(claretianos.es.-) En la mesa presidencial, tomaban asiento el autor, el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo Emérito de Sevilla y el Dr. Félix García López, Catedrático de Antiguo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca. El director de Publicaciones Claretianas, P. Fernando Prado agradeció la presencia de los asistentes e hizo una breve semblanza del autor. Cedió posteriormente la palabra al director del ITVR, P. Bonifacio García que presentó a los miembros de la mesa.
La primera intervención fue del prof. Félix García que analizó en profundidad la obra del P. Aparicio. Posteriormente las palabras del Cardenal Amigo. El autor concluyó el acto con una breve intervención, a la que siguió un pequeño diálogo.
A mediados del siglo XX una frase se puso de moda en Madrid: “En esta ciudad, por la tarde, si no das una conferencia te la dan”. Es verdad. Hay ciudades con tal oferta formativa y cultural que todos los días habría algo que hacer. Los tablones de avisos de las comunidades se encuentran llenas de invitaciones y convocatorias; algo tienen de especial los últimos días de noviembre.
Pero no todo lo ofrecido es igual de bueno. En este caso nos encontramos ante una obra especial: un volumen de más de 400 páginas en las que ha volcado parte de sus conocimientos un buen exégeta y escriturista, el Prof. Ángel Aparicio Rodríguez, Misionero Claretiano, Catedrático del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid (ITVR), centro integrado en la Universidad del Episcopado Español (la Pontificia de Salamanca).
¿Es la vida consagrada ‘un invento humano’?
Hay preguntas que siguen teniendo sentido. Algunas se las hizo Lutero hace casi cinco siglos; otras son mucho más antiguas y nos las seguimos haciendo. El Prof. Aparicio, tras más de treinta años de enseñanza y algunos más de dedicación al estudio coge el toro por los cuernos: ¿se pueden fundamentar en la Biblia los votos de castidad, pobreza y obediencia de los religiosos? ¿Se puede afirmar la relación de la vida consagrada con la Sagrada Escritura sin menospreciar injustamente el valor y la dignidad de otras formas de vida cristianas? ¿En qué se basa esa relación inspiradora que permite hablar en cierto modo de ‘fundamentos’?
El libro es una obra bien atractiva, no destinada quizás a cualquiera -¡perdidos estaríamos si todos los libros buenos tuvieran que estar al alcance de todo tipo de lectores!-, pero sí para un buen número de religiosos, religiosas y otros cristianos que quieran pensar la fe en el siglo XXI. En las palabras que lo abren, el Prof. José Cristo Rey García Paredes, Catedrático también del ITVR, elogia la obra y llega a calificarla de “instrumento de primera clase” para quienes deseen profundizar en el fundamento bíblico de la espiritualidad cristiana y de las diversas vocaciones, de buena “base bíblica” para quien quiera plantearse una “eclesiología de las formas de la vida cristiana”.
El aval de la trayectoria de un autor
Ángel Aparicio es uno de los Catedráticos del ITVR. Su saber ha iluminado a muchas generaciones de personas consagradas. Profesor durante más de treinta años en la Escuela ‘Regina Apostolorum’ de Madrid, ha enseñado también en las Facultades de Teología de Salamanca y de San Dámaso y en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid y ha colaborado en la edición de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española. Su conocimiento de la vida consagrada y de su realidad es notorio: editor, también durante más de veinte años, de las colecciones de los documentos que el Magisterio de la Iglesia ha dedicado tras el Concilio Vaticano II a la vida consagrada, fue coordinador del Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (aparecido ya en varias ediciones e idiomas) y de su Suplemento, que vio la luz en 2005. Muy reciente es la presencia en las librerías de varios de sus trabajos sobre los Salmos, que incluyen una traducción novedosa y razonada de los ciento cincuenta y decenas de páginas de comentarios y propuestas de aplicación pastoral.
La buena compañía de una presentación
Pero Ángel Aparicio no estuvo solo en la presentación del libro. Le acompañarán, además de un buen número de amigos, alumnos y compañeros profesores y profesoras del Instituto y de la Escuela, el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo Emérito de Sevilla, y el Dr. Félix García López, Catedrático de Antiguo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca. Un buen plantel para que quienes se acercaron de Madrid y sus alrededores, a las 19 horas a la presentación. Un buen libro para que, vivan donde vivan, los interesados en la vida consagrada se hagan con una obra como esta, que viene a cubrir una laguna y está llamada a ser todo un clásico.
Las palabras del catedrático Dr. Ángel Aparicio Rodríguez
INSPIRACIÓN BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA
Es célebre la pregunta de Shakespeare: «¿Qué hay en un nombre», preguntó. La respuesta había sido dada por Plauto unos 16 siglos antes: «El nombre es un signo, un presagio, un anuncio, un símbolo, una profecía,... El nombre ya lo dice todo... Lo que no tiene nombre no existe... El nombre es la clave».. Sírvanos el ejemplo de Elías. El nombre de este profeta es un presagio de lo que será su vida: un anuncio reiterado y exigente de la exclusividad de Yahvé. «Mi-Dios [Mi-único-Dios] es-Yahvé». Todo está dicho en el nombre. Esta afirmación de Plauto venía insistente y persistentemente a mi mente mientras buscaba un nombre para esta criatura.
