“El gran sueño cristiano, el reino de amor, de justicia y de la comunión entre todos los seres humanos, parte de una experiencia vivencial del Jesús vivo y resucitado”. Con estas palabras, la profesora alemana Angela Reddemann, consagrada de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, inició la tercera Conferencia del ciclo ‘Los Jueves del ITVR’. “Es la experiencia vital de la esperanza que une”, continuaba la experta, “tanto por el gozo compartido como por los sufrimientos asumidos en la comunidad”.
Sus palabras, enmarcadas en una conferencia que llevaba por título ‘Peregrinos y Evangelizadores: Evangelii Gaudium y Jubileo de Esperanza’, hicieron memoria de los diez años transcurridos desde que el papa Francisco nos invitara a una “salida misionera”. Dicha exhortación apostólica es considerada por muchos como el documento programático del actual pontificado. “Debemos revisar si estamos de camino, o si estamos peregrinando, o acaso si estamos pensando en salir, pues soñar es diferente a pensar”, matizó.
“El papa Francisco nos invita a peregrinar con una nueva sabiduría que, pese al mundo y las circunstancias dolorosas que lo envuelven, detecte brotes de esperanza”. “Ahí se abren nuevos horizontes”, completó la hermana Reddemann. “Desde el misterio de la muerte y pasión de Cristo y su resurrección, nuestra mirada podría recorrer los cinco continentes y advertir una nueva esperanza para una humanidad que sufre”.
“Pese a percibir terribles desgracias en el mundo, demos pie a que la esperanza engendre una respuesta de amor en el camino”, invitaba la experta, doctora Teología Católica por la Universidad de Bonn (Alemania). “El Jubileo es un itinerario que no precisa de himnos triunfantes porque la esperanza se va encarnando en gestos amorosos de un cuidado comprometido”, afirmó. “Este Jubileo puede conducirnos también por caminos que salgan hacia el encuentro de los otros, y así llegar a ser instrumentos de sanación y perdón”, abundaba.
Para finalizar, Reddemann recordó que “el resultado de este Jubileo no puede adivinarse de antemano, pero sí sabemos que para llevar esperanza al mundo herido, necesitamos un giro mariano, es decir, crear espacios de encuentro – llámense cenáculos o refugios, espacios seguros y casas de oración – como María nos enseñó”.