(Fuente: Claretianos.es)
Ya el sábado, abrió la mañana Tiziana Longhitano, religiosa italiana, profesora del Instituto de Teología de la Vida Consagrada (Claretianum) de Roma, que se metió en el bolsillo al auditorio con una hermosa disertación construida a partir de la lectura contemplativa de la historia de Rut y Noemí. En aquel acontecimiento un poco extraño y desconcertante (una familia marcada por la desgracia y una relación entre dos mujeres intergeneracional, interculutural e interreligiosa) Dios sigue demostrando que no abandona a su pueblo. La Prof. Longhitano cautivó a la sala hablando de fraternidad, y discernimiento, invitando a cuidar los odres de la colaboración recíproca entre hombres y mujeres, entre ministros, consagrados y laicos; y entre las mismas familias religiosas.
Tras un descanso, el claretiano Juan José Raya moderó una interesante mesa redonda en la que se interpeló al público formulando la pregunta de cómo reorganizar los odres. Para ello, participaron la Hermana María Ángeles Melero (Misionera de Nazaret), el P. Miguel Miró (Prior general de los Agustinos Recoletos) y Sor Margarita García y Sor Manuela Rubio (Hijas de la Caridad), los cuatro con una gran experiencia en procesos de reestructuración en sus institutos. La mesa captó durante hora y pico la atención de los asistentes con un interesante diálogo en el que se repasaron experiencias, expectativas, criterios y tareas pendientes. Cuestionando, en definitiva, qué odres necesitamos para ser más vitales y más santos interiormente y para servir mejor apostólicamente.
La sesión de la tarde se abrió con la esperada intervención de sor Carmen Ros, una de las primeras mujeres que ha alcanzado altas responsabilidades en la congregación vaticana dedicada a la vida consagrada (CIVCSVA). Sor Carmen, Hermana de la Consolación, disertó sobre tensiones, comunión y fidelidad a la Iglesia, urgiendo a todos los institutos a coser bien el tejido congregacional para revitalizar el carisma sin que se pierda fuerza. Especialmente interesante resultó de esta conferencia las respuestas a todo tipo de preguntas que la religiosa se mostró dispuesta a contestar.
Finalmente llegaron las conclusiones, sugerentes y encendidas, del director del Instituto, Carlos Martínez Oliveras, en las que encontró palabras para animar a todos los consagrados y consagradas del enorme salón de la Fundación Pablo VI: “A pesar de la impresión que podamos tener, seguimos teniendo muchas viñas que ofrecen abundantes racimos de uvas y que, pasadas por el lagar, siguen dando abundantes litros de vino generoso. […] Pongamos a un lado aquellos posaderos que creen que solo rezando se soluciona todo, o que piden que les dejen morir cómodamente. Estamos llamados a descubrir aquellos odres que nos permitan ser parábola de comunión en un dinamismo permanente de fidelidad a la Iglesia”.
Seguidamente, y como viene siendo habitual, la Semana tuvo su broche de oro en una cuidada celebración de la Eucaristía presidida por el Cardenal Arzobispo de Madrid, al que acompañaron en el altar el Cardenal Aquilino Bocos y el Arzobispo Castrense, D. Juan del Río. Don Carlos Osoro mostró una vez más su afecto y gratitud a la vida consagrada y la invitó a vivir con ánimo y entrega los carismas recibidos del Señor. Al final de la celebración, citando al cardenal Fernando Sebastián (muy recordado estos días), el director del ITVR, Carlos Martínez, invitó a los participantes a volver a encontrarse en la semana de Pascua de 2020 en la que, Dios mediante, se celebrará la 49ª Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada.
Un año más el ambiente visible en los pasillos era de claro encuentro pascual: la Semana Nacional sigue siendo un momento bien gozoso para la vida consagrada española cuyas repercusiones superan sin duda las paredes de las salas en las que se realiza.
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(Fuente: Vida Nueva Digital. José Lorenzo)
Carmen Ros, subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), fue la encargada de clausurar la 48ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada que, del 25 al 27 de abril, congregó en Madrid a alrededor de 700 religiosas y religiosos llegados de toda España.
