“El gran reto de nuestro momento histórico para la vida consagrada no es otro que crear espacios de comunión para crecer, celebrar, esperar y anunciar”. De tal modo comenzó la primera ponencia de la tarde del jueves, que corrió a cargo del Prof. Luis Alberto Gonzalo Díez y que llevaba por título un sugerente interrogante: ‘¿Es posible un nuevo paradigma de comunidad? Luces y sombras en el camino’. Y es que aojos del misionero, “Nos jugamos todo a una carta que se llama comunidad, espacio de vida compartida con arte, ligereza y vida de calidad”. “En esa búsqueda estamos y quizá nos estemos perdiendo”, denunció.
“Las instancias de animación y cuidado pueden estar fallando ya que siguen centradas en la información general con la pretensión de que dé fuerza a la vida. Se siguen proponiendo cosas independientemente que estas respondan a la realidad de las personas y, en consecuencia, no se da un proceso deseado de armonía en el crecimiento común”, siguió señalando el P. Díez desarrollando el punto en el que trataba la diferencia entre crisis e incertidumbre. “Quizá el primer apunte sensato para el diseño de la comunidad de consagrados es reconocer que ésta ha de responder al presente”, añadió.
El desarrollo de su ponencia continuó interpelando con un interrogante fundamental “La pregunta es cómo lograr que una donación en convivencia con un fin tan sorprendente como es evidenciar la gratuidad de Dios sea posible”. En definitiva “¿Cómo vivir juntos?”. “A mi modo de ver -respondía- es crucial e imprescindible el papel mediador del liderazgo que es donde más explícitamente vivimos esa crisis comunitaria”. Y yendo más al fondo de la cuestión, “tenemos un déficit organizativo evidente para este contexto. No acabamos de encontrar sintonía cronológica con el siglo XXI”, lamentaba el doctor en Teología.
Así, la solución, “la gran decisión que favorece la integración afectiva y sana las relaciones comunitarias pasa -exhortaba el claretiano- por decisiones tan prácticas como que todos y todas tengan algo que hacer”. “Mantener el ánimo de ‘una masa paralizada’ que tiene como tarea contar los días, hablar del pasado, contabilizar errores, comentar incomprensiones y vivir en soledad, no constituye, en absoluto, ni proyecto de vida, ni experiencia de comunión, ni vida evangélica”. “El problema de la vida consagrada y de la vida comunitaria no es por supuesto la ancianidad. El problema es cómo la estamos gestionando”, aseveró con contundencia. “No existe vida comunitaria sin misión… y la misión no es hacer cosas, sino sentir que la propia vida está conectada con el Reino”.
A continuaión, “deberíamos desaprender que liderazgo es hablar bien y tener respuestas para todo, para entender que el líder o la líder es, ante todo, una persona que intenta servir y lo hace desde un principio coherente entre lo que dice y lo que hace”. Aún más, “deberíamos aprender con urgencia que el liderazgo es un ejercicio de atención a la pluralidad que únicamente ha de beber, en nuestro caso, del principio evangélico del discipulado”.
“Nunca debemos olvidar que el protagonista de la vida compartida evangélicamente es el Espíritu”. Por eso la comunidad religiosa “no se rige, en estricto sentido, por terapias psicológicas, aunque es evidente que puede necesitarlas, sino que “buscamos una comunidad que sea expresión de unidad de quienes están enamorados o enamoradas del Reino”. “Solo hay complicidad con el Espíritu cuando se comparte todo”.
“Estamos ante la encrucijada más compleja que debe ser atendida en la vida consagrada: configurar comunidades que celebren la vida, expresen vida, disciernan y sean anuncio de un carisma que está vivo”.
“Ejercitar el crecimiento y la razón para que los sentimientos se sitúen en adecuada correlación con el proyecto vital, la visión y la misión de la comunidad no es posible, -subrayaba el religioso-, sin el horizonte iluminador de un liderazgo que de manera real y cordial haga una opción por las personas, antes que por las obras; por las situaciones humanas antes que por las coyunturas funcionales”, finalizó.
Carmen E. Bandeo: “La sinodalidad es la profecía de la comunión”,
La última conferencia del jueves, pronunciada por la profesora Carmen Elisa Bandeo, venida en nombre de la Unión General de Superioras Generales, (UISG) habló desde el universo femenino “sin pretender excluir a nadie”, pero con un lenguaje “femeninamente inclusivo”.
“Nuestro llamado a ser voz profética, ofreciendo nuestra sabiduría y experiencia, a la renovación de la Iglesia, al redescubrimiento de una manera de ser Iglesia, juntas, por el bien de la misión de Dios, ha creado un espacio para que la vida religiosa profundice en nuestro sentido de comunión y unidad”, señalaba la consagrada. “La sinodalidad es la profecía de la comunión”, resumió. Y tras estas pinceladas generales, Bandeo pasó a enumerar los aspectos formales de la UISG, tales como la visión, misión, historia, estructura y miembros