SALUDO EN LA 44ª SEMANA NACIONAL PARA INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Madrid, 9 al 12 de abril de 2015
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza
Presidente de la Comisión Episcopal
para la Vida Consagrada
Queridos hermanos:
Saludo con particular afecto al P. Josep María Abella, cmf, Superior General de los Misioneros Claretianos y Presidente del ITVR; al P. Carlos Martínez Oliveras, cmf, Director del ITVR; a la Hermana Julia García Monge, Secretaria General de CONFER, y al P. Bonifacio Fernández, cmf, catedrático del ITVR.
Mi saludo lleno de gratitud para todos los ilustres conferenciantes y para los numerosos participantes, personas consagradas, sacerdotes, seminaristas y fieles laicos, en esta 44 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, organizada como siempre por el ITVR en colaboración este Año de la Vida Consagrada con CONFER, en señal de comunión eclesial.
Recibid mi felicitación gozosa de Pascua de Resurrección en este día dentro de la Octava. El tiempo de la cincuentena pascual es una invitación a la serena alegría del Evangelio.
Agradezco de corazón la amable invitación, que me han hecho los organizadores para participar en esta Semana. Mi gratitud va dirigida especialmente a los PP. Misioneros del Corazón de María, hijos de San Antonio María Claret, por su fecunda aportación a la Iglesia y a la Vida Consagrada. Muchas gracias. Mi agradecimiento se extiende también a CONFER, que tanto bien hace a la Iglesia, que peregrina en España.
El tema de esta edición pretende profundizar en los objetivos señalados para este Año de la Vida Consagrada: “Memoria, presencia, futuro. La Vida Religiosa en el Pueblo de Dios”.
Gratitud, pasión, esperanza
Los consagrados estáis invitados a tener en cuenta el pasado, no para hacer arqueología o cultivar nostalgias inútiles, sino para mantener viva vuestra identidad y fortalecer la unidad. Para superar incoherencias, fruto de las debilidades humanas, y recuperar algunos aspectos esenciales del propio carisma, que pueden haber sido un tanto olvidados.
Vivir el presente con pasión reclama de los consagrados interrogarse sobre la fidelidad a la misión que les ha sido confiada y examinar si las obras que tratan de sostener, a veces con mucho esfuerzo, responden a cuanto el Espíritu ha pedido a sus fundadores. En una sociedad de la convivencia difícil entre culturas diferentes, de la opresión sobre los más débiles, de las desigualdades, los religiosos han de ser expertos en comunión y sus comunidades han de brillar por las relaciones fraternas y por vivir la cultura del encuentro.
Abrazar el futuro con esperanza implica no desanimarse ante los problemas que en nuestro tiempo ha de afrontar la vida consagrada. “Conocemos -escribe el Papa Francisco- las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social... Precisamente en estas incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jr 1,8)”
Los obispos y los sacerdotes ante la vida consagrada
Los obispos, y en general los pastores de la Iglesia, estamos llamados a promover los distintos carismas, apoyando, animando, ejerciendo el discernimiento, haciéndonos cercanos con amor a las situaciones de sufrimiento y de debilidad en las cuales puedan encontrase algunos consagrados. Todo para que la belleza y la santidad de la vida consagrada puedan resplandecer en toda la Iglesia. Ha escrito el papa Francisco: “Por último, me dirijo a mis hermanos en el episcopado. Que este Año sea una oportunidad para acoger cordialmente y con alegría la vida consagrada como un capital espiritual para el bien de todo el Cuerpo de Cristo (cf. LG 43), y no sólo de las familias religiosas. «La vida consagrada es un don para la Iglesia, nace en la Iglesia, crece en la Iglesia, está totalmente orientada a la Iglesia». De aquí que, como don a la Iglesia, no es una realidad aislada o marginal, sino que pertenece íntimamente a ella, está en el corazón de la Iglesia como elemento decisivo de su misión, en cuanto expresa la naturaleza íntima de la vocación cristiana y la tensión de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo; por tanto, «pertenece sin discusión a su vida y a su santidad» (LG. 44) En este contexto, invito a los Pastores de las Iglesias particulares a una solicitud especial para promover en sus comunidades los distintos carismas, sean históricos, sean carismas nuevos, sosteniendo, animando, ayudando en el discernimiento, haciéndose cercanos con ternura y amor a las situaciones de dolor y debilidad en las que puedan encontrarse algunos consagrados y, en especial, iluminando con su enseñanza al Pueblo de Dios el valor de la vida consagrada, para hacer brillar su belleza y santidad en la Iglesia” .
Himno de acción de gracias
Por todo esto elevamos al Señor un himno de agradecimiento y de alabanza por la misma Vida Consagrada. Si no existiese, nuestra Iglesia y nuestro mundo serían mucho más pobres. Más allá de valorar superficialmente sus funciones, los religiosos/as son importantes precisamente por ser un signo de gratuidad y de amor. Sobre todo en una sociedad que corre el riesgo de ser sofocada en el torbellino de lo efímero, lo económicamente rentable y lo útil
El Año de la Vida Consagrada afecta a toda la Iglesia
Frente a la tentación de pensar que el Año de la Vida consagrada sólo concierne a los consagrados, el Papa actual nos advierte: “El Año de la Vida Consagrada no sólo afecta a las personas consagradas, sino a toda la Iglesia. Me dirijo, pues, a todo el pueblo cristiano, para que tome conciencia cada vez más del don de tantos consagrados y consagradas, herederos de grandes santos que han fraguado la historia del cristianismo. ¿Qué sería la Iglesia sin san Benito y san Basilio, san Agustín y san Bernardo, san Francisco y santo Domingo, sin san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila, santa Ángela Merici y san Vicente de Paúl? La lista sería casi infinita, hasta san Juan Bosco, la beata Teresa de Calcuta. El beato Pablo VI decía: «Sin este signo concreto, la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder garra, la “sal” de la fe de disolverse en un mundo de secularización» (Evangelica testificatio, 3).
“Invito por tanto a todas las comunidades cristianas a vivir este Año, ante todo dando gracias al Señor y haciendo memoria reconocida de los dones recibidos, y que todavía recibimos, a través de la santidad de los fundadores y fundadoras, y de la fidelidad de tantos consagrados al propio carisma. Invito a todos a unirse en torno a las personas consagradas, a alegrarse con ellas, a compartir sus dificultades, a colaborar con ellas en la medida de lo posible, para la realización de su ministerio y sus obras, que son también las de toda la Iglesia. Hacedles sentir el afecto y el calor de todo el pueblo cristiano” . Hacemos nuestras las palabras del santo papa Juan Pablo II: “Somos conscientes de que todo lo referente a la Vida Consagrada es una cosa nuestra, nos afecta, más aún, nos pertenece” .
Les reitero mi felicitación pascual y mi agradecimiento por la invitación a participar en esta Semana. Pongamos en las manos del Señor Resucitado y bajo los cuidados de Nuestra Señora, Causa de nuestra alegría, los trabajos y los frutos de esta Semana. Muchas gracias y feliz jornada.