El viernes 25, última día de la Semana, comenzó con una breve oración y el saludo de monseñor Vicente Jiménez, obispo de Santander y presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada. Dirigió a la asamblea palabras de agradecimiento y de animación invitando a todos a ser portadores de esperanza en nuestro mundo.
Seguidamente tuvo lugar una comunicación y una intervención que había sido aplazada.En primer lugar, Inma Gala, carmelita Vedruna, compartió su experiencia como práctica de la esperanza desde la solidaridad en la frontera. Presentó el trabajo que lleva a cabo la delegación de migraciones de la diócesis de Tánger, donde ella trabaja. Describió, apoyándose en sugerentes imágenes, la dolorosa situación de la frontera. Repitió varias veces que Dios nos habla en lo cotidiano y que el mirar contemplativo y misericordioso de Dios se hace presente en el servir cotidiano. Los servicios que llevan a cabo se desenvuelven en tres áreas de intervención: pastoral (acompañar a los inmigrantes, celebraciones, diálogo interreligioso…), sensibilización (charlas o conferencias, una sencilla revista, “caravanas de la valla”…) y social (cuatro proyectos). Concluyó con la oración: “Danos entrañas de misericordia”.
Isabel Romero, de la institución teresiana, presentó el latido de la esperanza en la literatura con una charla titulada: Esperanza y esperanzas. Sus relatos en la literatura de lengua española actual. Comenzó haciendo referencia a El Señor de los anillos de Tolkien; pues Aragon en la juventud se llamaba Estel, que significa “esperanza” y este personaje se convierte en la esperanza del pueblo. También nos lee un texto del mismo autor en el que se establece una clara diferencia entre la esperanza y la Esperanza. Seguidamente recordó que los relatos actuales se enmarcan en la corriente postmoderna, donde las pequeñas historias siguen fundamentando el sentido de la vida. A continuación presenta brevemente la obra de Antonio Buero Vallejo, que responde más al pensamiento de la modernidad que al de la posmodernidad. Es un autor teatral. En sus obras se mezcla la amargura y la confianza. Se considera un autor trágico como expresión de la problemática situación del ser humano. Afirma que en su concepción de lo trágico hay que admitir la esperanza. La desesperanza nunca se mantiene al mismo nivel. Los espectadores tienen que esperar lo que los actores ya no pueden esperar. Como diría Unamuno: es imposible ser persona y no esperar. La otra autora española que presentó fue Carmen Martín Gaite. Autora que evoluciona en su trayectoria, tiene tres fases en su narrativa, y hunde sus raíces en la realidad postmoderna. La ponente nos indica que La reina de las nieves es un novela claramente posmoderna en la que las pequeñas historias se van recomponiendo gradualmente a partir de la vida del protagonista. La memoria se establece como el lugar de la esperanza. Lo más importante para el hombre es saber a dónde mira. La tercera etapa de su narrativa está dominada por la lucha consigo misma. Es un “conflicto con la mismidad” y debe ser combatida desde el interior de uno mismo. Entendida la persona de una manera trascendente la Esperanza guía a cada personaje.
Concluyó la charla recordando que la literatura es bastante propensa a rastrear la esperanza. El hecho de escribir es un acto de esperanza, pues invita a alzar la mirada.
Antes del descanso se presentó el proyecto Fiare de banca ética, que tiene mucho que ver con la esperanza de las personas, se nos dice. El objetivo es el de poner la banca al servicio de las personas. Es un proyecto que se inició hace más de 10 años, por diversas entidades, entre ellas Cáritas, y hoy cuenta con más de 5.000 socios. En septiembre comenzará a operar con productos bancarios. Es un banco sin ánimo de lucro, que pone en el centro a la persona, que pretende estar al servicio de proyectos de cooperación y que contará con un comité de ética que velará para que los principios éticos se apliquen.
Después del descanso monseñor Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Valencia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, diserta sobre el tema: Ungidos de esperanza.
