Sesión matutina
Tras la oración con la que comenzamos la sesión de la mañana, se abrió un turno de preguntas a los ponentes de la tarde de ayer: Antonio Sánchez Orantos y Marta Zechmeister.
Marta Zechmeister nos invitó a ser compasivas y misericordiosas también con la vida religiosa, reconociendo el camino de liberación que la vida consagrada está haciendo en Europa. En una época de unir fuerzas, expresó que nuestra identidad se hace en la relación con otros. En una constante invitación a la libertad nos sugería que la mayor provocación que como consagrados y consagradas podemos hacer hoy es no estar preocupadas por nosotras mismas, morir con alegría es la acción profética que nos toca realizar hoy.
Antonio Sánchez Orantos compartió su experiencia personal de descubrir que es Dios el que nos alcanza a nosotros. Esta experiencia de Gracia y de derrota de la perfección está llamada a realizarse en una vida religiosa que aún no ha extirpado el deseo de presentarse perfecta ante Dios por nuestras obras. Insistió vehementemente en la vida cotidiana como el lugar donde somos llamados/as a descubrir el mandato de Dios y en huir de utilizar lo sagrado para evitar el esfuerzo de escuchar constantemente en nuestra vida cotidiana al Santo de los Santos.
Tras el descanso, Francisco Álvarez, Superior Provincial de los Religiosos Camilos, y Pilar Samanes, Hermana de la Caridad de Santa Ana, fueron los responsables de presentar la mística del dolor a partir de su experiencia directa con el mundo de la enfermedad y el sufrimiento.
Francisco Álvarez partió de algunas anécdotas para ilustrar que el sufrimiento pone en evidencia la incomprensibilidad del hombre y de Dios, que ante su incomunicación e incomunicabilidad adquiere importancia el silencio y el saber ser y estar ente el sufrimiento. Somos seres heridos, como ilustraba el famoso poema de Miguel Hernández, lo que hace que hasta las experiencias más bonitas de la vida resulten ser experiencias sufridas. Ante el sufrimiento, el ser humano se siente urgido a preguntarse sobre lo esencial de la vida y es el momento en el que podemos abandonarnos en Dios… o abandonar a Dios. Desde su experiencia nos recordó que desde la experiencia de mayor soledad que es el sufrimiento, puede surgir una nueva lucidez espiritual que cambia la mirada hacia el pasado y el futuro convirtiéndose ésta en una mirada esperanzada. Concluyó su ponencia insistiendo en que solo el amor puede dar alguna explicación al sufrimiento.
Pilar Samanes, retomando el texto de Hebreos “fijos los ojos en Él”, tomo como punto de partida para su breve reflexión la contemplación de la actitud de Jesús ante el dolor. Fijarnos en Aquél que “miró de frente” el dolor de la traición, de la burla, de la soledad… en su pasión, nos lleva también a preguntarnos cómo fue una vida que termina en esa forma de afrontar la muerte: una vida atravesada por la relación con Dios. Desde el ejemplo de Jesús, Pilar nos dio cuatro claves para vivir el sufrimiento: pasar de la resignación a la búsqueda activa, del merecimiento al don gratuito, del victimismo que busca reclamar la atención sobre nosotros a la interioridad que mira al Dios que habita en nuestro interior y el paso de la autosuficiencia al abandono. Terminó su ponencia exponiendo las actitudes del que acompaña el dolor resumiéndolas en un “saber estar” junto a la persona sufriente.
Con una rápida ronda de preguntas y reflexiones compartidas terminó la sesión de la mañana.
Sesión vespertina
Comenzó la tarde del sábado con la ponencia de Paola Zavatta, teóloga italiana y seglar que nos habló de la mística de la esperanza a partir de una reflexión del Sábado Santo como día central del Misterio Pascual.
La teología del Sábado Santo aparece reflejada en el artículo de fe que entró en el credo suavemente, y no como respuesta a ninguna herejía, a partir del s. IV y que afirma que Jesucristo “descendió a los infiernos”. Un descenso que es redentor y supone el encuentro universal de toda la humanidad en la muerte de Cristo. Paola afirmó que en la Resurrección Jesús es elevado a Hijo de Dios y no solo revelado como tal pues tuvo que llegar a ser aquello que era y esto está en estrecha relación con el descenso y permanencia del Espíritu Santo en su bautismo. A partir de esta reflexión sobre el Sábado Santo, se hizo un paralelo de este “descenso” y “ascenso” de Jesús con la vida espiritual pues el testimonio de los grandes místicos cristianos concuerdan en que, a medida que la persona avanza en su vida espiritual, más dejados se sienten. Pero para que así sea es necesario que este “descenso”, esta “noche oscura”, se produzca en la fe y que el grito de dolor, como el de Jesús en su pasión, se dirija al Padre. Aunque resulte paradójico, Dios puede resplandecer también en lo más trágico. Terminó su ponencia recordando que el ser humano es un homo patines, un ser sufriente y que para entender el dolor hay que transcenderlo, que sea un sufrimiento significativo, un sufrimiento por amor… pero ese significado no puede ser inventado sino descubierto porque “el fracaso no elimina la Gracia”.
Tras el descanso y el breve saludo de Monseñor Santiago Agrelo, franciscano y Arzobispo de Tánger, continuamos la sesión con la ágil y amena ponencia de José María Bautista Guadalupe, un seglar que, desde su trabajo en la Federación de Religiosos de la Enseñanza, se acercó con una mirada positiva a la Generación Y (aquellos que hoy tienen entre 5 y 25 años).
A partir de la metáfora de que la vida es una casa con ventanas y que, según desde cuál miras, ves una u otra cosa, nos fue abriendo tres ventanas o tres fuentes de mística posibles en los jóvenes actuales. En una época postmaterialista como la nuestra que busca “más allá” de los objetos, la “mística” está en los objetos porque no se desea estos sino lo que los rodea pues las experiencias emocionales necesitan objetos. Nos invitó a descubrir el valor de la exterioridad que ellos descubren, a ver la importancia de los “cómos” que se convierten en una ideología en sí, a reconocer que los antiguos dualismos están ahora convertidos en paradojas, a escuchar la exigencia de transparencia en las personas e instituciones que se reclama, a potenciar la experiencia persona a persona y a retomar el lenguaje simbólico.
José María expresó que las claves para ser místicos hoy son: escuchar, conversar (no necesariamente con palabras), expresarnos asertivamente y con ideas y no palabrería. La atención a la realidad es la idea fundamental que manaba de toda la ponencia.
Y con la celebración final en torno, un día más, al Cantar de los Cantares, finalizó la jornada.