Tras la celebración de la eucaristía, presidida por el P. Gonzalo Fernández Sanz, director editorial de Publicaciones Claretianas y misionero al frente de la revista Vida Religiosa, comenzó la mañana del segundo día con la conferencia del religioso claretiano Pablo Largo, que inició su conferencia con una invitación a retrotraernos en la ciudad de Israel unos años antes de la celebración de la muerte y resurrección de Jesucristo. “No faltaban movimientos sociales de protesta, críticos con las instituciones judías”. “Pero entre los proféticos situamos el movimiento de Juan Bautista y el de Jesús, que promovían la renovación del pueblo y esperaban una intervención divina que diera un vuelco al desorden de cosas existente”.
“Sobre el fondo de las multitudes, -continuaba el profesor- se destacan dos círculos menores, integrados por los discípulos itinerantes y los sedentarios. Los primeros no forman un grupo amorfo: lo aglutina Jesús, que, en un momento significativo, instituye a Doce”. Y haciendo memoria de la herencia de la que vivimos, el religioso dedicó a este grupo la primera parte de su ponencia. “el segundo bloque de mi charla -adelantó el P. Largo- versará sobre las experiencias pascuales; el último, sobre los rasgos de la comunidad reunida de nuevo por el poder del Resucitado”.
Entrado ya en la conferencia, el experto, doctor en teología por la Universidad de Comillas con la defensa de una tesis que versó sobre la resurrección de Cristo, apuntó que el seguimiento de Jesús y, más en concreto, la creación de los Doce obedece a dos finalidades “vida y misión apostólica”.
“La misión apostólica era finalidad de la elección de los Doce”, recalcaba el P. Largo. “Jesús los inviste de poder y los envía de dos en dos como testigos y mensajeros autorizados que cooperan en su ministerio. Así́, por un lado, con su vida apostólica, simbolizan al Israel renovado y, por otro, con la misión apostólica colaboran en esta renovación a través del anuncio, las curaciones y los exorcismos”.
Los encuentros pascuales
“El encuentro pascual fue, primero, un hacerse Jesús presente y un acto de reconocimiento por los discípulos”, incidía el religioso. “El léxico es variado: Jesús ‘se apareció́’, ‘se mostró’, ‘salió al encuentro’, ‘se reveló’... Estos verbos destacan la plena iniciativa del Resucitado”.
“La Pascua de Jesús se impone a los discípulos; pero tal imposición no es un acto violento, es una gracia. Sucede como en un descubrimiento científico o en hallazgos menores: la verdad es algo que se impone y que a la vez se celebra”.
La comunidad reunida de nuevo por el poder del Resucitado
Pasando al apartado tercero, el antiguo director de la Escuela Regina Apostolorum, abundó en el encuentro de la primera comunidad cristiana. “Integran la comunidad de Jerusalén tres grupos: los Doce y sus acompañantes, los helenistas y los hebreos o judaizantes; añadamos el grupo del Discípulo Amado. Pero fijemos la mirada en el grupo de los Doce y acompañantes”. Primero, “porque son comunidad de testigos y comunidad narrativa”. Segundo, “porque los receptores serán, asimismo, una comunidad confesante”. Tercero, “porque la resurrección de Jesús significa que toda su trayectoria ministerial ha sido legitimada por el Dios al que invocaba como su âbbá”. Además, “porque son una comunidad internamente solidaria que practica cierta comunión fraterna de bienes materiales y se constituyen asimismo en comunidad misionera”.
“Entre la comunidad prepascual y la pascual de Jerusalén”, resumió el religioso para finalizar, “se abrió paso un nuevo conocimiento de la identidad de Jesús y se confesó su rango divino de Señor; la memoria de su ministerio quedó renovada por el reflujo de la Pascua; se releyeron las Escrituras; Jesús fue incorporado al culto monoteísta de la comunidad; la espera de la llegada del Reino cobró la forma de la espera del Señor; el anuncio no se focalizó en el Reino, sino en el kerigma cristológico y la misión no se limita al territorio de Israel, sino que cruza sucesivas fronteras”.