Carmen Román Martínez, religiosa de la Congregación Santo Domingo, ha participado el día 20 de octubre en la tercera tarde del ciclo de conferencias ‘Los Jueves del ITVR’ con una charla que llevaba por título «Nuevas encrucijadas de la vida común: sororidad y fraternidad como tarea y proceso». Como ya se anticipó en la presentación del marco común que encuadraba esta iniciativa para la formación permanente de los religiosos, la profesora Román Martínez abordó su charla planteando el siguiente interrogante: el de saber qué le pide la Iglesia a los consagrados, en materia de comunión; y más concretamente, sobre cómo actualizar nuestra vocación a la vida común, en clave de fraternidad y sororidad.
“Volver a lo esencial, a lo nuclear de nuestra vida consagrada -comenzó la profesora de la Universidad Loyola Andalucía-, implica asentar en el corazón la palabra hermano”. “Debemos trasparentar la fraternidad que nuestro mundo hoy necesita”, abundó.
La experta, miembro de la Asociación Bíblica Española, fijó su conferencia en torno a concepto de fraternidad, fundamentándolo en la Sagrada Escritura. De tal modo, comenzó por el Antiguo Testamento, pues “la cuestión de la relación con Dios, con el otro y con la creación encabeza el libro del Génesis”. ¿Dónde está tu hermano? es decir, “¿qué has hecho de él?”. Para la religiosa, “la cuestión de la fraternidad, desde el primer libro de la Biblia, va estar centrada en las relaciones de un pueblo de hermanos que deben ser solidarios unos con otros”. Y con el paso al Nuevo Testamento, “la fraternidad se concibe como punto nuclear en la nueva comunidad cristiana”. Así, “la palabra ‘hermano’ aparece centenares de veces”.
“Todo ello supone situar la fraternidad como la relación a la que ha de aspirar toda la humanidad en su conjunto”, continuaba. “De hecho, esta nueva familia cristiana es mucho más grande y compensa con creces las renuncias materiales y los posibles conflictos con la familia biológica, que puede suponer la pertenencia a esta nueva comunidad”. Además, “la fraternidad, especialmente en san Lucas, está íntimamente ligada a la misericordia y exige la capacidad de perdonar si tu hermano peca o te ofende”. “La corrección fraterna es así una forma de responsabilidad por el otro, pero debe hacerse sin hipocresía, sin centrarse en la mota que tiene en el ojo cuando tú tienes una viga”, abundó.
“La llamada a la fraternidad parte de Jesús”, proseguía Román Martínez, cuando explicaba la invitación a la fraternidad y sororidad. “Pues Jesús les llamó para estar con él, circulo de intimidad, fraternidad, relaciones, proyectos, de enseñanza y de misión”. Por ello, parafraseando al teólogo y misionero claretiano Luis A. Gonzalo Díez, director de la Revista Vida Religiosa, la experta enunció que “el paradigma comunitario de nuestro tiempo es el hogar”. Es decir, “la gran necesidad para nuestra era es que se hagan palpables estilos personales de hombres y mujeres que sepan ofrecer hogar a sus hermanos y hermanas”.
Estar con Jesús y sentarse con Él a la mesa
La invitación a la fraternidad y al crecimiento en todo lo relativo a ella vienen, por un lado, de “estar con Jesús”, y por otro de “sentarse con él a la mesa”. Para desarrollar esta conexión especial con Jesucristo y fijarla en la Sagrada Escritura, la profesora y experta se detuvo en tres lugares físicos: Cafarnaúm, «una plaza fronteriza en una ciudad más bien pequeña, donde los discípulos aprenden a ser hermanos y hermanas», Betania, «casa abierta, de la escucha, de la mirada, de los sentimientos…, donde, al igual que en nuestras comunidades fraternas, se hace tangible que la comunión, antes de ser instrumento para una determinada misión, es espacio teologal en el que se experimenta la presencia mística del Señor resucitado»; y finalmente, «Jerusalén, donde la comunidad que nace es una comunidad nueva, la misma que ha sufrido un caos y se ha transformado». “Desde Jerusalén, una vez que la fraternidad ha recorrido su camino, se anuncia a todas las gentes”.
Finalmente, “sentarse a la mesa con Jesús”, porque “la expresión más significativa de la sororidad y fraternidad en la vida consagrada tal vez sea la de sentarnos juntos a la mesa”, expresó. Fijando de nuevo los ojos en Jesús, Román Martínez nos situó en el contexto de estas comidas, “momentos en los que Jesús explicaba los valores alternativos del Reino, aquellos que se centran en el otro, en el hermano”. “Se trata de pasar de la reciprocidad interesada al amor gratuito”.
“Conocer a Jesús en el comer con Él está unido a la enseñanza sobre el camino del Señor, un camino que pasa por el hermano, que busca al otro hasta encontrarlo”. “Buscar al hermano en el hogar para dar frutos de paz es tejer fraternidad en nuestro mundo en crisis. Es un don que se nos regala a los consagrados”, abundó. “Es abrir la ventana al aire y al viento del vulnerable, del frágil, del que sufre, al viento de una fraternidad resucitada”, finalizó.