Comienza con una introducción recordando que solo en Cristo está la esperanza. Invita a hacer del canto del magníficat la expresión de la vida consagrada y cantarlo en la pobreza, la castidad y la obediencia. Divide su ponencia en tres puntos. En el primero recuerda que los consagrados estamos llamados a generar vida y regalar la esperanza con el gesto sanador de Jesús, así la vida consagrada es un don para la Iglesia y anticipa el Reino de Dios. La vida consagrada con su acción está haciendo presente ese Reino a todos los pueblos, pues nada de la humano es extraño a la vida consagrada. En segundo lugar explica cómo los consagrados, con una existencia transformadora, somos llamados a vivir en la dinámica del amor y no del juicio, pues somos icono de Cristo transfigurado, somos llamados a la santidad y somos ungidos para acercar a los hombres la alegría del Evangelio desde la alegría misionera, que genera encuentro e inclusión y no desencuentro y división y que genera atracción y provoca respuesta. Los discípulos de Emaús son la paradigma para pasar del desencanto a la esperanza y se convierten en modelo para los consagrados que son ungidos de esperanza gracias a una alegría incorruptible que brota de Dios mismo. Con palabras muy agradecidas recordó que él como pastor de una diócesis está viendo concretamente como los consagrados están regalando mucho en este momento concreto de nuestra historia. Se intuye que quien ha sido tocado por el amor empieza a entender vitalmente lo que significa la palabra esperanza. Destacó que en la oración, en el actuar y sufrir, en la contemplación del juicio final (nuestro Dios es un Dios que su justicia es la misericordia) aprendemos y ejercemos ese nombre de tanta belleza “ungidos de esperanza”. En la tercera y última parte dijo que los consagrados son ungidos de esperanza al escuchar el mandato que nos hizo Jesús y tenemos que preguntarnos qué hizo Él y qué quiere que hagamos nosotros. De manera rápida, por falta de tiempo, recordó que Dios pasa por nuestro mundo y hay que acogerlo estando al lado de la gente. Nos invitó a tener el atrevimiento de preguntar a los hombres que están por los caminos, qué quieren que hagamos por ellos. Todo esto nos está pidiendo un nuevo humanismo que lleve la alegría del Evangelio a todos desde la misericordia, la comunión y el tener parte en Cristo, recibir la misericordia y la comunión de Cristo y formar con Él un solo Cuerpo. Concluyó su charla afirmando que “la vida consagrada es una gracia para Iglesia”.
La última ponencia de la tarde, tras un breve momento de oración, corrió a cargo del dominico Ricardo de Luis Carballada. El título: Mirar al futuro con sabor de resurrección. Formación para vivir opciones permanentes. Gestionar la propia vida y dejarse formar por ella. Comenzó recordando que la fidelidad es el propósito con el que nos levantamos cada mañana y el objeto de la evaluación que hacemos al finalizar el día. Se preguntó que dónde hemos de poner los acentos en una sociedad donde las condiciones para la fidelidad han cambiado.
Parte del acontecimiento de la resurrección con la cual Dios establece un nuevo comienzo que nos invita a llenarnos en todo de Dios. La vida nueva nos invita a participar en el señorío de Jesucristo. Nuestras vidas son obras de Dios. La obra ha sido sustituida por retazos. Dios quiere hacer con cada uno de nosotros y con la humanidad su propia obra. Esto supone ofrecer nuestra vida a Dios permanentemente. La resurrección de Jesús pone de manifiesto que la historia tiene un fin (objetivo y acabamiento). La reflexión sobre el fin tiene que urgirnos a ir en pos de lo esencial.
Indicó también que la vida religiosa está viviendo muchas cosas en clave positiva y si nos falta algo es un poquito más de pasión. Apuntó que es la contemplación de la esperanza lo que puede introducirnos ese compromiso en nuestras vidas. Afirmó que el cristiano ha de ser consciente de que tiene que vivir una actitud continua de discipulado, de dejarse enseñar por Cristo. En los procesos de formación es importante tener en cuenta la estética de la percepción, el conocimiento y la dimensión de la praxis. La escatoestética y la escatopraxis nos interrogan sobre cómo percibimos el fin desde nuestra sensibilidad y desde nuestro compromiso. En esta sociedad líquida hay que mantener una referencia permanente en nuestra vida.
La permanencia nos permite abrirnos al cambio, pero sin perder el hilo conductor de nuestra vida. También recordó que la fidelidad tiene que ver con la confianza. Deposita su confianza en algo que considera valioso. La fidelidad en sentido bíblico es un lazo que se sostiene más allá de las condiciones de la propia existencia. No se puede confundir el “guion” de nuestra vida con el “escenario”.
La dimensión estética de nuestra vida tiene que ver fundamentalmente con la liturgia, con la obra que Dios realiza en nuestras vidas. En la liturgia Dios obra nuestra propia transformación. Es necesario vivir intensamente la liturgia como el polo fundamental de nuestras vidas para fomentar la fidelidad.
También es necesario purificar nuestras opciones vocacionales a través del camino de la cruz. Como las realidades están mezcladas tenemos que liberarnos de los falsos deseos.
La vida cristina se manifiesta en un modo de vivir y de actuar. La tarea fundamental de nuestra misión es introducir en el mundo la diferencia de Dios. Es necesario un movimiento de empatía y de distanciamiento, donde el amor y la relación con Dios lleven al amor con el otro. En definitiva, la fidelidad tiene que ver con la consagración, la comunidad y la misión y en todo esto es importante que pongamos un poco más de pasión independientemente de la edad de cada consagrado.
Después de un breve descanso Bonifacio Fernández y José Cristo Rey García Paredes al alimón ofrecieron las conclusiones a modo de síntesis de la Semana. Presentaron “nueve ráfagas” de luz que muestran el “esplendor de la esperanza”.
El último acto de la Semana fue un momento sereno, bien preparado y animado por la concepcionista Bárbara Ávila de oración para dar gracias a Dios por tantas muestras de esperanza que nos encontramos a nuestro alrededor y para pedirle que nuestros sueños de una vida consagrada más ilusionada y transmisora de esperanza se vaya haciendo realidad.
Cerramos, así, la LXIII Semana de Vida Religiosa que nos da esperanza y nos invita a todos los consagrados a vivir y a transmitir el “evangelio de la esperanza”.