(fuente: www.claretianos.es) Ayer, 6 de octubre, dió inicio el ciclo de conferencias "Los Jueves del ITVR", cuyo hilo conductor se sitúa con seriedad y responsabilidad en lo que desde el Instituto Teológico de Vida Religiosa han acertado a llamar ‘encrucijadas’, es decir, ‘cuestiones candentes de la vida consagrada en nuestro tiempo’. “Nos pareció que los términos ‘encrucijada’ y ‘cuestión candente’ recogían bien el conjunto de inquietudes identificables entre los consagrados”, explicaba el P. Antonio Bellella, director del instituto, en la presentación de esta estupenda oferta que busca abundar en la formación permanente. “A nadie se le escapa que el momento actual exige un discernimiento y una serenidad singulares que demandan calma”. “Todos tenemos la sensación de que el tiempo urge, pues se acumulan los puntos candentes”, completaba.
La urgencia de atemperar lo que está en el candelero y la desorientación que se experimenta ante cualquier cruce de caminos pueden parecer dos asuntos muy dispares. “Sin embargo, -añade el P. Bellella- en el fondo reclaman un tratamiento homogéneo, porque ambos requieren hacer un diagnóstico lo más preciso posible; y ello exige el esfuerzo de pensar, el detenerse para considerar, y el decidir qué camino tomar”. Pero “¿qué encrucijadas identificamos y cómo afrontarlas?”, cuestionó el claretiano; y a renglón seguido, dio respuesta enumerando tres de ellas que serán abordadas en este ciclo.
Así, la primera encrucijada, “la fundamental y fundante”, es la de la identidad. “Es la única que en ningún caso puede quedar sin una respuesta esclarecedora”, completaba Bellella. “Por ello, cuatro de las conferencias versarán sobre cómo orientarse en un cruce de caminos, en cuyo centro están las cuestiones siguientes: ¿Quiénes somos? ¿Quién y qué nos confiere identidad? ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Qué espera de nosotros nuestra comunidad de referencia, la Iglesia?”
La segunda encrucijada, “que será tratada hoy por el catedrático Miguel García-Baró”, nos acercará a la coyuntura que podríamos denominar de la relevancia, planteando cuestiones relativas tanto a la percepción de los consagrados por parte de sus contemporáneos como al sentido que provoca la vida religiosa al mundo de hoy. Por último, la tercera encrucijada, “que hemos llamado de la humanidad y de nuestra humanidad”, será vertebrada a partir del interrogante sobre lo que es el ser humano. Para abordarla, se tratarán ciertos aspectos antropológicos.
‘¿Quién dice la gente que son los consagrados?’
De tal modo, comenzó el profesor Miguel García-Baró impartiendo su conferencia, que llevaba por título la célebre pregunta de Jesús a sus discípulos, aunque adaptada a la realidad de la vida religiosa. Así, ‘¿Quién dice la gente que son los consagrados?’, comenzó poniendo sobre el tapete las cuestiones que señalan a los consagrados como prescindibles. “No sorprende oír estas conclusiones cuando en los diarios se leen casos de abusos sexuales, de secuestros o robos de bebés recién nacidos, amén de otros señalamientos”. “Por ejemplo, -proseguía-, estalla un conducto de gas que hace volar los cimientos de una parroquia en Madrid y en el suceso fallecen dos cristianos. Acto seguido, en redes sociales, se leen tres palabras: ‘dos pederastas menos’”, lamentó el experto. Pero García Baró fue mucho más allá del frío estudio sociológico, y tocando una cuestión nuclear, comenzó su reflexión exhortando a “una vida religiosa que sea irradiación”. “Ustedes dirán misión, que a mí me gusta menos”, abundó.
“¿Qué debería ser un convento, un monasterio?”, se preguntó el catedrático en Filosofía. “Es un foco de irradiación espiritual”. Para conseguirlo, “y que no se nos salten las lágrimas buscando un ideal imposible”, las comunidades religiosas “han de basarse primeramente en la expulsión de todo narcisismo, han de erradicar la autoridad que pueda acabar dando cauce al abuso de conciencia”, tema, el de los abusos, con el que el filósofo lucha diariamente, pues es la persona al frente de Fundación Repara, oficina de escucha y atención a víctimas de la diócesis de Madrid.
“Solo se puede irradiar si hay vida de intensísima vinculación con el Espíritu Santo”, abundó. “Y dense cuenta, por favor, de que, en una sociedad como la nuestra, carente de mitos, de religión y casi sin profundidad, se busca a la desesperada fuentes de sentido”, apreciaba. Así, proseguía diciendo que “yo necesito creer fieramente, porque vivo situaciones donde eso no se encuentra. La santidad que a todos se nos exige, a vosotros se os exige más, porque la sociedad está deseando encontrarse con la plenitud de la santidad”.
Hubo otras cuestiones por las que también pasó el Prof. Miguel García Baró, y no lo hizo de puntillas. De tal modo, para cuestiones como la oración, explicó que “sean o no de clausura, los monasterios han de ser sitio donde la sabiduría esté presente. Puede que sean muy bonitos en apariencia, pero ¿dónde está la espiritualidad? El hombre de nuestro hoy tiene sed de sabiduría, de dedicar espacios de tiempos a la sabiduría, y esos tiempos y espacios tienen que ofrecerse a todos, han de estar abiertos al barrio”. También quiso hablar de la vida comunitaria, pues en su opinión, “la reforma de la vida consagrada no ha de empezar por vuestras estructuras o vuestras obras, sino por la vida comunitaria”. Finalmente, trató el asunto concerniente a la selección de candidatos que sienten vocación de consagrar su vida al Señor. A este respecto añadió que “tengo que insistir en la cuestión de la felicidad. No se debería meter en un convento a nadie que no haya sido feliz fuera. Los conventos y monasterios no son lugares en donde se venga a lamer las heridas. Habría que tener más cuidado con quienes solicitan entrar. Quiero decir, precisamos que la vida religiosa arraigue en la realidad”. Y de forma más concreta, subrayó esta idea con un interrogante: “¿Habéis visto a sacerdotes que hablan y parecen flotar a dos o tres metros del suelo? Ese carácter de desarraigo es funesto”, concluyó.