“La vida religiosa se encuentra en tiempo especial, en el que nuestro ser en relación nos reclama particularmente una escucha en el sufrimiento, en el envejecimiento y en el morir”, advirtió José Carlos Bermejo en la segunda ponencia de la mañana, aquella que sobrepasaba ya el ecuador de la 51º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. Así, el religioso camilo, al frente del Centro de Humanización de la Salud San Camilo completó añadiendo que “quizás uno de los elementos fundamentales de nuestra relacionalidad, sea precisamente la escucha”.
Una escucha que, para el experto en realizar procesos de acompañamiento, ha de ser dirigida “en los tiempos que corren” a aquellos que han regalado, desde la riqueza de sus carismas, mucha escucha y acompañamiento; es decir, a la vida consagrada. “La vida religiosa necesita ahora ser vista como el herido de la parábola del Buen Samaritano, que reclama ser escuchada en su fragilidad, en sus heridas, las asociadas al envejecimiento y los estados anímicos que este genera”. E incluso “a otras heridas más profundas, como las desveladas de la historia de abusos sexuales a menores y personas vulnerables, en particular en los internados; o a aquellas otras que se asocian a la disminución numérica y significativa de los consagrados y sus obras”, abundó.
Para Bermejo, “escuchar no es cualquier cosa”, antes bien “es el camino más adecuado para tener acceso al otro”. Una acción que requiere que aquel que se comunique lo haga “mirándose como narrador de su propio sufrimiento, como necesitado de escucha, al fin”. Una tarea bien necesaria en todos los cristianos, y también en los consagrados. “Hemos evocado siempre la acción hacia los otros”, apuntó. En este sentido, “ahora es vital desahogarse, poner sentido al vivir oscuro del recuerdo de los traumas y del nombrar lo que nos acecha en el presente”. “Es vital nombrar porque nos empodera, nos rescata de una identidad erosionada por la dependencia y las crisis del envejecimiento. Nos hacemos y nos rehacemos en la narración de la crisis, en la relación en la que nos autoafirmamos a pesar de la fragilidad y la pobreza”. Dicho más claramente, si cabe, enunció: “La vida religiosa no solo se narra en sus heroicidades a través de los siglos. Se narra también -y es también- la fragilidad. La que proclamábamos que habíamos elegido modelo de victoria: la cruz”.
Y lo que el religioso camilo propone es una “escucha activa”. “En el encuentro humano, en el que nos hacemos, porque somos relación y somos en relación, no hay verdadera escucha si no es activa”. “La escucha es medicina”, señaló.
Y al mismo tiempo, la conferencia del profesor y experto quiso pasar por la figura del que acoge, con su escucha, el sufrimiento de los demás. “Escuchar de verdad, particularmente escuchar a la persona que sufre, en el tiempo del enfermar, en el sufrir y el morir, tiene un precio. Un precio emocional que viene del mismo hecho de tratar con la zona oscura de la vida humana, allí donde se percibe la fragilidad, el dolor y las consecuencias del mal”. “Pero también un precio en el eco de uno mismo, de quien escucha”. “En efecto, el que escucha al otro, se escucha a sí mismo, porque se identifica involuntariamente y encuentra un espejo de la interioridad”.
Para concluir, la conferencia pasó por subrayar el poder de la palabra y la escucha del espíritu. “Para que la palabra dé fruto, no hay que contentarse solo con purificar la motivación de quien la usa, sino también hay que escucharla, acariciarla con respeto. A la palabra hay que acogerla con disposición a dejar que se haga fecunda”. Respecto del Espíritu, “en él ha de estar disponible la escucha”. “El Espíritu Santo habla en el corazón, y el hombre lo escucha con el corazón. Y puesto que el Espíritu reside en el corazón del ser humano, es allí donde se escuchan sus voces”. “Según las Escrituras, escuchar a Dios no significa simplemente prestarle oído a lo que dice la divinidad, sino acoger la Palabra, abrirle el corazón, llevarla a la práctica y obrar en consecuencia, por eso su aceptación es encomiada por Dios: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”.