La jornada de la mañana de este primer día de formación en la 51º Semana Nacional de Vida Religiosa llegó a su fin con la conferencia del P. Gonzalo Fernández Sanz, misionero claretiano, que partió de algo plenamente compartido por la audiencia. “Sin Jesús no sabríamos cómo relacionarnos. Él es el hombre por antonomasia”.
“Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su vocación”, continuó el misionero basándose en constitución pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes. “En otras palabras,no podemos saber quiénes somos sin mirar a Jesucristo”. Y tratando de ir más allá, el misionero comenzó su conferencia ‘Jesús, el hombre de las relaciones’, con la que buscó iluminar la manera en la que el Hijo de Dios desplegó su forma de relacionarse humanamente.
“Partiré de las relaciones humanas contaminadas”, advirtió. “Pues hay en nosotros una división interior que nos lleva a hacer lo que no queremos, y este es un punto de partida ineludible”. De tal modo, pasó a enumerar cinco manifestaciones tóxicas que caracterizan lo que vivimos, “y que se han agudizado desde la pandemia”. La primera, la distancia social, “que no es sino el individualismo que se va a exacerbando, y que transforma en relaciones funcionales las que deberían ser humanas”. La segunda es el espacio de las relaciones en las redes sociales. “A veces son relaciones basadas en el juego del escondite”. En tercer lugar, un enunciado sobre el que se elevó Thomas Hobbes: ‘el hombre es lobo para el hombre’, pues para Fernández Sanz, “ciertamente hay unas manifestaciones homicidas entre los hombres, donde vencer es sinónimo de destruir”. “Difícil es ponerse cerca del caído”, lamentó. El cuarto rasgo es la polarización, “que agranda la brecha entre el yo y los otros e impide crear ‘un nosotros’ de proyectos unidos de convivencia”. Por último, la indiferencia. “Las relaciones de preocupación y cuidado se han visto amenazadas por el virus más deletéreo de todos, la indiferencia”. “Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, hija de una desilusión”.
¿Cómo iluminar todo esto desde las relaciones de Jesús?
Así, el misionero introdujo una interesante cuestión, la que formula el modo en que Jesús traslada su experiencia de Hijo a sus relaciones humanas. “Lo que hace de las relaciones de Jesús algo nuevo es que todas ellas acabarán por revelar tanto el rostro de Dios como su salvación”. Así puede contemplarse, y fue señalado por el P. Fernández, en las relaciones de Jesús con su familia, con Juan el Bautista o con sus discípulos, “donde se aprecia cómo Cristo a la hora de elegir a los apóstoles no busca un patrón único, sino que a cada cual lo acompaña en su singularidad”.
También queda patente en las relaciones de Jesús con las mujeres “a las que trata de forma novedosa si se comparara con cómo lo hacía su sociedad patriarcal”, y también con sus adversarios “que provocan en Jesús unas reacciones que desvelan cómo era profundamente”.
Pero sobre todo es particularmente llamativa la relación de Jesús con vulnerables -“Bienaventurados los pobres porque Dios se ha puesto de su parte”- y con personas singulares. “El examen que Jesús mantiene con distintos personajes refleja una humanidad que solo nos remite a Dios”. El claretiano destacó tres de entre todas, la que tiene con la samaritana; la que entabla con Zaqueo y por último con el evangelista san Mateo llama el ‘hombre rico’. “Muchas veces he pensado que estos tres encuentros pueden iluminar algunas situaciones críticas que hoy atravesamos en la vida consagrada: conceptos como la misericordia, la libertad…”
Para finalizar, el profesor Fernández Sanz trató los rasgos de las relaciones que entabló Jesús “Todos cuantos se relacionan con él, cualquiera que sea su situación, se convierten en personas. El encuentro de Jesús es siempre un encuentro que permite una relación personal”. Y destacó cuatro rasgos esenciales, siendo el primero el de la compasión, o sea, el modo de reaccionar ante las necesidades de la gente. El segundo es el de la cercanía “porque amar significa estar cerca de las personas, mirarlas, dirigirles la palabra, tocarlas”. El tercer rasgo es el de la autenticidad, pues “Jesús fue misericordioso con la fragilidad humana e implacable con la hipocresía”. Por último, la salvación. “Cuando Jesús entra en relación con las personas no es para entretenerlas o animarlas, sino para salvarlas”.
