Segunda crónica
Estamos en la última sesión de la semana nacional de vida religiosa, y cada vez más estamos convencidos que debemos ser una carta de Cristo, el Apóstol Pablo nos sigue transmitiendo esa invitación.
La motivación inicial de esta sesión fue la recepción de la Carta a los Romanos, luego, a la luz de ésta, la profesora Megan Mckenna dirigió la ponencia: "La ansiosa espera de la Creación" (Rom. 8,19): Visión para la misión. La ponencia fue en inglés con traducción simultánea al español, su intervención fue lúdica, participativa y nos exigió prestar mucha atención.
Ideas fuerza:
- Las cartas nos transmiten el mensaje de los ausentes, es una buena manera de no olvidar. La experiencia de recibir una carta es algo muy personal, muy íntimo, sobre todo si vienen escritas a mano. Cuando nos escribimos unos a otros, compartirnos experiencias, esperanzas, pensamientos, es un lugar para filosofía, para la teología. Nos expresamos unos a otros. Así podemos abordar las cartas de Pablo.
- Las cartas de Pablo, eran unas cartas públicas, cartas para ser leídas a toda la comunidad y en voz alta. Escritas de una forma personal y dirigidas también a cada persona. Hacían llegar noticias, advertencias... trataban de ayudar a las comunidades para que viviesen su fe. Esperaba que la gente las escuchase, las asimilase y luego que las cumpliesen; y que llegasen a ser verdad en sus vidas. Pablo impregnaba un espíritu dinamizador en sus cartas, dejaba que la comunidad las escuchara bajo la presencia del Espíritu de Dios. Hoy nos toca a nosotros seguir leyendo las cartas de Pablo, con el corazón abierto por la acción del Espíritu.
- En la carta a los Romanos, en el capítulo seis, encontramos el fundamento de nuestra fe. No vivimos para nosotros mismos, porque ahora vivimos con Cristo Jesús, vivimos en Dios con Cristo Jesús. La vida de la resurrección comienza con el bautismo, y el resto de la vida es para practicar lo que hemos iniciado en esa vida nueva. La iglesia nos dice que nosotros somos el pueblo resucitado.
- Como comunidades de vida religiosa debemos ser signos del Señor resucitado. Lo manifestamos en nuestra misión, en las relaciones y vivencias, porque somos los hijos de la vida, de la luz. En todas las situaciones que vivimos el Espíritu está con nosotros. La vida de resurrección es nuestra vocación primera.
- La carta a los Ramos nos habla también de la esperanza. Porque Cristo desde la cruz y la resurrección, nos ha hecho hijos de la luz, quiere que vivamos en esperanza, lo que nos pide abrir nuestros corazones y mentes. La esperanza expresa nuestra grandeza y lo fundamental de nuestra vida. La opresión, el pecado, no tiene la última palabra.
- Vivir la esperanza no es confiar en nosotros mismos, sino en toda la creación, porque ella es como una semilla generadora de vida. La resurrección está en todas las cosas que Dios ha creado, por eso debemos trabajar por la creación. Estamos gimiendo con la naturaleza esperando la resurrección. Debemos cuidar la tierra y los recursos naturales. Vida de resurrección significa deconstruir lo pernicioso que hemos ido creando.
- En la vida de la resurrección todos somos uno, todos como una pieza. Uno y santo es lo mismo. La tierra y sus habitantes somos uno. Nuestro modo de ser y vivir, nos deben llevar a la unidad.
El mundo es el sacramento del Espíritu, tenemos que escuchar su presencia en el mundo. Lo que el Espíritu nos pide es:
- Decir no a cualquier forma de violencia,
- Evitar violencia entre las personas y con la tierra,
- No hay que excluir a nadie,
- Atender a las necesidades básicas para vivir, y para todos los vivientes,
- Compartir todo lo que nos sobra.
- El Espíritu nos pide estar abiertos a otros pensamientos, culturas, idiomas. Los cristianos debemos ser los servidores del mundo. Debemos dialogar, amar al mundo; la resurrección que está presente y debe brillar, esto es parte de nuestra misión. Eso es ser cartas de Cristo para el mundo, porque eso se leerá en nuestra vida.
Después de la ponencia, se pasó a leer una hermosa carta que hoy escribiría San Pablo a los consagrados.
Motivados por el celo apostólico de San Pablo, fuimos invitados a ser mensajeros de las buenas nuevas y antes de partir, pasamos a celebrar como comunidad de vida religiosa la eucaristía. Fue una bonita celebración con rasgo multicultural, de encuentro y alegría fraternal. De nuevo nos volveremos a ver en la próxima semana nacional de vida religiosa. Gracias a todos por su presencia y participación.
Cecilio Herrera, Lasaliano,
Cronista