermanos o hermanas?”, formuló la religiosa de nacionalidad portuguesa. “Es incuestionable la necesidad de eliminar cualquier forma de ejercicio de la autoridad en la que se injerten los casos de abuso de conciencia. Y es igualmente necesario contrarrestar la falta de transparencia con la que se gestionan muchos de estos abusos, pues sobre ella se abona el terreno donde crece la corrupción”, afirmó tajantemente Carneiro.
Para finalizar, la superiora general de las Hermanas Hospitalarias urgió a un cambio de paradigma más sinodal, más circular. “Hoy quiero proponer la introducción de paradigmas de gobierno compartido. Es un horizonte para explorar y para continuar creciendo que nace de una realidad histórica ya vivida, pero sobre todo se entiende y expresa como respuesta al don de la comunión que la vida religiosa contiene en su identidad más profunda”, expresó. Un nuevo paradigma que “exige también un compromiso explícito por la formación de conciencias adultas y por la preparación de una autoridad que promueva su ejercicio”.
Elementos que hacen posible el abuso de poder
La segunda conferencia de la tarde corrió a cargo de la religiosa Ianire Angulo, que empezó con una seria advertencia: “Los comportamientos abusivos en nuestra Iglesia crecen gracias a una dinámica de encubrimiento que tenemos demasiado integrada. Son un problema estructural, no es un problema de ‘manzanas podridas’”, lamentó desde el inicio. Así, “con la excusa de no escandalizar, preferimos no llamar a las cosas por su nombre, mirar para otro lado o buscar responsables en otros o en las circunstancias”, señalaba.
Y es que, para la consagrada, “mantenemos ciertos ámbitos que están bastante desatendidos”, sobresaliendo entre ellos “aquellos abusos no sexuales en institutos de vida consagrada, con la peculiaridad que implican más notablemente a los institutos femeninos”.
“Hemos de ser conscientes de que en la vida consagrada se da un caldo de cultivo muy propicio para que se produzcan esos abusos”, sostuvo Angulo. “No implica que se produzcan per se, -matizó- sino que existen circunstancias que lo propician mucho más que en otros ámbitos, pues vienen argumentados en nombre del voto de obediencia, del Evangelio o de la entrega de la vida como el Señor Jesucristo”, reflexionaba a renglón seguido.
De tal modo, respecto al voto de obediencia, “que es común exigencia de obediencia a Dios de todo cristiano, hagamos notar que en nuestro caso nos viene mediada por un superior”. En todo cao, la biblista convino en recordar que “ha de limitarse al fuero externo y nunca al fuero interno, porque no puede ni debe entrar en la intimidad ni la conciencia de nadie”.
Seguidamente señaló otra profunda causa: “la infinita capacidad de autoengaño que se expresa muchas veces cuando no ponemos palabras claras a las verdaderas razones por las que actuamos”. Y en la cuestión que nos afecta “sucede mucho con el deseo de poder, que según los Evangelios tentó al mismo Jesucristo”. A a juicio de la religiosa Esclava de la Santísima Eucaristía, el deseo de poder muchas veces se expresa en personalidades de tendencias narcisistas fácilmente compatibilizables con una vida que externamente cumple el rol esperado delante de la comunidad, pero que pueden ocultar otra voluntad”.
La inercia de los grupos
“No siempre somos conscientes de la necesidad que tenemos de formar parte de algo y esto nos orienta hacia la conformidad con el grupo al que se pertenece. El grupo, en mayor o en medida, influye directa o indirectamente en nosotros y nos lleva a hacer aquello que no haríamos por impulso personal”, afirmó en otro punto. Al mismo tiempo dejó claro que “esto en sí no es negativo, pues nos puede alentar y propiciar el crecimiento personal, pero hay que reconocer que puede degenerar en sistemas perversos”, explicaba la profesora. “Así, en los institutos de vida consagrada podemos reconocer que dinámicas basadas en años de formación, carisma compartido y espiritualidad, se pueden cosificar como ideología y cierta sensación de superioridad con respecto a otras vocaciones”.
“No tengamos miedo de tener una sana sospecha ante ciertas convicciones de la vida consagrada”, finalizó la religiosa, dejando patente que estamos ante una realidad muy compleja, en la que confluyen muchos elementos y muy sutiles. “Necesitamos generar una sensibilidad que nos ayude a reconocer las situaciones abusivas en todos sus niveles, porque solo cuando nombramos y reconocemos esa realidad podremos generar sistemas de control y prevención”, animó.