El Card. Óscar A. Rodríguez Maradiaga abrió el día y lo hizo con su estilo entusiasta y enérgico muy impactante, en su conferencia sobre las llamadas del papa Francisco a los jóvenes. Tomando como punto de partida el encuentro de Juan y Andrés con Jesús y partiendo del “enredo de las redes” que caracteriza hoy el mundo de los jóvenes, pidió que “hagamos clic y no crack con el mundo juvenil”, ya que se está diseñando una cultura anti-vocacional, donde el modelo antropológico es el ser humano sin vocación. El tema del Sínodo es justamente “los jóvenes, la fe y el discernimiento”, porque es importante que los jóvenes sepan que su vocación primera es a la vida. Cuanto a los consagrados, necesitamos pasar de la mera preocupación por las vocaciones a una ocupación con las vocaciones. Dios ya hizo su parte, ahora nos toca a nosotros continuar el proceso.
La mesa redonda nos presentó un “pentecostés vocacional”, dándonos a conocer un poco más de cuatro formas de vida consagrada (vida monástica, vida apostólica, institutos seculares y sociedades de vida apostólica). Además de constatar la singularidad de cada camino vocacional personal, hemos podido profundizar en lo más peculiar de cada carisma: la misión en las Hijas de Caridad; la fecundidad de la oración en las Benedictinas; el estar con las personas en los Salesianos; y el vivir en medio de la gente en las Hijas del Inmaculado Corazón de María. Al final, los caminos presentados para entrar en contacto con los jóvenes han sido diversos: el acompañamiento ambiental, grupal e individual; una vida estable y un ambiente familiar de armonía, silencio y solidaridad; la autenticidad, alegría, belleza y cercanía; y el encuentro con la persona viva de Jesucristo.
El Card. Maradiaga presidió a la eucaristía y nos ha recordado que estamos llamados a vivir una vida nueva que brota de la Pascua. Nos pidió que seamos “radioactivos” en irradiar el amor de Dios.
Por la tarde, hemos visto la presentación de un videomensaje del Hermano Alois Löser, prior de Taizé. A José Miguel de Haro le tocó presentar esta comunidad monástica, su fundación, su desarrollo y su influjo en el cristianismo, especialmente en el movimiento ecuménico. Por su parte, el Hermano Alois ha puesto de relieve que Dios es llamada y sigue llamando, pero que lo difícil hoy es asumir un compromiso de por vida. Los jóvenes son muy relevantes para la comunidad monástica de Taizé, a punto de sostenerla con sus dudas, sus necesidades y su fe. El sucesor del Hermano Roger reforzó todavía que, antes de proponer la vocación a los jóvenes, hay que enseñarles a escucharse a sí mismos y a vivir en la sencillez. Sin embargo, es muy evidente – el papa Francisco y la comunidad de Taizé lo han captado muy bien – que los jóvenes quieren la unidad de la Iglesia. En este ámbito, la aportación de los consagrados y consagradas está en asumirse como una parábola de comunión.
Tras haber escuchado todo esto, el día ha terminado con una oración de Taizé que llenó completamente la capilla de jóvenes, consagrados y consagradas, que, cantando y alabando a una sola voz, daban una señal inequívoca de comunión espiritual en torno a Jesucristo.