Con el título ‘En espíritu y verdad. Adorar a Dios, actuar en la historia’, la profesora de teología dogmática en la Universidad Pontificia Comillas, Nurya Martínez-Gayol Fernández cerró la última de las conferencias en esta 51º Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. Entre los asistentes de este día también se encontraban el Nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito Aúza, que trajo un saludo fraternal de parte del papa Francisco. “Caminemos hacia la alegría del encuentro poniendo a Cristo en el centro. Sigamos hacia adelante con alegría”, exhortó. También hizo acto de presencia el Card. Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, sdb, que en el marco de estas jornadas de profundización teológica, presentó el nuevo libro editado por la editorial Publicaciones Claretianas, una entrevista en la que comparece él mismo con el director editorial, el misionero Fernando Prado Ayuso en torno a la nueva constitución ‘Praedicate Evangelium’, promulgada por el papa Francisco el 19 de marzo de 2022. También venido desde Roma pudo verse entre los asistentes, y en la posterior concelebración de la eucaristía final, al religioso agustino Mons. Luis Marín San Martín, subsecretario para el Sínodo de Obispos. De más lejos llegó Roberto Octavio González Nieves O.F.M, arzobispo de San Juan de Puerto Rico, pero de igual modo, fue calurosamente bienvenido.
La mirada interdisciplinar a las relaciones de Jesús llegaba a su fin con la magistral conferencia de la religiosa y experta doctorada en la Universidad Gregoriana, que quiso discernir qué es esencial para la adoración, y sobre todo qué nos puede ayudar a adorar “en Espíritu y en verdad”.
Para ello, Martínez-Gayol comenzó tratando la relación que existe entre las distintas personas de Dios, un modo que “es movimiento, donación y recepción, pero en total libertad”. Una relación que también sueña respecto de nosotros, sus criaturas, pues “este Dios-relación ha creado al hombre a su imagen, y desde entonces, nosotros estaremos diseñados para un diálogo con Él, en el que encontraremos el auténtico sentido a nuestro ser hijos suyos. Este diálogo es la adoración”, inició.
Pues para la religiosa, “la adoración, antes de ser acción es la actitud de la criatura que percibe la presencia de quien le traspasa”. “Adorar es por tanto ser incorporado en un dinamismo de amor que nos compromete a desplegar el dinamismo del Dios Trino en todas nuestras relaciones”.
“Dios, que quiere estar más cerca de sus criaturas, se abaja de su grandeza y por amor a nosotros se ha quedado a nuestro lado y dentro de nosotros, es decir, adentrándose en lo más caduco, en un pedazo de pan para así poder habitar en nuestra vulnerabilidad”. “La actitud de adoración se focaliza pues en esta mediación pequeña, tan simple, pero donde se reconoce la presencia de lo infinito en un trozo de pan, tan vulnerable en nuestras manos. Dios está a nuestra merced. Tan cerca, tan dentro, tan abajo”, explicó la religiosa Esclava del Sagrado Corazón.
“Entrar en adoración es disponernos a acoger este amor y esta presencia, y al hacerlo así no invade y nos envía a hacernos también pan que se entrega. La idea de adoración nos habla de encuentro íntimo, pero no resulta tan habitual reconocer una dimensión de actividad apostólica. El vínculo de dependencia de adoración y eucaristía es la prolongación en la acción misionera”, abundó. “Quien participa en la eucaristía está dejando que se apodere de él este dinamismo apostólico”, apostilló recordando a renglón seguido a las primeras comunidades cristianas, “que quisieron aproximar la eucaristía a quienes no podían participar en ella. La reserva eucarística nace como prolongación de la eucaristía con una misión muy especial: salir”.
Para concluir, la conferenciante resumió que “la adoración es siempre relación”. En primer lugar, “relación con uno mismo tal como nos narró san Agustín con su experiencia: le descubre dentro de sí, en su propio ser. Ahí encontramos nuestro ser en diálogo”. En segundo término, “porque cuando el ser humano descubre que su propia vida, su existencia, es el primer don recibido de Dios, entrará en relación consigo mismo y ya estará adorando”. Finalmente, “sobre todo, es relación con Dios. Diálogo del amor donde el hombre encuentra su identidad”.
“La adoración es así relación de escucha, pero esto no quiere decir que sea fácil, pues necesitamos vaciarnos para escuchar, para acoger”. Así “Dios Padre también se deja afectar a causa de su saber escucharnos y de tal modo surge un diálogo. La adoración es diálogo transformador”. O dicho de otro modo, en palabras del santo, ‘Tu imagen sobre mí me cambiará’.