En su ponencia De las tensiones a la comunión: espiritualidad de la fidelidad a la Iglesia, esta religiosa de las hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, abordó las tensiones que se dan en la vida consagrada y las oportunidades que el ir con las “riendas tiesas”, en verso de León Felipe, pueden ayudar para transformar esas tiranteces “en comunión y fidelidad a la iglesia”. “Hay una oportunidad de encuentro para que desde la fe podamos transformar las tensiones en comunión dentro de la vida consagrada”, señaló, subrayando que “lo que importa es llegar con todos y a tiempo”.
Comunión y sinodalidad
Según Ros, “estamos hechos para la comunión, a hacer Iglesia juntos” y se preguntó “por qué hoy vemos las diferencias como una amenaza y no llegamos a verla como experiencia de vida, porque Dios nos quiere y nos ha querido diferentes”. “Unidos y en la diferencia es el camino de Jesús, como nos dice el papa Francisco. Comunión y sinodalidad no pueden ser conceptos que se queden en buenas intenciones”, señaló, por lo que invitó a que “no se queden en conceptos vacíos, porque estamos hechos para la comunión, y diría que somos comunión”.
Pero en el camino hacia la comunión, Ros, que lleva 27 años en la congregación vaticana, “encontramos tensiones”, dijo. “Las experiencias que acumulamos en nuestras comunidades nos indican que no es fácil el camino. Las tensiones son también una gracia, aunque no siempre las percibamos así, y la imagen de los odres viejos y los nuevos representan muy bien esta tensiones en nuestra vida”.
Unas tensiones, añadió, “que despiertan la creatividad y otras que la sofocan, que nos impulsan a salir o que nos paralizan, que pueden ser ocasión de vida, que nos mantienen despiertos y, si se gestionan bien, producen frutos buenos”.
Resistencias al cambio
Con todo, la religiosa -que reconoció que con la reforma de la estructura vaticana que pretende el Papa, la CIVCSVA se verá poco afectada, aunque “algunos aspectos pueden cambiar, por ejemplo en el tema de la misión o en el de los protocolos en los casos de abusos sexuales”-, advirtió que “tenemos una cierta resistencia al cambio y necesitamos mente, corazón y voluntad abiertas, claves para llevar a cabo procesos de transformación que nos pueden hacer mucho bien”.
La religiosa hizo entonces un repaso a las realidades que son causa de tensión, ya sea en la comunidad, entre el deber y el servicio, en las relaciones intercongregacionales, en las derivadas de la multiculturalidad, de la misión, de las relaciones con los laicos, en el contexto de una sociedad estructurada que le exige a la vida consagrada nuevas respuestas, por cuestiones económicas “al entender la economía como un poder fáctico” dentro de la congregación, por prejuicios culturales cuando se importan hermanos o hermanas “solo para sostener nuestras obras”, por lo que pidió, como el papa Francisco, vivir con amor “el cambio de rostro de la vida consagrada”, aunque reconoció que “no siempre es fácil”.
Un vino nuevo que rechaza el clericalismo
Tras la ponencia de clausura, Carlos Martínez Oliveras, director del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), organizador de la exitosa Semana, cuyo lema era A vino nuevo, odres nuevos, leyó las conclusiones de las mismas, destacando que “el vino nuevo de la fe rechaza el odre viejo del clericalismo, la autorreferencialidad, el afán de dominio, la conciencia de tener posesión absoluta de la verdad y apuesta por la inserción y la synkatábasis (abajamiento) como la clave para que la fe cristiana pueda hacerse cultura, no siendo absorbida por ninguna de las culturas”.
Asimismo, el religioso claretiano pidió rechazar “el odre viejo de la mundanidad, el materialismo y el consumismo que debilita el vínculo entre las personas y destruye lo esencial de la fe, a saber, la búsqueda de Dios, y rescatar la visión pascual de la historia apostando por la espiritualidad y el compromiso radical evangélico con los últimos”.