¿No era lo más normal registrarla en el catálogo de los libros con el siguiente nombre: «Fundamentos o fundamentación bíblica de la vida consagrada»? Pero ¿existe en la Biblia algún pasaje que sea un buen fundamento de la vida consagrada? Cedo la palabra al Dominico P. Tillard, que afirma lo siguiente: «La letra de la Escritura no contiene ninguna palabra del Señor ni testimonio apostólico suficientemente directos y diáfanos como para poder ver en ellos la expresión de una voluntad de Cristo aplicables explícitamente a la vida consagrada». Si esto es así, ¿tendrán razón los Reformadores? Lutero, por ejemplo, escribe: «Los votos, primordialmente los monásticos y el celibato, son invenciones humanas, sin respaldo en el mandamiento y en la palabra de Dios; son un abismo de perdición». En otro de sus escritos deja constancia de lo impíos que son los votos: «Los votos monásticos –escribe–… son impíos, paganos, judaicos, sacrílegos, mendaces, erróneos, demoníacos, hipócritas, apostáticos». Con tales convicciones, nada extraña que aconseje no emitir voto alguno: mi consejo es que se abstengan de toda clase de votos, en particular de los solemnes y perpetuos, porque este estilo de vida, añade, «no encuentra ningún ejemplo ni testimonio en las Escrituras, como queda dicho». Calvino añade: cuanto no se edifica sobre el fundamento [de la palabra bíblica] es abominable.
La consecuencia inmediata fue que los conventos de la Iglesia reformada se quedaran vacíos. Un precio demasiado caro, se lamentaba A. von Harnack, mientras que D. Bonhöffer, mártir del nazismo, anhelaba la restauración de la Iglesia; ciertamente llegará, pero «de la mano de un monacato nuevo, que, comparado con el antiguo no tiene en común más que la incondicionalidad de una vida en la imitación de Cristo según el Sermón de la Montaña. Creo que ha llegado el momento, escribe Bonhöffer, de buscar hombres para esta idea». De este modo, la vida consagrada retorna a la Biblia con la pretensión de fundamentar su existencia. El Sermón de la Montaña sería el carnet de identidad de la vida consagrada; el sólido fundamento sobre el que se construye este género de la vida en la Iglesia. Si esto es así, ¿dónde queda la conclusión a la que llegaba Tillard: no existe pasaje bíblico alguno que pueda ser explícitamente aplicable a la vida consagrada?
Así es. Las bienaventuranzas son patrimonio de toda la Iglesia. El pasaje del joven rico atañe a todos los cristianos. Los sumarios del libro de los Hechos no son válidos únicamente para las comunidades religiosas, sino para la comunidad eclesial, etc. No es válida una exégesis de este estilo: la escena del joven rico propone una vida de perfección para aquellos que a la observancia de los mandamientos añaden la guarda de los consejos. Emprenden y siguen este camino de perfección aquellos que obedecen, son pobres y castos. He aquí perfectamente delineada la peculiaridad de la vida consagrada, su esencia y definición. Quienes así acceden a la Sagrada Escritura buscan el fundamento de la vida consagrada; se preguntan por aquello que es propio de ella y la impiden ser confundida, en el seno de la Iglesia, con otras formas de vida. ¡Qué cómodo resultaba afirmar lo siguiente: los religiosos siguen el camino de los consejos, los demás cristianos observan los mandamientos! Es una afirmación tan cómoda como injusta.
Creo, más bien, que la vida consagrada no ha de situarse ante la Biblia con una pregunta de esta índole: ¿qué me distingue de los demás? Tampoco, de esta otra: ¿en qué texto puedo justificar y fundamentar mi forma de vida en la Iglesia? Si así fuera, ¿no nos empobreceríamos sobremanera orillando casi totalmente la Palabra de Dios? ¿Cómo podíamos decir con verdad aquello que afirmaba san Jerónimo, dirigiéndose a los monjes de su tiempo: Elías y Eliseo son nuestros príncipes, nuestros guías son los «hijos de los profetas que habitaban en el campo y en el yermo y fijaban sus tiendas junto a las corrientes del Jordán. Aquí entran también los hijos de Recab, que no bebían vino ni licor que embriague, habitaban en tiendas y son alabados por Dios en Jeremías». Con este ejemplo quiero decir cómo el antiguo Testamento (y también el Nuevo) son fuente de inspiración de la vida consagrada. Sólo así podemos entender la koinonía de Pacomio o explicarnos el ingente número de citas bíblicas (exactamente 560) del «Libro» de Orsiesio. La familiaridad con la Biblia, antiguo y nuevo Testamento, ha nutrido y configurado la vida del monje. Por consiguiente, no es suficiente, a mi entender, secuestrar algunos textos bíblicos (el pasaje del joven rico, por ejemplo) y deducir que en ellos se fundamenta la vida consagrada. Tanto ayer como hoy, habrá que tener en cuenta toda la Biblia: antiguo y nuevo Testamento. En la Biblia, antiguo y nuevo Testamento, se inspira la vida consagrada. Por eso he dado el siguiente nombre a mi libro: «Inspiración (que no fundamentación) de la vida consagrada».
¿Cómo he articulado las 422 páginas que forman el libro? Ya lo ha expuesto con suma competencia el profesor Félix García López. Pero como el libro, una vez que se publica se independiza del autor, me queda tan sólo cursar una invitación a los asistentes a este acto de presentación de mi libro: aquel o aquella que quiera percatarse de la trama del libro tiene un gran recurso ante sí: leerlo. J. W. Göthe acababa de escribir el Fausto. Un buen día le preguntó un tal Eckermann: «Por favor, dígame qué significa en Fausto». J. W. le respondió. «Cómo si yo lo supiera y quisiera decírselo. Ahí tiene Vd. el libro. Léalo y dígame después su significado». Algo similar diría a mis sufridos y pacientes oyentes: Léanlo y después díganme qué significa la «Inspiración bíblica de la vida consagrada».
Reportaje fotográfico del acto