La gracia de la resurrección que se desveló en el primer día de la semana, es el broche de oro para cerrar la semana de la vida consagrada, tras las huellas de la Belleza. Hoy domingo unimos la voz en oración, para alabar a Dios y decir: Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Porque esta verdad es la que impulsa a vivir en comunidad y a la vez es la mejor manera de hacer síntesis de lo vivido. La semana de la Vida Consagrada es un acto académico que se hace liturgia, porque congrega desde muchos lugares, hace ver y escuchar la hermosura de Dios e impulsa para trasmitir la belleza de lo aprendido.
Así lo hizo saber el Moderador y prof. Juan M. Canals, al ubicarnos en la última sala del museo, en la que se descubre la belleza de la celebración litúrgica, que desde lo visible hace presente lo invisible. Para este fin se contó con la guía del P. Corrado Maggioni, SMM., y su ponencia Celebrar la belleza de la fe. La liturgia de la consagración religiosa. Porque celebrar la liturgia es ir tras la belleza que el hombre necesita, ya que en ella resplandece la hermosura de Cristo. Para que este camino sea fructífero, hay que cultivar la fe, que nos hace ver y oír aquello que está más allá de lo que perciben los sentidos. Porque la fe hace ver y oír lo bello que la liturgia revela aún en el caos, descubre lo armonioso de las formas y de los sonidos, habla al corazón y hace exclamar, heme aquí, es decir, por estos sentidos la belleza de lo celebrado llega al corazón y suscita la conversión.
En la liturgia se hace presente la belleza que recrea todas las cosas, la gracia del crucificado que nunca perdió su hermosura. Su belleza ayuda a descubrir la presencia viva de Dios, es la puerta que ayuda sumergirnos en el misterio. Su belleza en la que hace que cada día se perfeccione nuestro sí. Al cultivar el don de la vida, se asume los comportamientos oblativos que embellecen, que impulsan a ir hasta el final, capacita para el desprendimiento. En la liturgia está la fuerza de la gracia de Dios que ayuda a seguir a Cristo con mayor perfección.
La belleza de la configuración con Cristo es fruto del deseo que está por encima de cualquier cosa, es la elección que Dios ha hecho por cada uno. Ayuda a madurar humanamente, enseña que lo importante es ganar a Cristo y hace que el corazón busque este fin. La belleza de las virtudes espirituales se hacen presentes en la persona que se siente atraída por el Señor, quien la seduce y le hace conocer que él es su Dios. Esta experiencia capacita para renunciar al mal y enseña que Dios no ha abandonado la obra de sus manos, son ellas el sol que permite que la Iglesia florezca.
La belleza del amor fraterno se muestra en el abrazo de acogida a los profesos, esto es lo que permite ver la dulzura de los hermanos reunidos. El amor de unos a otros es el que muestra a Dios en medio de la comunidad. Por eso la comunidad religiosa debe ser el espacio del crecimiento, la que anida la grandeza del amor eterno. Porque lo bello de la consagración va más allá de los ojos, reside en el corazón y se expresa en la vida. Esta es la belleza de la liturgia que se extiende por toda la vida, la que se opone a la fealdad de la no comunión con Dios y con los hermanos.
Concluida la ponencia del P. Maggioni, el P. Carlos Martínez Oliveras, nos presentó las conclusiones del encuento. Con la celebración de la Eucaristía presidida por el Cardenal Fernando Sebastian, concluyó nuestra Semana de Vida Religiosa.