‘La vida consagrada, epifanía de Dios en el mundo’ fue el título que el Prof. Fernando Prado escogió para la conferencia que pronunció ayer jueves en el ciclo ‘Los Jueves del ITVR’. Título donde, al mismo tiempo, resuena el eco de una expresión del decreto Ad gentes, del Concilio Vaticano II, referido a la actividad misionera de la Iglesia. De tal modo comenzó afirmando el P. Prado que “la Iglesia, su vida y misión, ha de aparecer referida siempre a quien es de verdad el protagonista, Cristo”. Y a renglón seguido, el misionero, también director de la editorial Publicaciones Claretianas, continuaba diciendo, “y lo que vale para la Iglesia toda, vale también para la vida consagrada.”
“Cuando hablamos de la misión, podríamos formularlo así: no se trataría tanto de que la Iglesia tenga una misión, sino más bien de que es Dios quien tiene una Iglesia para llevar adelante su plan de salvación en el mundo”, prosiguió el religioso. Y de tal modo, en línea con la Exhortación Apostólica ‘Vita Consecrata’ cuyos veinticinco años se celebran con esta serie de conferencias en el Instituto Teológico de Vida Religiosa, infería el claretiano que “nosotros somos solamente colaboradores de Dios en la misión y estamos llamados a manifestar o a ser epifanía en el mundo del de Dios”.
Aportaciones específicas de la vida consagrada
“Quisiera preguntar en qué sentido hay algo propio o específico en el testimonio de la vida consagrada dentro de la misión de la Iglesia toda”, formuló el P. Prado. “Ese estilo de vida peculiar, por su propia naturaleza, está llamado a ser, ante todo, un servicio testimonial”, respondió. “Este carácter de signo es lo más propio de la vida consagrada. Aquello que la hace ser valorada ante todo por lo que es en la Iglesia”. “Pero sabiendo también que aquello que somos se proyecta en nuestras obras. Somos en la acción. Nuestra vida de consagración no se comprendería sin nuestra misión y actividades”, advirtió.
Profundizando en nuestra función de signo
El segundo punto de la disertación del misionero engarzó desde la Exhortación Vita consecrata con el pensamiento del papa Francisco, clarificando la opción profética de todo consagrado. “Es lo que la Iglesia entiende como aportación específica de la vida consagrada a la misión”; pero ¿qué profecía? “Los profetas verdaderos son hombres y mujeres de Dios, sí, pero expertos en humanidad. El profeta conoce a Dios y conoce también esa humanidad. Esta es la visión con la que se identifica la vida consagrada”, aseveró el profesor.
Así, la historia nos dice que “las órdenes y congregaciones han sido una respuesta profética y evangélica a injusticias, a carencias y a sufrimientos propios de las diferentes épocas de la historia”. Y hoy también “se siente llamada a responder junto con otros a los retos que se plantean a la Iglesia y a la humanidad de nuestro tiempo”. Para el claretiano: “La gente que ‘quiere ver a Jesús’ tiene en la vida consagrada un testimonio especial que huele a Evangelio. Aun en nuestra minoridad y pobreza, seguiremos siendo testigos del Evangelio para ofrecer a la humanidad la alegre y siempre nueva esperanza de que otro mundo es posible desde Jesús. Yo estoy convencido de ello”, finalizó.