“La sinodalidad no es algo ocasional, sino pertenece a la esencia de la Iglesia, es estructural y configurador”. Así comenzaba su conferencia el religioso agustino Luis Marín de San Martín, miembro de la Secretaría General del Sínodo de Obispos. “Y la vida consagrada es, en sí misma, experta en sinodalidad y, por eso, tiene un papel importante en la promoción y la vivencia del camino sinodal, al que el papa Francisco ha llamado a toda la Iglesia”, continuaba el prelado.
“Estamos ante el reto de la renovación en la Iglesia. Pero los procesos renovadores solo son viables desde la referencia al Evangelio, es decir, si nos unen más a Cristo y nos impulsan a comunicarlo al mundo desde la experiencia del Señor Jesús en la propia vida de la Iglesia”, advertía. “Abordar al problema requiere superar la inercia y el conservadurismo congénito, sin miedo a las molestias y dificultades que, sin duda alguna, entraña cualquier proceso renovador”.
“Si queremos afrontar la realidad desde la coherencia, único camino posible, debemos entender la renovación en el sentido de reforma. Porque, ciertamente, se trata de reformar”, proseguía el religioso agustino. “Desde esta perspectiva, podemos entender que la reforma se enraíza en la vida y, por tanto, es temporal, porque se realiza en el tiempo que nos ha sido dado”. “Pero frente a la sucesión de instantes que caracterizan el tiempo entendido como chrónos, de naturaleza cuantitativa, se ha definido la realidad que estamos viviendo en la Iglesia como kairós, de naturaleza cualitativa, y que no puede medirse con el reloj; es fortuna, riesgo y oportunidad única e irrepetible”.
Así, “se trata un momento fuerte que cambia la vida, el horizonte en el que construimos nuestro destino, un tiempo oportuno para profundizar la experiencia de Cristo vivo y, por tanto, la experiencia de Iglesia. De nosotros requiere un ejercicio de humildad y coherencia, disponibilidad y confianza, responsabilidad e implicación, para ser cauce de la gracia de Dios, de su acción salvífica en el mundo”. “Se trata de dejar que el kairós irrumpa en el chrónos”
“El actual proceso sinodal es, sin duda, un kairós, una oportunidad de la gracia. Es la respuesta a nuestras oraciones en las que hemos pedido la intervención de Dios en un mundo azotado por la crisis”. “El proceso sinodal en curso, impulsado por el papa Francisco es, ante todo, un regalo y una oportunidad que requiere nuestra aceptación, disponibilidad y colaboración”.
En la estela del Concilio
“El proceso sinodal en curso es un fruto maduro del Concilio Vaticano II y solo puede entenderse en conexión con él. Es un desarrollo de la eclesiología de Lumen gentium”. Y al respecto de esto, el religiosos quiso resaltar dos aspectos muy importantes, “que a veces olvidamos en los procesos de reforma en la vida consagrada, desde la lectura de Lumen gentium y Perfectae caritatis: la dimensión escatológica y la radicalidad en el seguimiento”. Al respecto de esta última, Marín de San Martín recordaba que “el Concilio recuerda que la santidad de los religiosos se inscribe en la vocación a la santidad de la Iglesia, que constituye una unidad con la vida consagrada, evitando considerarla como una forma de perfección fundamental sobre el bautismo, que devalúe la dignidad espiritual de todos los bautizados”.
Para finalizar, el prelado hizo constar tres retos en los cuales la vida consagrada puede colaborar como maestra de sinodalidad. “El primero, el reto de la experiencia de Cristo, es decir, se trata, a la vez, de dejarse habitar por él y vivir el abandono de los propios proyectos para seguir los de Jesús”. En segundo lugar, “el conocimiento de Cristo siempre experiencial, o lo que es lo mismo, recordar que nadie se enamora de un concepto, de un mandamiento o de un muerto, por importante que haya sido, sino de una persona viva”. Por último, “Cristo nos remite a la Iglesia, lo que cual nos recuerda que una comunidad cristiana enquistada en sí misma resulta un contrasentido, pero también lo es la autorreferencialidad, la ausencia de colaboración, la atomización hedonista”. “La forma de compartir la experiencia y la vida de Jesús es siempre comunitaria porque no existe Cristo sin Iglesia ni Iglesia sin Cristo”, concluyó.