“Nuestro Instituto quiere dar un paso más en la lucha por la concientización de las personas consagradas y la prevención de cualquier comportamiento inapropiado”, inició el P. Antonio Bellella, director de esta casa, en la tercera sesión de estudio sobre el abuso de poder y de conciencia en la vida consagrada que ha tenido lugar en la tarde del pasado sábado. Así, de la mano de Mons. Carlos Manuel Morán Bustos, Decano del Tribunal de la Rota en España, hemos podido conocer uno de los esfuerzos silenciosos más notables que la Iglesia ha llevado a cabo desde que empezó la llamada crisis de los abusos: el de la transformación jurídica y estructural. Esta labor, tan callada como significativa, se ha concretado en una seria revisión del Código de Derecho Canónico, plasmándose en nueva normativa ya en vigor.
“¿Qué está haciendo el derecho canónico para afronta la crisis de los abusos? ¿Por qué continuar tratando el tema cuando es posible sintamos una especie de saturación ante una realidad que nos incomoda y abruma?”, cuestionó nuestro director en sus palabras de introducción al acto. “La presente jornada -respondía- quiere dar a conocer que la Iglesia está dando respuestas a estos interrogantes, y que los representantes eclesiales no permanecen pasivos ante estos hechos”. “La Iglesia está haciendo un serio esfuerzo para afrontar todo tipo de abusos en su seno, pues reformar las leyes no es una mera anécdota”.
“No hay lugar en la vida religiosa para los que abusan de menores”, aseveró Carlos Manuel Morán al tomar la palabra tras la presentación que de su persona hizo el P. Miguel Campo, miembro del servicio jurídico de CONFER. Y así, parafraseando a Juan Pablo II, el Decano del Tribunal de la Rota en España señaló que “si todo abuso es deleznable, es especialmente sangrante cuando el victimario es un clérigo porque se produce un daño incalculable en la víctima, además de por resultar un escándalo para los fieles y, por supuesto, porque se lesiona la confianza que la sociedad deposita en la Iglesia”.
“Sin perjuicio de la responsabilidad civil y personal, la Iglesia tiene que asumir el compromiso de hacer cuanto sea menester para prevenir y paliar el mal que se deriven de estas acciones”, razonaba el experto. “La conversión a la que nos invita el papa Francisco es de las personas, pero también de las estructuras, de todas ellas; y por tanto, también de las estructuras jurídicas”.
“La Iglesia pide perdón, busca la verdad y pretende la realización de la justicia”, continuaba. Para esto último, para dar a cada uno lo que es suyo, “hay que echar mano del Derecho. Sin él no hay ninguna posibilidad de afrontar el tema de los abusos de manera seria”. “Más aún, no hay opciones pastorales posibles para la reparación”. “No hay acción pastoral que no pase por la justicia”, sentenció.
Seguidamente, el sacerdote ofreció unas conclusiones que se podrían inferir de las estadísticas que dan cuenta de las agresiones y delitos sexuales a menores perpetradas por sacerdotes o consagrados. “Sabemos que en muchas ocasiones el abuso primero acontece en un fuerte debilitamiento de la experiencia de fe y vocacional, y es igualmente llamativo el trastorno narcisista de la personalidad, y el trastorno, digamos, antisocial, de la personalidad de los victimarios”. “Sabemos del clericalismo, del abuso de poder y autoridad, y también somos conscientes que gran parte de los delincuentes sexuales en la Iglesia abusan de varones menores de edad”.
“De todo esto podríamos sacar conclusiones, pero yo quiero afirmar que la primera de las causas, para mí, es la falta de aplicación del Derecho Penal. Si se hubiera aplicado hoy no estaríamos aquí”. A renglón seguido, Morán lamentó que, en muchos ámbitos de la Iglesia, en los años setenta, ochenta y noventa hubo rechazo al Derecho Canónico y daba la impresión de que “se prefirieron normas pastorales o psicológicas”. Sin embargo, “es el derecho el que protege a los débiles”.
“Por ello, la desvalorización de los mecanismos procesales produjo la falta de defensa del Pueblo de Dios. Sin la perspectiva de lo jurídico no se puede solucionar un problema. El Derecho no se puede sacar de la vida, porque de la vida no se puede sacar el derecho a la justicia”.
A continuación, Morán dio pormenorizada cuenta de diferentes aspectos, nuevos cánones del Derecho que merecen atención. “Hay un paradigma nuevo a raíz de las nuevas instrucciones”, afirmó. De tal modo, el experto pasó a exponer de forma precisa y clara los cambios acontecidos estos últimos años en nuestra Iglesia, que no se ha conformado con reconocer el mal y pedir perdón por el daño causado, sino que también ha emprendido reformas legales de hondo calado que suponen cambios significativos.
Sobre la cuestión de los abusos no se puede frivolizar, y aplicarla es una de las tareas más delicadas. Así, el sacerdote, tras la pausa del descanso, pasó a tratar el recorrido de las denuncias y las normas que habrán de aplicar en la Iglesia para mejor servicio de ésta a los fieles. “Las oficinas están funcionando muy bien, pues son cauces idóneos para denunciar estos actos”, expresaba. “Puedo decir de manera objetiva que hoy la Iglesia está actuando de la mejor manera en la escucha a las personas que quieren presentar denuncia, y no creo que haya ninguna institución en el mundo que lo haga igual”.
Finalmente llegaron las preguntas de calidad formuladas por los PP. Teodoro Bahillo y Miguel Campo, religiosos y bien conocidos del ponente, al ser ellos también destacados expertos canonistas. Diversas cuestiones relativas al abuso de conciencia, a la discreción de las causas o al trato humano de los juicios en la Iglesia se intercalaron con la actualidad y el ‘Informe del Defensor del Pueblo’, presentado hace pocos días a la sociedad. “De lo recogido en el informe, algunos conluyen que en la Iglesia española no se sabe aplicar correctamente la norma”, preguntaron. “Creo que esa valoración no responde a la verdad, y puedo probarlo delante de quien me lo solicite”, zanjó el Decano del Tribunal de la Rota en España.