“Antes de ser fraile, mi primera vocación era el mundo del lenguaje, las palabras”. Con esta íntima confesión comenzó a mañana del jueves, segundo día de la 52º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, de la mano del fraile capuchino Víctor Herrero de Miguel, profesor de la Universidad Pontificia Comillas. “Pero una vocación me condujo a la otra, a la de la vida religiosa”, completó el religioso.
“Quisiera iniciar mi conferencia hablando de inteligencia artificial, precisamente porque yo vengo a hablar de lo contrario: de un modo quizá más auténtico de expresar el lenguaje”. Un modo más real y exigente de hacer uso del lenguaje, pues “las palabras deberían pasar por un crisol, el de saber que lo único que nos deberíamos permitir decir es aquello que le diríamos a quien se halle al borde de la muerte”, advirtió. “Sin duda, nos obligaría a estar mucho más callados de lo que estamos”, reconoció jocosamente a renglón seguido.
“Fijaos la diferencia: entre una máquina con infinito campo lingüístico de la inteligencia artificial y, por otro lado, la inteligencia sufriente, la inteligencia del que se acerca a su agonía”, explicó el profesor intentado encontrar el centro del lenguaje entre un punto y el otro. “Para mí el lenguaje existe, y cambia, porque existe el otro, la otra persona, quien en referencia a nosotros es a la vez el centro que nos atrae y el abismo ante el cual nos situamos”, definió parafraseando a George Steiner, autor del libro ‘Presencias reales’. “Si somos seres del lenguaje es porque somos seres de relación, porque hay otro que exige mi lenguaje”
“El lenguaje es un acto de amor”
Y es que para Herrero de Miguel “el lenguaje puede usarse para amar o para lo contrario; para celebrar o para maldecir; para crear esperanzas o para despejarlas del todo”. También para “diferenciar el lenguaje como realidad o para que los actos se vuelvan palabras”, prosiguió razonando. De ahí que no es extraño que nuestro Señor sea poderoso en obras y palabras.
El lenguaje y la esperanza
“Tanto tiene que ver el lenguaje con las palabras que sin darnos cuenta en una de las realidades lingüísticas tan importantes como son los verbos, estamos tejiendo itinerarios de esperanza …o haciendo lo contrario”.
Tomar conciencia del lenguaje
“Tomar conciencia del lenguaje es tomar conciencia de la realidad”, aseveró al borde del fin de su alocución, pues de tal razonamiento el religioso infirió que “la realidad está segmentada”. “La diferencia radica entre lo real-cotidiano frente a lo real-invisible”. A saber, con un ejemplo, “el pan amasado y el pan consagrado; es decir, uno, el invisible pero real es sacramento que se capta a través del lenguaje”. Así, la esperanza verbal es la capacidad que tenemos de relacionarnos con la materia y esperar que las cosas vayan conducidas de su vocación a su plenitud. “Que la lluvia se convierta en consuelo, que el otro se convierta en mi hermano”. Y el tránsito “solo es posible cuando es conducido por el amor”, concluyó.