“Hoy Jesús, que está vivo, camina con nosotros, nos pregunta qué conversación llevamos por el camino, nos explica las Escrituras que hacen arder nuestro corazón y nos alimenta con su cuerpo y sangre para que podamos reconocerlo”. “A Jesús, el hombre de las relaciones, le decimos: ‘Quédate con nosotros, la tarde está cayendo, quédate’”.
Dos equipos de trabajo para la primera tarde
La tarde se completó con dos ponencias que fueron preparadas en grupos. La primera de ellas corrió a cargo del Equipo Ruaj, de las religiosas vedrunas, pero fue brillantemente expuesto por Luica Villanego que trató el tema de las relaciones con nosotros mismos. “Lo que se me ha pedido es reflexionar en torno a dos experiencias existenciales, el acompañamiento y la soledad”, explicó. “Ambas son experiencias relacionadas entre sí”, advirtió a renglón seguido. Para continuar, la religiosa gaditana pero afincada en Valladolid despiezó su conferencia en tres puntos formulados bajo tres interrogantes: “El primero es a cerca de la experiencia de la soledad: ¿es maldición o bendición?. Para el segundo, llamaré a repensar lo que significa el conocimiento de sí: ¿es olvido de sí o es cuidado de sí? Por último, daré tres pinceladas de lo que el acompañamiento puede ofrecer, pues ¿somos compañía en beneficio de otros o a veces, cuando acompañamos, somos compañía insana?” Como tantas veces, las respuestas que exigen preguntas tan profundas no han de buscarse en los extremos, sino en una alternancia integradora. La profesora Villanego lo resumía con bellas afirmaciones, como “la manera en que te relaciones con la soledad definirá cómo lo haces con los demás”, o a propósito también de la soledad, “sin reconocerla no podremos crecer, pero enfrentarla nos da miedo”. Con todo, hay un punto clave: “Necesitamos el conocimiento de nosotros mismos”, pues “somos fragilidades habitadas”. Y surge entonces el acompañamiento. “El acompañamiento crea posibilidad para que la persona acompañada pueda hacer el camino del cuidado de sí y olvido de sí. Es necesario para que la persona pueda crecer, nombrarse, saber qué va a hacer con su vida. Decimos que el acompañamiento es beneficio porque si no contactamos con nosotros mismos no podemos reconocernos, por eso, en verdad, el acompañamiento es beneficio cuando es discernimiento”.
Y como esta Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada ha querido desde el inicio quiere ofrecer un abanico de las relaciones de la vida consagrada, era importante acercarse también a las relaciones que mantenemos con nosotros mismos. Para ellos nos acompañó Luis María García Domínguez, religioso jesuita y colaborador con la UNINPSI, la Unidad Clínica de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas – Madrid, acompañando a religiosos y sacerdotes, aunque antes hubo desempeñado cargos de formación de jóvenes religiosos y profesor. El tema que desarrolló es fruto de la experiencia acompañando a muchas personas y llevaba por título ‘El complejo entramado de la comunicación personal, interpersonal y comunitaria’. La difícil comunicación, el corpus de esta charla, fue articulado en tres puntos sencillos e introducido desde el diálogo interdisciplinar, es decir, añadiendo a la teología de la consagración alguna aportación de bases psicológicas y antropológicas. En palabras del ponente, “Buscaré explicar una psicología que nos ayude a entender a los individuos vistos en su particularidad, pero dentro de los grupos”. “Tenemos que aprender a reconocer los problemas, y si los planteamos bien, tenemos la mitad resuelto”, animó.
Y es que en la vida religiosa, a ojos del experto, existen tres tipos de problemas, “el primero es la falta de implicación, lo que llamo relaciones insignificantes por falta de implicación. En segundo lugar, relaciones ambivalentes, es decir, relaciones sin fines o métodos claros. Y como tercer punto, estamos todos concienciados de que puede haber problemas de abusos, ya sea de conciencia, de poder o el más extremo, el sexual”. Pero, con todo, “el núcleo de la dificultad es la difícil comunicación con uno mismo”, desarrolló. Y en este punto fue tejiendo una charla magistral plagada de referencias académicas y bíblicas que hicieron pie en tres directas preguntas: “¿Aceptamos que no somos pura razón libre? ¿Aceptamos una memoria afectiva inconsciente? ¿Aceptamos motivaciones ambivalentes? ¡Es que es así nuestra condición humana!”, reflexionó.
“La solución a la falta de consciencia de nuestras motivaciones más profundas y a las altas expectativas que frustran nuestras conversaciones pasa por conocerse mejor. Pero, sinceramente, creo que quizá no haya que hacerlo perfectamente …porque eso tampoco creo que sea bueno”, concluyó.